Percibir lo esencial del proyecto del Reino

El domingo anterior, en la lectura del evangelio de la Misa, iniciamos la narración de los episodios de Jesús en Jerusalén, allí, en la ciudad santa, el Maestro…
El evangelio de la Misa de hoy está constituido por una alegoría y su aplicación a la situación de los dirigentes y del pueblo de la primera alianza: «Dios les va a quitar su Reino para confiárselo a un pueblo que produzca sus frutos». Esta forma de presentar la historia de salvación cuestiona el tema de la fidelidad de Dios, pues la llamada de Dios y su gracia son irrevocables; en este contexto San Pablo dice que el endurecimiento del pueblo de Israel, si bien ha servido para abrir la predicación del Evangelio a otros pueblos, el pueblo de la primera alianza descubrirá la misericordia de Dios (véase Romanos 11, 11-32).
Dentro del contexto del relato del evangelio según San Mateo lo más procedente es abordar la historia que narra Jesús como una denuncia a cierta forma de religiosidad, esta denuncia se enfoca sobre la pretensión de unos hombres de adueñarse de la obra de Dios –la viña del Señor–. La historia narrada refiere la ambición de los viñadores que va en aumento, primero desatienden, atacan y matan a los emisarios; la historia refiere un segundo envío de emisarios, esta vez más numerosos que los primeros y corren suerte similar a manos de los cultivadores.
Luego sucede el envío del hijo y de nuevo se manifiesta la maquinación de los viñadores: «Este es el heredero: vamos a matarlo y nos quedamos con su herencia». Con esta argumentación, ¿qué denuncia de la religión está haciendo Jesús?
Recordemos que se trata de unas personas a quienes el amo de la viña ha convidado para trabajen y entreguen fruto a su tiempo, para ello se benefician de los cuidados con que el amo ha preparado el lugar (preservándolo con una cerca, construyendo el lagar, la casa del guardián, la plantación de la cepa). La descripción de estos cuidados induce a leer aquí una imagen de la gracia con que Dios bendice a los miembros de su pueblo, la gracia de Dios destinada a nosotros.
Aquí Jesús está advirtiendo el riesgo de convertir la religión en un medio para asegurarse uno mismo, es decir, emplear la gracia para obrar con criterios egocéntricos y no para dar fruto.
Frente a las pretensiones de los cultivadores es preciso atender a la forma de actuar del amo de la viña. Más que con un sentido de justicia legal –Esos asesinos han de pagar sus crimines–, el amo se mueve por el respeto al ser humano: «les envió a su hijo pensando que por tratarse de su hijo lo respetaría». Esto es lo que venimos llamando desde los domingos anteriores en nuestro comentario la ‘nueva justicia’. Mientras el amo de la viña piensa así, los cultivadores ven en el asesinato del hijo la forma definitiva de apoderarse de la viña.
Acallar al hijo e ignorar la ‘nueva justicia’ nos pone en el riego de asumir la religión con fines egocéntricos. Una religión sin Dios expresada en formas de piedad para no tener que entregar fruto, para no tener que dejarse uno transformar por la gracia, es decir, para no recibir la gracia ‘con agradecimiento’. Esta es la denuncia de Jesús.
A la denuncia corresponde una invitación, que en el cao caso presente reconocemos en primer lugar como una invitación a reconocer y acoger al Hijo, lo que podemos entender como una llamada para atender a la Escritura. En el episodio que comentamos, el recurso a la Escritura –«¿No han leído nunca lo que está en las Escrituras? ‘La piedra que desecharon los arquitectos…’»– es sentencia contra los que buscan apropiarse de la religión y al mismo tiempo es también testimonio en favor de Jesús.
En segundo lugar, el episodio nos convida a recibir la gracia ‘con agradecimiento’, eso es, a dejarnos transformar por la gracia para llegar a producir los frutos que el Padre espera de cada uno. El encuentro personal con Jesús y la adhesión al proyecto del Reino se manifiesta asumiendo el estilo de vida que nos propone el Evangelio.
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