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Novena de Navidad: Séptimo día

22 de diciembre de 2025
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Séptimo día: 22 de diciembre 

Oración para todos los días

Bondadoso Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que les diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen, naciera en un pesebre para nuestra salud y remedio. Nosotros, en nombre de todos los mortales, te damos infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él te ofrecemos la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo humanado, suplicándote por sus divinos méritos, por las incomodidades con que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo

 

Séptimo fruto

La grandeza de los humildes 

Texto bíblico: Lucas 1, 46-56

Si de algo puede dar testimonio María es del modo admirable como Dios se fijó en su pequeñez. La historia de la Virgen, hasta entonces desconocida, tenía las mismas características de la gran mayoría de las personas de su aldea de Nazaret. Lo mismo son nuestras historias, sencillas y aparentemente irrelevantes si las comparamos con la de aquellos que por su estatus y su influencia aparecen permanentemente en las pantallas de nuestros televisores o celulares. Esta realidad puede conducirnos de manera equívoca a pensar que hay existencias menos valiosas que otras. María, humilde como se presenta en el Magnificat, es al mismo tiempo grande e influyente, no al modo de los parámetros de nuestra sociedad consumista y utilitaria, sino a la manera de Dios, quien nos enseña que no se puede alcanzar la grandeza si no ocupamos el lugar de los humildes. Y precisamente si un cristiano -un humilde siervo del Señor- puede considerarse grande, es porque como la Virgen está en grado de reconocer que si algo bueno y maravilloso hay en su vida, es como consecuencia de la obra admirable de Dios en su propia historia. Hoy muchas personas, y a lo mejor también alguno de nosotros, podemos llegar a sentirnos inferiores o carentes de valor. Transitamos tiempos en los que el amor propio y la confianza en sí mismo se ven disminuidos, por los propios complejos o porque ha habido quien nos ha hecho sentir menos. Pero la Buena Nueva del nacimiento del Salvador debe ser lo suficientemente estimulante para recordarnos que somos inmensos en nuestra dignidad, grandes para Dios, que Él nos hace protagonistas en su plan de salvación. La esperanza cristiana, entonces, levanta a quienes el mundo desprecia, pues Dios no olvida a los pequeños, a esos mismos que con sencillez y en el anonimato se esfuerzan día a día por salir adelante haciendo la voluntad del Señor. Próximos a celebrar su nacimiento del Señor, supliquémosle en este séptimo día de la novena que, animados por la esperanza y sin desconocer nuestra pobre y sencilla realidad, experimentemos la obra buena que Dios hace en nosotros. Ayudémonos unos a otros a recuperar el sentido legítimo de nuestra propia dignidad, y que nuestras voces de esperanza se conviertan en un certero instrumento para que otros descubran el valor inmenso que tienen ante los ojos de Dios.

Gozos al Niño Jesús

Dulce Jesús mío,
mi Niño adorado,
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven, no tardes tanto!

Oh Sapiencia suma del Dios soberano, que a infantil alcance te rebajas sacro!
¡!Oh Divino Niño, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios!


¡Oh, Adonai potente que a Moisés hablando, de Israel al pueblo diste los mandatos!
¡Ah! ven prontamente para rescatarnos,
y que un Niño débil muestre fuerte brazo!


¡Oh raíz sagrada de Jesé, que en lo alto presentas al orbe
tu fragante nardo!
¡Dulcísimo Niño
que has sido llamado lirio de los valles, bella flor del campo

Llave de David
que abre al desterrado las cerradas puertas de regio palacio!
¡Sácanos, Oh Niño, con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado!


¡Oh lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! ¡Niño tan precioso, dicha del cristiano, luzca la sonrisa
de tus dulces labios!


¡Espejo sin mancha, Santo de los santos, sin igual imagen
del Dios Soberano!
¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado
y, en forma de Niño, da al mísero amparo!

Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, de Israel anhelo, Pastor del rebaño!
¡Niño que apacientas con suave cayado
ya la oveja arisca,
ya el cordero manso!


¡Ábranse los cielos
y llueva de lo alto bienhechor rocío, como riego santo!
¡Ven hermoso Niño, ven Dios humanado! ¡Luce hermosa estrella, brota, flor del campo!
¡Ven, que ya María previene sus brazos, do su Niño vean,
en tiempo cercano!

Ven, que ya José,
con anhelo sacro,
se dispone a hacerse de tu amor sagrario!


¡Del débil auxilio,
del doliente amparo, consuelo del triste,
luz del desterrado!
¡Vida de mi vida,
mi Dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano!
 

¡Véante mis ojos
de Ti enamorados!
¡Bese ya tus plantas!
¡Bese ya tus manos!
¡Prosternado en tierra, te tiendo los brazos,
y aún más que mis frases te dice mi llanto!

¡Ven, Salvador nuestro, por quien suspiramos, ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!

 

Oración a la Santísima Virgen María

Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera por madre suya, te suplicamos que tú misma prepares y dispongas mi alma y la de todos los que en este tiempo hicieran esta novena, para el nacimiento espiritual de tu adorado Hijo. ¡Oh, dulcísima Madre! Comunícanos algo del profundo recogimiento y divina ternura con que le aguardaste, para que nos hagas menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén. 

Dios te salve, María.

 

Oración a san José

¡Oh Santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias damos a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Te rogamos, por el amor que tuviste al Divino Niño, nos abraces en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veamos y le gocemos en el cielo. Amén. 

Padre Nuestro.

Oración al Niño Jesús

Acuérdate, ¡oh, dulcísimo Niño Jesús! que dijiste a la venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos tus devotos estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”. Llenos de confianza en Ti, oh Jesús, que eres la misma verdad, venimos a presentarte toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos de tu encarnación y de tu infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a Ti, ¡!oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza y de que, en virtud de tu divina promesa, acogerás y responderás favorablemente nuestra súplica. Amén. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

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