Un minuto (de Dios) es suficiente
El programa del ‘Minuto de Dios’ ha completado 70 años de ser emitido en forma continua por la radio y la televisión de Colombia. Sus abanderados, el padre Rafael García - Herreros y el padre Diego Jaramillo, han hecho una obra de evangelización y de fe llevada a la acción, que prácticamente no admite comparaciones si se tiene en cuenta que la base es ese minuto de comunicación tan eficaz.
Mirado en retrospectiva, el “programa” de un minuto de comunicación desde el Evangelio, resulta ser desde todo punto de vista un verdadero acto de fe que confió en que Dios, por medio de tan corto tiempo, podría –y lo hizo- dar origen a un sinnúmero de acciones para bien de miles o quizás millones de personas.
Además de felicitar como se debe al padre Diego Jaramillo y a la Congregación de los Padres Eudistas que lo respaldan, por este famoso Minuto, cabe aprender muchas lecciones de esta breve aparición nocturna a lo largo de siete décadas. La primera tiene que ver con la perseverancia en la obra apostólica. Esto hace contraste con el excesivo movimiento que hoy se da en la vida de los misioneros y ministros de Dios. Con periodos de tres o seis años en sus apostolados apenas se pueden iniciar obras de alguna importancia, pero no construir en profundidad el Reino de Dios. Donde un apóstol puede jugarse para siempre su vida se pueden hacer cosas importantes en el campo de la evangelización.
La segunda lección es la de la fuerza que hay en la predicación fiel y continua de la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia, que son el contenido permanente del ‘Minuto de Dios’.
La tercera, las inmensas posibilidades que se abren cuando se tiene claro el propósito de la misión integral del evangelizador y que se traduce no solo en la predicación, sino en toda clase de obras concretas –construcción de vivienda, instituciones académicas, apoyo al campo, etc–, que siempre hacen bien a las personas.
Bien vale la pena destacar obras como la del ‘Minuto de Dios’ que, como es bien sabido, es hoy en día una corporación que sirve a miles de personas de muy diversas maneras y que goza de un nivel de confianza en la vida colombiana como pocas otras instituciones. Es un buen signo de la fuerza que puede darse en la Iglesia para servir a las personas cuando hay claridad de propósito, y personas comprometidas hasta la médula en su apostolado; cuando no hay temor a tomar el riesgo de generar acciones novedosas en bien de los demás; y cuando el servicio a los pobres es una prioridad, siguiendo los mandatos del Evangelio.
La Iglesia debe repasar una y otra vez este tipo de obras que han dado inmensos frutos y empeñarse en multiplicarlas para que su misión llegue de una manera muy concreta y muy útil a infinidad de personas. No hay que temer a actuar en grande, sobre todo cuando hay tantas necesidades en la sociedad colombiana.
Hemos mencionado al comienzo el nombre del padre Diego Jaramillo, quien hoy ya sobrepasa los 90 años de edad y, como decía un comercial, “sigue tan campante”. Es un ejemplo de vida sacerdotal sin límites de tiempo, sin descansos apostólicos, con dedicación plena, con una lucidez que causa admiración y con una sencillez edificante.
Reconforta a la Iglesia y al país una vida llevada de este modo y, en este año de la esperanza, un signo viviente de que sí es posible servir a Dios y a los hombres para construir la civilización del amor. Repitámoslo: basta un minuto diario dedicado a Dios y a su Palabra, para dar origen a infinidad de bendiciones para las personas.
La Iglesia agradece la obra realizada por el padre García-Herreros, por el padre Diego Jaramillo y la Congregación de los Padres Eudistas. Es algo extraordinario. En tus manos, Señor, encomendamos estos primeros 70 años del ‘Minuto de Dios’ y los próximos que llegan.
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