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LITURGIA Octubre 23 Subir al templo para bajar a casa justificado

20 de octubre de 2016
LITURGIA Octubre 23 Subir al templo para bajar a casa justificado

En la lectura secuencial del relato del evangelio según san Lucas que propone el leccionario de la Misa, Jesús viene explicando en qué consiste la salvación; en los…

En la escena del relato del evangelio de San Lucas que la liturgia propone para este domingo (Lucas 18, 9-14), Jesús recalca que la salvación es don gratuito de Dios y que así también la salvación ha de ser acogida por el ser humano desde la gratuidad. Esta gratuidad queda manifiesta al diferenciar entre ser ‘justo’ y ser ‘justificado’. 

El evangelio de la Misa de este domingo tiene tres partes, en la primera el evangelista manifiesta la circunstancia de la enseñanza de Jesús, en la segunda parte el Maestro narra una historia para atender a la situación referida en la introducción y en la tercera parte Jesús saca una conclusión de la historia narrada. 

En la introducción Lucas pone en conocimiento del lector la situación de «algunos que se sienten seguros de sí mismos por creerse a paz y salvo con Dios y desprecian a los demás». Este ‘estar a paz y salvo con Dios’ de la traducción de leccionario colombiano corresponde al término griego ‘dikaioi’: ‘justos’. En esta breve introducción el evangelista denuncia la actitud de algunos que desprecian a los demás por creerse ellos mismos ‘hombres justos’. 

El adjetivo ‘dikaio’ –justo–, el sustantivo ‘dikaiosyne’ –justicia– y el verbo ‘dikaioo’ –justificar– tienen una importancia grande en el anuncio del Evangelio toda vez que la salvación se presenta en muchos pasajes del Nuevo Testamento como la acción de Dios ‘haciendo justo al ser humano’. 

En los escritos de San Pablo ‘salvación’ y ‘justificación’ llegan a ser equivalentes. Para el Apóstol, mediante la redención que se da en Cristo los hombres son justificados (véase Romanos 3, 23-24). En otras palabras la redención de la humanidad, realizada por la muerte de Jesucristo, consiste en trasladar al hombre desde una situación de pecado o injusticia, a una condición de justicia o santidad. 

Volviendo a la introducción del evangelio de la Misa de hoy, Lucas notifica al lector sobre el orgullo espiritual de unas personas persuadidas respecto de sí mismas de ser santas que como fruto de esta arrogancia llegan a despreciar a los demás. Si la santidad o ‘justicia’ de ellos fuera auténtica, no despreciarían a los demás. La religión se les ha convertido en una serie de actividades para lucir ante los demás y ha dejado de ser la búsqueda auténtica de comunión de vida con Dios. 

La historia narrada por Jesús en la segunda parte contrasta la actitud de dos hombres, la misma descripción acentúa la diferencia entre dos estilos de acercarse y relacionarse con Dios. En el gesto: uno ora de pie; el otro se queda lejos, sin atreverse a levantar la mirada se golpea el pecho. En la oración: el primero emplea varias frases para describir ‘su’ diferenciación de los demás y ‘sus’ prácticas religiosas; el segundo únicamente pide que Dios sea benévolo con él, que es un pecador. Quizá la diferencia se puede resumir en la indicación sobre el fariseo que «oraba para sí». 

La tercera parte, la aplicación de la historia que refiere Jesús, presenta el desenlace de esta historia desequilibrada. Ahora se pasa del templo –lugar público–, a la casa –sitio de privado–; hay un traslado desde el lugar público, donde la sociedad reconoce o asigna un rol, hasta el sitio donde el ser humano vive en intimidad. En este nuevo escenario el recaudador de impuestos está «a paz y salvo con Dios». 

Los dos hombres subieron al templo, lugar del encuentro con Dios, ahora bajan a la casa de cada uno. El fariseo regresa como salió de su casa, persuadido a sí mismo de que es justo. El recaudador regresa a su intimidad rehabilitado en su persona, justificado. En la comprensión católica del Evangelio la justificación consiste en el paso de una situación de pecado o injusticia a una nueva situación de santidad o justicia, este proceso implica la rehabilitación del hombre por el amor de Dios –la gracia– que capacita al justificado a tener una vida como la de Dios, de modo que pueda tener las mismas actitudes de Jesucristo.

Imagen: Taringa

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