San Lucas, en el comienzo de su Evangelio, narra el primer hecho importante en la vida pública de Jesús. Nos lo muestra iniciando su misión en Galilea y luego en Nazaret, su pueblo natal.
Interviene en la Sinagoga: allí se puso en pie y en sus manos recibió el rollo del profeta Isaías, lo lee a los presentes para que sepan cuál es el Espíritu que lo anima, cuál es su misión, cuál es su mensaje, cómo va a ser su vida pública. Y mientras toda la sinagoga tenía los ojos fijos en Él, se puso a decirles: “Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír”.
Jesús es el ungido, es el Mesías, no político sino enviado para dar la Buena Noticia a los pobres. Su predicación es como una misión de gracia, el cumplimiento de la salvación anunciada en el Evangelio.
Jesús trae la liberación y la salud a los pobres, a los oprimidos, a los prisioneros, a los ciegos, a la humanidad entera. Viene a responder a las esperanzas de Israel. Lo que trae no es un castigo o una venganza, sino una buena noticia: amor, perdón, paz, justica, humanidad. Una perfecta síntesis de todo el Evangelio: de la vida y de la predicación de Jesús.
Se siente “ungido por el Espíritu” para cumplir su misión de liberar, sanar y perdonar. De allí que su fama se extendiera por toda la comarca y todo el pueblo hablara bien de Él.
Esa Buena Nueva de Jesús, esa liberación, ese perdón, esa sanación, la necesitamos los colombianos de hoy. Son muchos los que no la conocen, o no creen en ella, la ignoran, la desprecian, la convierten en objeto de burla. No cuentan con la “Buena Noticia de Jesús” para construir una nación justa, humana, en paz firme y duradera. Para nada cuentan con la Iglesia de Jesucristo pues la consideran un estorbo para sus intereses políticos de extrema izquierda.
Así las cosas, el anuncio del Evangelio debemos hacerlo a los hombres y las mujeres que viven hoy, siglo XXI, en esta patria nuestra, en nuestras ciudades y en nuestros campos. Un anuncio con dimensión histórica; un anuncio que sea respuesta a la situación de violencia criminal y de vergonzosa corrupción que hoy estamos sufriendo.
La iglesia de Jesucristo no es del mundo pero está en el mundo y evangeliza a hombres y mujeres de carne y hueso, seres históricos a quienes anuncia y vive con todos ellos la Buena Nueva que es Jesús, nuestro Señor, el Hijo de Dios.
Padre Carlos Marín G.
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