Domingo III de Adviento

La alegría penetra la liturgia de este tercer domingo de Adviento. Nos acercamos a la Navidad y esta cercanía nos lleva a meditar más profundamente en la venida final de…
Estando reunidos en familia, quien dirige dice: Ven, Señor, a salvarnos. Y los demás responden: Ven, que te esperamos. Después, enciende la tercera vela de la corona y dice:
Oración:
Encendemos, Padre, esta tercera vela en el tiempo que pregona la pronta venida del Mesías.
En Juan Bautista reconocemos al mensajero que enviaste delante del Señor a preparar su camino y en las palabras del profeta Isaías nos sentimos animados a ser fuertes y a no desfallecer, pues el Señor no tardará.
Esta nueva luz es anticipo de la Nueva Luz que irradia el Mesías, el resplandor que abre los ojos al ciego, los oídos al sordo y la lengua al mudo, para cantar en familia que el Mesías viene a salvarnos y su reino permanecerá para siempre.
Tu familia, Señor Jesús, abre las puertas de la casa para que entres, para que habites por siempre con nosotros.
¡Ven pronto, Señor!
Reflexión: el “Sí” de María
La Virgen desposada con José permanece bajo la sombra del Espíritu ante el deseo infinito del Padre de hacer brotar de entre los hombres al Mesías, Salvador. Esta gozosa espera tuvo su origen en Dios y en el “Sí” de María a la voluntad de Dios por medio del ángel Gabriel. En libertad y fe, en generosidad y devoción la Virgen supo decir “Sí” al plan de Dios y con ello comunicó al mundo la respuesta que los creyentes deben dar a Dios. Por eso, con María renovemos este “Sí” a Dios: sí a sus palabras, sí a su Hijo, sí a sus mandatos, sí a la conversión y al deseo de permenecer vigilantes porque el Señor llegará.
Dios te salve María… Padre nuestro…
Oración final:
Señor Jesús, anhelamos tu venida y preparamos tu llegada. Con la Virgen María, tu madre y nuestra madre, disponemos nuestros corazones para recibirte en Navidad y para unirnos a Ti al final de los tiempos. Aviva en nosotros, con tu Espíritu, el amor a Ti y la actitud vigilante para que, cuando llegues, nos encuentres bien dispuestos. Amén.
En la Arquidiócesis de Bogotá somos testigos de la acción de Dios en la historia de nuestra ciudad–región, y de la inspiración del Espíritu que traza nuevos rumbos para que el Reino de Dios llegue con nuevo ardor a todos los hombres.
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