Debemos salir, permanentemente, de Egipto, es decir de la esclavitud del pecado
A veces nos fatigamos y gritamos, como Israel: ¿Por qué nos sacaste para morir en el desierto? como en estos días en que hemos sentido, con toda la fuerza, la fragilidad…
El Señor Cardenal reflexionó sobre cómo “un pequeño virus” nos ha mostrado toda nuestra fragilidad al no poder ser dueños de nuestros destinos, una enfermedad que ha paralizado al mundo. Un mundo en el que ni los sacerdotes pueden ejercer su ministerio.
Pero también reflexiona sobre la respuesta del Señor al pueblo afligido: La salvación está en el sacrificio de su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. A Él debemos levantar nuestra mirada con fe. Reconozcamos en Nuestro Señor Jesucristo la plena manifestación del amor misericordioso del Padre.
Al final de la Eucaristía, el Señor Cardenal hizo una oración al Siervo de Dios, monseñor Ismael Perdomo Borrero:
“Dios, Padre rico en misericordia, que concediste a tu Siervo Ismael Perdomo, obispo, un entrañable amor a la Virgen María y las más admirables virtudes de fe, fortaleza, amor a los pobres, humilde abnegación, heroica paciencia y celo por la paz, concédenos por sus méritos la gracia que hoy solicitamos de tu infinita bondad (se hace la petición) para que así, seguros de su intercesión en el cielo, lo veamos prontamente entre el número de los santos.
Amén”.
Invitamos a nuestros lectores a rezarla y pedir por sus urgentes necesidades.
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