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LITURGIA Octubre25 De mendigo a discípulo

22 de octubre de 2015
LITURGIA Octubre25 De mendigo a discípulo

En su camino hacia Jerusalén, probablemente Jesús pasó la noche en Jericó y en la mañana del domingo deja esta ciudad e inicia la última jornada que lo lleva hasta el…

El episodio del evangelio de la Misa de este domingo es una narración viva y llena de colorido. Al inicio tenemos la presentación del ciego Bartimeo, un ciego que ejerce la mendicidad; aprovechando la sensibilidad religiosa de los peregrinos que se dirigen hacia Jerusalén, se sienta al borde del camino para recibir de los piadosos alguna dádiva.

Acostumbrado a ‘hacerse oír’, al enterarse de que es Jesús quien esa mañana pasa por allí, lo llama. Se dirige a Jesús gritándole «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» Esta manera de llamar a Jesús puede estar expresando un reconocimiento mesiánico, pues los anuncios de los profetas sobre el Mesías salvador lo presentan como un descendiente del rey. A esta forma de llamar a Jesús con una profesión de fe, Bartimeo une su súplica: «¡Ten compasión de mí!».

Para los presentes se trata de otra realidad; ellos interpretan este grito como algo ‘políticamente incorrecto’, es decir, como una acción provocadora y desafiante al imperio romano. En el ambiente de la Pascua, fiesta de liberación, y con la afluencia de muchos peregrinos, los romanos están atentos  sofocar manifestaciones nacionalistas y amotinamientos de protesta contra de las ‘fuerzas de ocupación’. Los circunstantes, temerosos quizá de una reacción de los soldados romanos, quieren silenciar al ciego.

Tenemos en este inicio dos formas de comprender al Mesías y con ello dos formas de concebir la salvación: como acción amorosa y liberadora de Dios en nuestra propia persona o como caudillismo que puede arrebatar el poder a unos hombres para imponer el de otros.

El ciego se ha hecho oír y su clamor ha llegado hasta Jesús. El Maestro no se desentiende, el ‘peligro’ de lo políticamente incorrecto no lo paraliza, por el contrario, busca el encuentro personal. Esta actitud de Jesús contagia y transforma a los presentes y quienes antes buscaban censurar al ciego ahora pasan a animarlo y a disponerlo para el encuentro propuesto por Jesús.

En una segunda parte tenemos el encuentro personal del ciego con Jesús. Al clamor de Bartimeo, Jesús responde con una pregunta: «¿Qué quieres que haga por ti?». Tanto como decir: ‘¿Para qué me necesitas?’. Bartimeo no duda, de inmediato responde: «Maestro, ¡que recobre la vista!». Bartimeo, quien antes se dirigió a Jesús como Hijo de David, ahora, en la cercanía del encuentro, lo llama maestro; esto nos hace pensar que él ha comenzado ahora a asumir la condición de discípulo. Entonces Jesús le revela que la fe lo lleva a recobrar la vista: «Vete, tu fe te ha dado la salud».

En este contexto se presenta la fe como iluminación para seguir a Jesús, como luz para ser discípulo.

En nuestra lectura del relato de Marcos nos hemos venido enterando en esta segunda parte de la dificultad o de la resistencia que ofrecen los Doce para asumir la forma de discípulos que quiere Jesús; en la escena final Marcos nos presenta el contraste de Bartimeo, quien se vuelve discípulo: fue iluminado por la fe «y enseguida recobró la vista y fue siguiendo a Jesús por el camino» hacia Jerusalén.

Quien al inicio ejercía como un mendigo que venía sobreviviendo del sentimiento religioso y de la caridad de los peregrinos que van a Jerusalén, al ser iluminado por la fe pasa a ser discípulo que no solo recorre el mismo camino, sino que se hace seguidor de Jesús hacia Jerusalén.

 

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