“Guiados por el Espíritu deseamos buscar nuevos caminos”: cardenal Lorenzo Baldisseri, Secretario General del Sínodo de los Obispos

El cardenal Baldisseri ha dicho que es un sínodo para toda la Iglesia, “Por una parte, el Sínodo constituye un verdadero desafío para la Iglesia, puesto que la Amazonía…
“Guiados por el Espíritu deseamos buscar nuevos caminos”. Son palabras del, en su discurso durante la sesión inaugural de la Asamblea especial para la Región Panamazónica dedicada al tema: "Amazonía: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral”.
Por otra parte, el eje sinodal – afirmó – debe hacer frente a la provocación causada por la cuestión ambiental" respondiendo "con una ecología integral". Y citando al Papa, señaló que “la orientación de este camino sinodal es "identificar nuevos caminos para la evangelización en esa parte del Pueblo de Dios, especialmente los indígenas, a menudo olvidados y sin perspectivas de un futuro sereno, también a causa de la crisis de la selva amazónica, pulmón de suma importancia para nuestro planeta".
El Sínodo es universal
Aunque se refiera “a una zona geográfica específica” – añadió el Cardenal Baldisseri – se trata de un "Sínodo que interesa a la Iglesia universal". Por esta razón, la participación se ha extendido a los Obispos de otras Iglesias particulares y los organismos eclesiales regionales y continentales. En otras palabras, es toda la Iglesia universal la que quiere dirigir su mirada a la Iglesia en la Amazonía y asumir con el corazón sus desafíos, sus preocupaciones y sus problemas, porque en el fondo todos debemos sentirnos parte de esta aldea global en la que vive y palpita la única Iglesia de Jesucristo".
Camino para llegar al Sínodo
El Purpurado recordó que 185 Padres Sinodales, 6 Delegados Fraternos, 12 Enviados Especiales, 25 expertos, 55 auditores y auditoras, incluyendo a especialistas y agentes pastorales procedentes de todo el territorio panamazónico, participan en este Sínodo: "Entre ellos, se destaca la presencia de 16 representantes de diversas etnias indígenas y pueblos originarios que aportan su voz, el testimonio vivo de las tradiciones, de la cultura y de la fe de sus poblaciones".
Asimismo cabe destacar que el Cardenal Baldisseri pasó revista del largo camino de la Asamblea sinodal que comenzó a partir de la decisión del Papa, el 15 de octubre de 2017, cuando convocó un Sínodo de los Obispos sobre la Amazonía, y que condujo a la elaboración del Instrumentum Laboris, que – prosiguió – "constituirá el punto de referencia y la base necesaria para la reflexión y el debate sinodal y no un texto para hacer enmiendas". Sí porque como explicó, “su función se concluye con la elaboración del Documento Final, que recogerá los resultados alcanzados por esta Asamblea y por todo el proceso sinodal”.
Ilustró a continuación la metodología sinodal con las Congregaciones generales, los Círculos menores (que comenzarán el próximo 10 de octubre), los pronunciamientos de los participantes, el intercambio de opiniones "en espíritu de comunión fraterna" hasta la elaboración del Proyecto de Documento Final que será presentado a la Asamblea el 21 de octubre. Mientras el día 26 tendrá lugar la votación sobre el Documento y la conclusión de los trabajos.
Información para los medios de comunicación
Explicó también que la principal fuente de información para los medios de comunicación estará representada por los "Briefing" diarios coordinados por el Prefecto del Dicasterio para la Comunicación, Paolo Ruffini, y por el Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni. Dijo asimismo que en algunos eventos se contará con la participación de diversos Padres sinodales y otros participantes en este Sínodo. Los Padres sinodales – prosiguió explicando el Cardenal Baldisseri – podrán conceder entrevistas libremente fuera de la Sala del Sínodo, así como comunicarse con los media según su discreción y responsabilidad, obviamente a título personal, manteniendo la reserva necesaria sobre los nombres de las personas que intervienen, sobre los debates en el Aula y en los Círculos menores. También recordó que, al igual que en los últimos Sínodos, las declaraciones en el Aula no serán publicadas oficialmente en el Boletín de la Oficina de Prensa. En cambio, los informes presentados por los Círculos, sí serán publicados por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
Sínodo de Impacto Cero
El Cardenal Baldisseri recordó que se tomaron algunas iniciativas para la sostenibilidad ambiental: en primer lugar, la nueva práctica para el registro de los participantes a través de un procedimiento informático, ahorrando papel. Además, los materiales utilizados durante los trabajos del Sínodo no serán de plástico, sino biodegradables. Finalmente, se propone que se haga un gesto simbólico desde el punto de vista ecológico para que este Sínodo sea un "Sínodo de Impacto Cero".
