Proclamamos este domingo un pasaje evangélico cuya claridad y belleza invitan a la meditación y al goce interior, San Lucas 14.
Cualquiera de nosotros que aspire a ser contado entre los discípulos de Jesús, tiene que hacer una opción radical por Él. ¿Pero… por qué así?
Razón fundamental: Porque ¿Qué es el Cristianismo? ¿Es simplemente una historia? ¡No! ¿una ética? ¡No! ¿una cosmovisión? ¡No! Es la persona divina de Cristo Jesús, Él es el Hijo de Dios, es imagen de Dios invisible, por Él fueron creadas todas las cosas, es el primogénito de toda creatura; Él es el Señor, es el camino, la verdad y la vida, es la luz del mundo, es la puerta para entrar en su Reino, pues por su sangre recibimos la redención. “Y, ni ojo vio, ni oído oyó, ni vino a la mente de hombre alguno, lo que Él tiene preparado para los que lo aman”; 1 de Corintios, 2.
Pero hay algo más. Se hizo hombre en las entrañas de María Virgen. Y por eso lo confesamos verdadero Dios y hombre. De aquí la necesidad de confesar la divinidad de Jesús, y también hacer lo que no vacilo en llamar el gran descubrimiento: la humanidad de Jesús.
Jesús es la perfecta revelación del rostro del Padre, y también del rostro del hombre. Es el más bello de los hombres, Salmo 44. El texto griego usa el adjetivo; Kalós: belleza es perfección. Y es el “Buen Pastor”, Juan 10.
Jesús es el que sana, el que cura, el que consuela, es el que perdona; es el mejor médico de las almas y de los cuerpos, es especialista en almas atribuladas. Se hace amigo de los pecadores y se sienta a la mesa con ellos. Y su madre bendita, María, llena de gracia, es la más bella, mujer de nuestra raza, y es salud de los enfermos.
A ese Jesús tenemos que conocerlo, encontrarnos con Él, escucharlo, creer y confiar en Él como el amigo que nunca falla. Y a ella también. El Cristianismo es Cristo Jesús, es su madre Santísima.
Consecuencia de esa opción radical por Jesús es cargar con su cruz. Quien quiera verificar si alguien merece llamarse cristiano, la cruz es el único criterio válido. Si este criterio se olvida o se menosprecia, el Cristianismo se diluye, pierde toda su fuerza, pierde toda su originalidad, pierde toda su belleza, pierde todo su poder de atracción.
Cargar la cruz es aceptar el lado oscuro y doloroso de la vida, de nuestro paso por el mundo. Es unir nuestra propia cruz con la cruz de Jesús, conscientes de que lo mismo que significó para Él cargar la cruz, significará para nosotros: estar dispuestos a asumir con valor todos los riesgos que implica la opción por Jesús. Riesgos que hoy son muchos: el odio, el desprecio, la calumnia, la burla, el ridículo y muchos más.
Seguir a Jesús, ser discípulo suyo, optar por Él, implica decidirse a enfrentar a los enemigos del Reino de Dios y su justicia, y no de cualquiera manera, sino con decisión, lucidez y responsabilidad. Estamos viviendo en Colombia unos años de mentira, de criminalidad organizada, de deshumanización, situación que hace más apremiante la opción radical por Jesús. ¿Nos decidimos…?
P. Carlos Marín G.
Fuente Disminuir
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