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LITURGIA Noviembre 6Recibir vida del único que puede darla

3 de noviembre de 2016
LITURGIA Noviembre 6Recibir vida del único que puede darla

El domingo pasado, con el encuentro con Zaqueo en Jericó, el leccionario de la Misa puso fin al viaje de Jesús a Jerusalén; hoy y el domingo siguiente el evangelio de la…

 Al inicio de este viaje Lucas declaraba la intención de Jesús: «Cuando estaba para llegar el tiempo de ser llevado a al cielo, Jesús tomó decididamente el camino de Jerusalén» (Lucas 9, 51); esta resolución determinante de Jesús se expresa en el texto griego por el empleo del sustantivo ‘prósopon’, –rostro, cara–, de modo que en el sentido literal el evangelista dice algo así como ‘ir a plantar cara’ a la institución religiosa de Jerusalén.

De ahí que el ministerio de Jesús en Jerusalén esté conformado por unas disputas con distintos grupos del judaísmo de entonces y por el discurso sobre su segunda venida. El episodio del evangelio de la Misa de este domingo (Lucas 20, 2-37) presenta la controversia de Jesús con el grupo de los saduceos.

El evangelista aclara a sus lectores, poco familiarizados con el tema, que los saduceos «dicen que no hay resurrección». Los miembros de este grupo se consideran herederos del sacerdote Saddok, contemporáneo de David, para la época de Jesús son generalmente miembros de la aristocracia y muy cercanos al templo, doctrinalmente rivalizaban con los fariseos.

La confrontación de los saduceos con Jesús, en el evangelio de Lucas, se centra en el tema de la resurrección; en el leccionario este tema está ambientado desde la primera lectura (2Macabeos 7, 1-2.8c-14) que narra la historia de siete hermanos judíos torturados y martirizados por no adoptar un comportamiento contrario a la fe judía que les imponen los griegos que han invadido el territorio.

En este episodio de la muerte por la fe se manifiesta la confianza en la resurrección: «Aceptamos morir a manos de los hombres, porque nos anima la esperanza de que Dios cumplirá sus promesas y nos resucitará». La confianza en la resurrección es la consecuencia de la fidelidad a la alianza. Esta revelación de la resurrección del individuo del libro de los Macabeos es un hecho importante en la historia del pueblo de Israel.

En los estratos más antiguos de la revelación se entendió que la fidelidad a la alianza se recompensaba con una retribución terrena (bienes, hijos, hacienda, salud); la situación de muchos justos que no tienen estas gratificaciones terrenas fue impulsando a plantearse otro tipo de retribución, en esta búsqueda la historia de los Macabeos prepara la revelación que hace Jesús.

En el evangelio de hoy los saduceos controvierten con Jesús ridiculizando la resurrección, para ello argumentan a partir del mandato de Moisés: «Si unos hermanos viven juntos y uno de ellos muere sin tener hijos, la mujer del difunto no se casará fuera con un hombre de familia extraña. Su cuñado se casará con ella y el primogénito que ella dé a luz perpetuará el nombre del hermano difunto» (Deuteronomio 25, 5-6). La intención de este precepto es conservar la memoria (el apellido) del difunto a través de la descendencia.

Según esto, los saduceos refieren a Jesús una historia que estaría haciendo inconveniente la resurrección: «Esa mujer, suponiendo que haya resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa?» La respuesta de Jesús a sus contradictores tiene dos elementos: el primero es que la resurrección no consiste en la continuidad de un orden similar a lo que estamos acostumbrados a pensar y conocer y el segundo elemento de la respuesta es la certeza de la resurrección como don de Dios.

En cuanto a lo primero, Jesús contrapone ‘este mundo’ con lo que será la situación de la resurrección: «En este mundo se casan hombres y mujeres pero aquellos a quienes Dios concede la gracia de llegar a la vida futura y a la resurrección, no se casan». Aquí aparece una dificultad

para hablar de la resurrección en sentido cristiano, no se trata ciertamente de ‘volver a lo mismo’ después de pasar por la muerte.

La manera como el ser humano conoce y explica la realidad se funda en los conocimientos que va acumulando, es así como las experiencias vividas preparan a la persona para ir descubriendo y dando sentido a nuevas experiencias; en la fe cristiana la vida de resucitados es de un orden que no se experimenta en nuestra realidad histórica limitada por el tiempo y el espacio, de modo que la forma como el ser humano hoy conoce y explica el mundo no es suficiente para explicar la resurrección.

En cuanto al segundo tema de la respuesta de Jesús, es preciso considerar que la existencia histórica del ser humano es limitada, que el organismo tiene unos límites y con ello que sobreviene la muerte como fin de la vida. Pero Dios supera este fin reiterando vida como un don personal al individuo. La resurrección que proclama la fe cristiana es don de Dios para vivir más allá del agotamiento de una existencia limitada por el tiempo y el espacio, es don de Dios para vivir más allá de la muerte. Creer en la resurrección es asumir el amor de Dios que ha comenzado una alianza personal con cada ser humano en su individualidad para estar siempre con Él y por ello recibir después de la muerte vida del único que puede darla para ser semejantes a Él.

Imagen: Evangeliza Fuerte

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