Estamos celebrando, hermanaos queridos, el día primero de semana, el primero de la nueva creación, la Pascua del “SeñorJesús”. Él hecho más decisivo para la humanidad entera, un acontecimiento universal, no solo para los cristianos. El Señor resucitado está vivo en la Iglesia, en su Palabra, en su Cuerpo y en su Sangre, en el corazón de la humanidad y es la certeza más firme que a todos nosotros nos asiste para para vivir y morir con esperanza.
San Juan nos describe en su Evangelio la transformación que se produce en los discípulos cuando Jesús, lleno de vida, “vuelve a los suyos”, se hace presente en medio de ellos, la primera comunidad de cristianos, y les infunde la paz. Les transmite confianza, alegría, su aliento creador, los libera del miedo que experimentan. Jesús está con ellos y a ellos comunica una paz honda y una alegría incontenible.
Así como el Padre lo envió, Jesús los envía a ellos a continuar su misión y para ello les comunica el Espíritu. Para que al hacerlopresente en el mundo, crucificado y resucitado, vivo y presente, surja, nazca, se forme y crezca la comunidad de los creyentes, de los hijos de Dios, de los hermanos en Cristo Jesús. De la paz honday la alegría incontenible que Él les comunica, ha de nacer su fuerza para predicar la “Buena Nueva de un Cristo vivo”, y que no muere más.
Una Iglesia viva, llena de fuerza, de luz, de aliento, de paz, de fuego, de fuego del Espíritu de Jesús que es “Dador de vida”,que resucita todo lo que está muerto en nosotros, nos da la fuerza que necesitamos para levantarnos de la humillación, el desaliento y la mediocridad espiritual, para enfrentar los problemas con ánimo y esperanza, para vivir, amar y defender la vida, para vivir en comunión con la creación entera.
Hermanos: La resurrección del Señor no puede ser para nosotros simplemente una noticia, una doctrina fría, tiene que ser una experiencia personal y comunitaria, que reanime nuestra fe y nuestra vida. Es vivir del resucitado, de su presencia viva para mantener las puertas abiertas y no “Cerradas por miedo a los judíos”, miedo a quienes entre nosotros hacen alarde de incredulidad, y quieren una Colombia sin Dios, sin su Ley.
Padre Carlos Marín G.
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