Liturgia Noviembre2 Celebraciones en las que se pone de manifiesto la solidaridad de la gracia
Este fin de semana el calendario litúrgico de la Iglesia nos propone un par de celebraciones que guardan entre sí bastante relación, el día 1 de noviembre tenemos la…
Simultáneamente con el Año litúrgico, la Iglesia nos invita a celebrar la victoria pascual de Cristo florecida en la vida de los santos, esta segunda estructura se conoce como el ‘santoral’. Si nos fijamos bien, este doble ciclo –de una parte el misterio de Cristo, que constituye el Año litúrgico, y de otra el santoral– es asumido en el corazón de la celebración de la Misa que es la plegaria eucarística o anáfora; en ella bendecimos y damos gracias al Padre del cielo por la obra de nuestra redención por Cristo, principalmente por su misterio pascual, y también por esta obra manifestada en los miembros de la Iglesia que veneramos como santos.
En la veneración a los santos la liturgia destaca dos aspectos: ellos son para nosotros modelo y también intercesores nuestros. Los santos son para nosotros, en primer lugar, modelo de la forma como la Pascua de Cristo se manifestó en ellos. La Iglesia, mediante el proceso de canonización, reconoce cómo un santo vivió en comunión con Cristo y por esta comunión con él realizó el «paso de este mundo al Padre». En este sentido, en las oraciones litúrgicas para las celebraciones de los santos pedimos a Dios seguir el ejemplo de estos testigos de la fe.
Del mismo modo veneramos a los santos como intercesores nuestros ante Dios y ello en virtud de la ‘comunión de los santos’. Cuando recitamos la oración ‘Credo’, confesamos que ‘creemos en la comunión de los santos’. Para comprender esta afirmación comencemos por recordar que un santo es una persona transformada por la gracia, en este sentido un santo es una persona llena del amor de Dios; el concilio Vaticano II afirma que «la santidad es la plenitud de la caridad» (Lumen Gentium, 39).
Pues por la comunión de los santos esta plenitud de caridad en un miembro beneficia a toda la Iglesia, a todos los que hemos sido injertados por el bautismo al cuerpo místico de Cristo; podemos comprender la comunión de los santos como la ‘solidaridad en la gracia’. Esta solidaridad en la gracia nos lleva a reconocer en los santos intercesores nuestros y a partir de ello la oración litúrgica pide al Padre que atienda la intercesión de estos hermanos en favor nuestro para que, como ellos, tengamos la gloria eterna.
La comunión de los santos o solidaridad en la gracia es también la base para que nosotros intercedamos por los fieles difuntos y oremos por ellos pidiendo al Padre del cielo que los haga participar de la vida eterna «Acuérdate también, Padre, de nuestros hermanos que murieron en la paz de Cristo, y de todos los demás difuntos, cuya fe sólo tú conociste; admítelos a contemplar la luz de tu rostro y llévalos a la plenitud de la vida en la resurrección.»
De manera que estas dos celebraciones, la solemnidad de Todos los Santos y la Conmemoración de los fieles difuntos, son expresión y realización de la solidaridad en la gracia que es la comunión de los santos. Todos los hombres y mujeres hemos sido llamados a la existencia para participar de la vida divina, en expresión de San Pablo en la carta a los Efesios, ser hijos de Dios por Jesucristo, y para ello «antes de Crear el mundo [Dios Padre] nos eligió en Cristo para que fuéramos santos e irreprochables ante él por el amor».
En la plegaria eucarística pedimos que la recepción del cuerpo y la sangre de Cristo, por la acción del Espíritu Santo, nos lleve a ser uno con Cristo, «formemos un solo cuerpo y un solo espíritu», a fin de que por esta unión él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de la heredad de los hijos de Dios. Esta vida en comunión con Cristo ya la disfrutan los santos y oramos porque cada uno de nosotros vayamos acogiendo el amor de Dios que nos hace santos y también este mismo amor lleve a la plenitud de vida a nuestros hermanos difuntos.
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