Según los cálculos realizados, se pretende compensar las emisiones de 572.809 kg de CO2 (438.373 kg para el transporte aéreo y 134.435 kg para otras actividades) generadas por el consumo de energía, de agua, para la movilización de los participantes, la producción de basura y materiales promocionales, para la compra de títulos forestales para la reforestación de un área de 50 hectáreas de bosque en la cuenca amazónica. El Cardenal Baldisseri concluyó diciendo que "con respecto a este proyecto, se desea la aprobación de la Asamblea”.
Conclusión
Las últimas palabras del Secretario General del Sínodo fueron dirigidas a los pueblos originarios que siguen el trabajo de la Amazonía. Para ellos un mensaje: "Los llevamos en el corazón", "hemos escuchado sus voces y estaremos presentes en las reflexiones que hagamos". “Gracias a esta iniciativa, los ojos del mundo están puestos en ustedes, en su patrimonio cultural, espiritual y de fe en Jesucristo". La oración final es a la Virgen, tan venerada como Nuestra Señora de la Amazonía, para que la Asamblea especial ofrezca "al Santo Padre frutos proficuos con vistas a una aplicación eficaz de la ecología integral y para nuevos caminos eclesiales que impliquen a todo el Pueblo de Dios peregrino en la Amazonía, fuente de vida exuberante, tierra de bellezas escondidas, kairós de gracia y de bendiciones, lugar de diálogo entre la fe y las culturas, terreno siempre fértil para acoger la semilla del Evangelio de Jesucristo".
SANTA MISA DE APERTURA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS PARA LA AMAZONIA
CAPILLA PAPAL
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, 6 de octubre de 2019
El apóstol Pablo, el mayor misionero de la historia de la Iglesia, nos ayuda a “hacer Sínodo”, a “caminar juntos”. Lo que escribe Timoteo parece referido a nosotros, pastores al servicio del Pueblo de Dios.
Ante todo dice: «Te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos» (2 Tm 1,6). Somos obispos porque hemos recibido un don de Dios. No hemos firmado un acuerdo, no nos han entregado un contrato de trabajo “en propia mano”, sino la imposición de manos sobre la cabeza, para ser también nosotros manos que se alzan para interceder y se extienden hacia los hermanos. Hemos recibido un don para ser dones. Un don no se compra, no se cambia y no se vende: se recibe y se regala. Si nos aprovechamos de él, si nos ponemos nosotros en el centro y no el don, dejamos de ser pastores y nos convertimos en funcionarios: hacemos del don una función y desaparece la gratuidad, así terminamos sirviéndonos de la Iglesia para servirnos a nosotros mismos. Nuestra vida, sin embargo, por el don recibido, es para servir. Lo recuerda el Evangelio, que habla de «siervos inútiles» (Lc 17,10). Es una expresión que también puede significar «siervos sin beneficio». Significa que no nos esforzamos para conseguir algo útil para nosotros, un beneficio, sino que gratuitamente damos porque lo hemos recibido gratis (cf. Mt 10,8). Toda nuestra alegría será servir porque hemos sido servidos por Dios, que se ha hecho nuestro siervo. Queridos hermanos, sintámonos convocados aquí para servir, poniendo en el centro el don de Dios.
Para ser fieles a nuestra llamada, a nuestra misión, san Pablo nos recuerda que el don se reaviva. El verbo que usa es fascinante: reavivar literalmente, en el original, es “dar vida al fuego” [anazopurein]. El don que hemos recibido es un fuego, es un amor ardiente a Dios y a los hermanos. El fuego no se alimenta por sí solo, muere si no se mantiene vivo, se apaga si las cenizas lo cubren. Si todo permanece como está, si nuestros días están marcados por el “siempre se ha hecho así”, el don desaparece, sofocado por las cenizas de los temores y por la preocupación de defender el status quo. Pero «la Iglesia no puede limitarse en modo alguno a una pastoral de “mantenimiento” para los que ya conocen el Evangelio de Cristo. El impulso misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial» (Benedicto XVI, Exhort. apost. postsin. Verbum Domini, 95). Porque la Iglesia siempre está en camino, siempre en salida, jamás cerrada en sí misma. Jesús no ha venido a traer la brisa de la tarde, sino el fuego sobre la tierra.
