La riqueza sólo se justifica si se usa para ayudar al pobre

El tener riquezas no descalifica ni condena, su uso indiferente y egoísta sí
Como todos los miércoles, el Papa ha reunido a un incontable número de fieles en la Plaza de San Pedro, luego se Audiencia General, en la que ha reflexionado sobre la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro, modos de vivir opuestos, pues mientras Epulón derrocha y humilla con su estilo de vida, Lázaro, el indigente, sólo espera un poco de misericordia, la cual no llega: “Lázaro está a su puerta en la más absoluta indigencia, y es una llamada constante a la conversión del opulento, que este no acoge”.
Sin embrago, cómo cambia su situación después de muerte. El rico, que fue condenado, no recibió su condena por ser rico sino por ser egoísta e indiferente, por nunca compadecerse del pobre. Ahora pide ayuda, pero ya es tarde: “Pero su petición no pudo ser acogida, porque la puerta que separaba al rico del pobre en esta vida se había transformado después de la muerte en un gran abismo”.
Así, ha concluido indicando que esta parábola “nos enseña que la misericordia de Dios con nosotros está estrechamente unida a la nuestra con el prójimo” y “cuando falta nuestra misericordia con los demás, la de Dios no puede entrar en nuestro corazón cerrado”. Dios –ha precisado el Santo Padre– quiere que lo amemos a través de aquellos que encontramos en nuestro camino.
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