Mark Joseph Seitz, obispo de El Paso, escribe a sus fieles

“Soy pastor de una diócesis dividida por muros y puestos de control que separan a las personas de sus seres queridos. Soy obispo de un rebaño asustado por las luces…
Monseñor Mark Joseph Seitz, denuncia entre otras cosas la ‘demonización’ de los migrantes, la militarización en la frontera y el sistema de gestión de la inmigración que ‘divide a las familias’. En esa carta, intitulada ‘La pena y la aflicción terminarán’ —de Isaías 35, 10— Sitz destaca que la seguridad de Estados Unidos no puede ser utilizada como un ‘pretexto para construir muros y cerrar la puerta a los migrantes y refugiados’. Por ello pide a los católicos que escuchen las enseñanzas de la Iglesia para acoger a los inmigrantes: ‘Dios no creó un mundo sin espacio para todos en el banquete de la vida’.
El episcopado estadounidense, en diversas ocasiones destacó la necesidad de reglamentar el flujo migratorio y ofrecer una asistencia digna a cuantos buscan atravesar la frontera. Precisamente a lo largo de la línea que separa Estados Unidos y México, cada año el obispo del El Paso preside una gran misa tanto de un lado como del otro de la barrera, para hacer visible la injusticia de la actual situación, hecha de muros, centros de detención y deportaciones también de migrantes que han tenido algún problema con la justicia. Al respecto, en la carta el prelado criticó también el sistema que ‘permite que algunos sean detenidos con fines de lucro’, al mismo tiempo que destruye ‘el compromiso histórico del país en favor de los refugiados y solicitantes de asilo. Soy padre espiritual de miles de agentes de la Patrulla Fronteriza y del ice, quienes ponen diariamente sus vidas en línea para detener el flujo de armas y drogas y a los que las transportan. Muchos agentes están preocupados a conciencia por la retórica política divisoria y los nuevos edictos que vienen de Washington’. Por esto, el prelado considera necesaria una reforma, que ponga ‘la unidad de las familias en el primer lugar, poniendo fin a las deportaciones que hoy las dividen’.
En la carta Seitz habla de su vida cotidiana en contacto con los migrantes, ofrece un testimonio para hacer reflexionar sobre la situación que viven las comunidades de frontera y las poblaciones de Centroamética en espera del «viaje de la esperanza». El obispo, además recuerda la visita del papa Francisco, el 17 de febrero de 2016, a Ciudad Juárez (ciudad mexicana limítrofe con El Paso) durante su viaje apostólico a México, pero desde entonces las cosas no han cambiado: «Nuestros líderes electos aún no han reunido el valor moral para promulgar una reforma migratoria permanente y comprensiva» y los migrantes siguen pagando el precio. La carta concluye con un llamamiento a la unidad: «Cada año, los feligreses de Ciudad Juárez, Las Cruces, y El Paso, se reúnen para celebrar la Misa Fronteriza. Nos encontramos divididos quizás por una valla o un río, por una economía de exclusión o políticas injustas de migración. Sin embargo, aún en medio de todo lo que nos separa, la misa fronteriza es un alegre recordatorio de que el Cristo Eucarístico está construyendo una Nueva Humanidad, llevándonos a todos juntos hacia la Nueva Jerusalén».
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