El fuego que reaviva el don es el Espíritu Santo, dador de los dones. Por eso san Pablo continúa: «Vela por el precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros» (2 Tm 1,14). Y también: «Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de prudencia» (v. 7). No es un espíritu cobarde, sino de prudencia. Alguno piensa que la prudencia es una virtud “aduana”, que detiene todo para no equivocarse. No, la prudencia es una virtud cristiana, es virtud de vida, más aún, la virtud del gobierno. Y Dios nos ha dado este espíritu de prudencia. Pablo contrapone la prudencia a la cobardía. ¿Qué es entonces esta prudencia del Espíritu? Como enseña el Catecismo, la prudencia «no se confunde ni con la timidez o el temor», si no que «es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo» (n. 1806). La prudencia no es indecisión, no es una actitud defensiva. Es la virtud del pastor, que, para servir con sabiduría, sabe discernir, sensible a la novedad del Espíritu. Entonces, reavivar el don en el fuego del Espíritu es lo contrario a dejar que las cosas sigan su curso sin hacer nada. Y ser fieles a la novedad del Espíritu es una gracia que debemos pedir en la oración. Que Él, que hace nuevas todas las cosas, nos dé su prudencia audaz, inspire nuestro Sínodo para renovar los caminos de la Iglesia en Amazonia, de modo que no se apague el fuego de la misión.
El fuego de Dios, como en el episodio de la zarza ardiente, arde pero no se consume (cf. Ex 3,2). Es fuego de amor que ilumina, calienta y da vida, no fuego que se extiende y devora. Cuando los pueblos y las culturas se devoran sin amor y sin respeto, no es el fuego de Dios, sino del mundo. Y, sin embargo, cuántas veces el don de Dios no ha sido ofrecido sino impuesto, cuántas veces ha habido colonización en vez de evangelización. Dios nos guarde de la avidez de los nuevos colonialismos. El fuego aplicado por los intereses que destruyen, como el que recientemente ha devastado la Amazonia, no es el del Evangelio. El fuego de Dios es calor que atrae y reúne en unidad. Se alimenta con el compartir, no con los beneficios. El fuego devorador, en cambio, se extiende cuando se quieren sacar adelante solo las propias ideas, hacer el propio grupo, quemar lo diferente para uniformar todos y todo.
Reavivar el don; acoger la prudencia audaz del Espíritu, fieles a su novedad; san Pablo dirige una última exhortación: «No te avergüences del testimonio […]; antes bien, toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios» (2 Tm 1,8). Pide testimoniar el Evangelio, sufrir por el Evangelio, en una palabra, vivir por el Evangelio. El anuncio del Evangelio es el primer criterio para la vida de la Iglesia: es su misión, su identidad. Poco después Pablo escribe: «Pues yo estoy a punto de ser derramado en libación» (4,6). Anunciar el Evangelio es vivir el ofrecimiento, es testimoniar hasta el final, es hacerse todo para todos (cf. 1 Cor 9,22), es amar hasta el martirio. Agradezco a Dios porque en el Colegio Cardenalicio hay algunos hermanos cardenales mártires, que han probado, en la vida, la cruz del martirio. De hecho, subraya el Apóstol, se sirve el Evangelio no con la potencia del mundo, sino con la sola fuerza de Dios: permaneciendo siempre en el amor humilde, creyendo que el único modo para poseer de verdad la vida es perderla por amor.
Queridos hermanos: Miremos juntos a Jesús crucificado, su corazón traspasado por nosotros. Comencemos desde allí, porque desde allí ha brotado el don que nos ha generado; desde allí ha sido infundido el Espíritu Santo que renueva (cf. Jn 19,30). Desde allí sintámonos llamados, todos y cada uno, a dar la vida. Muchos hermanos y hermanas en Amazonia llevan cruces pesadas y esperan la consolación liberadora del Evangelio y la caricia de amor de la Iglesia. Tantos hermanos y hermanas en Amazonia han gastado su vida. Permitidme de repetir las palabras de nuestro amado cardenal Hummes. Cuando él llega a aquellas pequeñas ciudades de Amazonia, va a los cementerios a buscar la tumba de los misioneros. Un gesto de la Iglesia para aquellos que han gastado la vida en Amazonia. Y después, con un poco de astucia, dice al Papa: “No se olvide de ellos. Merecen ser canonizados”. Por ellos, por estos que están dando la vida ahora, por aquellos que han gastado la propia vida, con ellos, caminemos juntos.
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