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Novena de Navidad: Noveno día

23 de diciembre de 2025
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Noveno día: 22 de diciembre 

Oración para todos los días

Bondadoso Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que les diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen, naciera en un pesebre para nuestra salud y remedio. Nosotros, en nombre de todos los mortales, te damos infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él te ofrecemos la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo humanado, suplicándote por sus divinos méritos, por las incomodidades con que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo

 

Noveno fruto

Luz en las tinieblas 

Texto bíblico:  Lucas 1, 67-79

Este cántico de Zacarías, conocido como el Benedictus, es una proclamación profética que anuncia la llegada de la salvación y la luz para quienes viven en tinieblas y en sombra de muerte. Es un texto profundamente esperanzador que, leído en el último día de nuestra novena, nos revela excelentemente el cumplimiento de la más importante y trascendental promesa de Dios: el nacimiento de su Hijo, nuestro Salvador. Ciertamente, la venida de Cristo es la irrupción de la luz en medio de las tinieblas del pecado, de la desesperanza y de la muerte. En Él, la esperanza se hace carne y se convierte en camino, verdad y vida para todos los que esperan la redención. La esperanza cristiana nos enseña a confiar en que Dios no olvida, que su tiempo es perfecto. Y así como la historia de Zacarías, nuestra propia historia personal es el escenario ideal para constatar que Dios es fiel, incluso en los momentos de mayor oscuridad. De frente a la experiencia de las tinieblas y el miedo, la esperanza nos libera de la incertidumbre paralizante y nos impulsa a vivir con valentía y santidad, con la certeza de que Cristo es luz para Día noveno quienes sufren, dudan, están perdidos o heridos. Celebrar la Navidad es celebrar la esperanza en aquel Dios que es la fuente misma de la luz de la que siempre estamos necesitados para darle una clara dirección a nuestra vida. La esperanza, además, celebrada como contemplación de la luz de Cristo que todo lo ilumina, se nos presenta también como una importante exigencia: nosotros que en esta noche contemplamos una vez más la grandeza de Dios hecho niño por amor, debemos presentarnos ante los demás como faros luminosos, como peregrinos de esperanza, que avanzamos por las sendas del mundo, comprometidos cada vez más como protagonistas de esta parte de la historia que nos corresponde vivir, y que necesita con urgencia testigos creíbles de la paz, de la justicia y de la reconciliación en aquellos escenarios particularmente ensombrecidos como consecuencia de la violencia, de la desigualdad y de la falta de amor. En la noche de su nacimiento y ya cercanos a concluir el Jubileo, supliquemos al Señor al término de esta novena que, animados por la esperanza, el misterio de su encarnación nos transforme en servidores valientes y luminosos de su Reino en nuestras familias, comunidades y trabajos. Que la luz de Cristo venga sobre nosotros, resplandezca en nuestra vida y nos convierta en reflejo de su luz para los demás, concretamente a través de gestos y palabras al servicio de quienes sumidos en el desaliento atraviesan por sendas de oscuridad.

Gozos al Niño Jesús

Dulce Jesús mío,
mi Niño adorado,
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven, no tardes tanto!

Oh Sapiencia suma del Dios soberano, que a infantil alcance te rebajas sacro!
¡!Oh Divino Niño, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios!


¡Oh, Adonai potente que a Moisés hablando, de Israel al pueblo diste los mandatos!
¡Ah! ven prontamente para rescatarnos,
y que un Niño débil muestre fuerte brazo!


¡Oh raíz sagrada de Jesé, que en lo alto presentas al orbe
tu fragante nardo!
¡Dulcísimo Niño
que has sido llamado lirio de los valles, bella flor del campo

Llave de David
que abre al desterrado las cerradas puertas de regio palacio!
¡Sácanos, Oh Niño, con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado!


¡Oh lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! ¡Niño tan precioso, dicha del cristiano, luzca la sonrisa
de tus dulces labios!


¡Espejo sin mancha, Santo de los santos, sin igual imagen
del Dios Soberano!
¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado
y, en forma de Niño, da al mísero amparo!

Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, de Israel anhelo, Pastor del rebaño!
¡Niño que apacientas con suave cayado
ya la oveja arisca,
ya el cordero manso!


¡Ábranse los cielos
y llueva de lo alto bienhechor rocío, como riego santo!
¡Ven hermoso Niño, ven Dios humanado! ¡Luce hermosa estrella, brota, flor del campo!
¡Ven, que ya María previene sus brazos, do su Niño vean,
en tiempo cercano!

Ven, que ya José,
con anhelo sacro,
se dispone a hacerse de tu amor sagrario!


¡Del débil auxilio,
del doliente amparo, consuelo del triste,
luz del desterrado!
¡Vida de mi vida,
mi Dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano!
 

¡Véante mis ojos
de Ti enamorados!
¡Bese ya tus plantas!
¡Bese ya tus manos!
¡Prosternado en tierra, te tiendo los brazos,
y aún más que mis frases te dice mi llanto!

¡Ven, Salvador nuestro, por quien suspiramos, ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!

 

Oración a la Santísima Virgen María

Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera por madre suya, te suplicamos que tú misma prepares y dispongas mi alma y la de todos los que en este tiempo hicieran esta novena, para el nacimiento espiritual de tu adorado Hijo. ¡Oh, dulcísima Madre! Comunícanos algo del profundo recogimiento y divina ternura con que le aguardaste, para que nos hagas menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén. 

Dios te salve, María.

 

Oración a san José

¡Oh Santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias damos a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Te rogamos, por el amor que tuviste al Divino Niño, nos abraces en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veamos y le gocemos en el cielo. Amén. 

Padre Nuestro.

Oración al Niño Jesús

Acuérdate, ¡oh, dulcísimo Niño Jesús! que dijiste a la venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos tus devotos estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”. Llenos de confianza en Ti, oh Jesús, que eres la misma verdad, venimos a presentarte toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos de tu encarnación y de tu infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a Ti, ¡!oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza y de que, en virtud de tu divina promesa, acogerás y responderás favorablemente nuestra súplica. Amén. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

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