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¿Y quién es ese niño que va a nacer?

25 de diciembre de 2022
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Hermanos: Luces de colores, arreglos navideños, villancicos, pesebres, novenas, regalos, viajes, vacaciones, y en casa cena de Nochebuena. Pero si no sabemos quién es ese Niño que va a nacer de María Virgen, por obra del Espíritu Santo, tal como lo anunciaron los Profetas, ¿qué sentido tienen las celebraciones tradicionales durante el mes de diciembre?

Ese Niño que va a nacer es el Hijo de Dios; viene a salvarnos, viene a hacernos hijos de Dios. Este es el acontecimiento, esta es la Buena Noticia, un misterio que nos disponemos a celebrar, a agradecer, a vivir plenamente. Es la razón de ser de la alegría, de las fiestas navideñas. Es la Encarnación del Hijo de Dios:  Navidad es la fiesta que le hacemos a un Niño que va a nacer, el Hijo de Dios.

Permítanme empezar por algo muy elemental. No me digan que ese Niño es una de las personalidades más sobresalientes de la historia de la humanidad, que es más o menos grande que Sócrates, que Confucio, que el sofista Laoctsé, o que el Dalai Lama, más o menos que el mismo Buda o Mahoma. Expresarse en esos términos querría decir que no hemos entendido nada; querer comparar a Jesús, Hijo de Dios, poniéndolo a la par con otros seres humanos, puede sencillamente, ser considerado como una cruda e imperdonable irreverencia, como ignorancia supina. Jesucristo no es mayor ni menor, ni más ni menos bueno que otros seres humanos. Ese Niño es el Hijo de Dios, es el Señor, es el Cristo.

Es ese Cristo el que la Iglesia anuncia, es a Él a quien le hacemos fiesta. Navidad es celebrar su nacimiento según la carne. La vida de la Iglesia, en todos y cada uno de sus momentos o instancias, en todo tiempo y lugar, no es otra cosa que una diaria y universal celebración de Jesucristo, nacido de María Virgen. Por eso mismo la Iglesia toda vive de fiesta, fiesta auténticamente cristiana; está en el mundo como sacramento del amor de Dios, ofrece al mundo una visión pascual de la vida, del trabajo, del amor humano, de la familia.

Por la evangelización y la catequesis constante crecemos en la fe y aprendemos a hacer fiesta, fiesta a Jesucristo, encarnado por obra del Espíritu Santo. Celebramos su vida, su palabra, sus milagros, su muerte y su resurrección. Fiesta que despierta en nosotros una vivencia gozosa de nuestra condición de hijos de Dios, y nos lleva al encuentro con todos los hermanos en un clima de justicia y verdadera fraternidad.

Esta tarea, esta misión de contarle al mundo entero quién es ese Niño que nace, es un don, es una gracia suya. Así se los enseñó san Pablo a los cristianos de Efeso 3,8: a mí, el menor de todos los santos, me fue concedida esa gracia: la de anunciar a los gentiles la inescrutable riqueza de Cristo.

Compréndanlo hermanos: Se trata de un don que debemos pedir al mismo Dios si queremos saber contar la Historia de la Salvación en Jesucristo, nacido de la Virgen María. Todo aquel que la cuenta sin fe en Él, no es capaz de contagiarla, más bien la empobrece, la desfigura. San Pablo confesaba “no saber otra cosa sino a Jesucristo, y a éste crucificado por nuestra salvación” (1 Cor.2,2).

Ese Niño es Jesucristo, es el Hijo de Dios, es el Señor que viene  a salvarnos.

¡Feliz Navidad para todos!

 Padre Carlos Marín G.

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