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LITURGIA noviembre 22   Un reino que está aquí, pero que no es de aquí

19 de noviembre de 2015
LITURGIA noviembre 22   Un reino que está aquí, pero que no es de aquí

Permanentemente la Iglesia nos está invitando a profundizar en la fe a partir de ahondar en nuestra relación con Jesucristo, para ello nos propone conocer su persona y…

En el transcurso de las cincuenta y dos semanas que tiene un año, la Iglesia desarrolla todo el misterio de la vida de Jesucristo, desde la expectativa que animaron los profetas en torno a la esperanza del Salvador, pasando por el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y continuando por su predicación y actuar en su vida pública hasta el memorial de su misterio pascual de muerte, resurrección y ascensión al cielo junto con la espera de su retorno al final del tiempo. Esto es el año litúrgico: el memorial de la obra de Jesucristo en el lapso de un año.

Recordamos esto porque hoy, con la solemnidad de Cristo Rey, iniciamos la última semana del año litúrgico. La liturgia de este domingo nos invita a contemplar anticipadamente la plenitud de la obra redentora de Cristo, quien por su muerte y resurrección «ha renovado todas las cosas», por ello celebramos a Jesucristo como Rey de todo el universo.

La salvación que Dios nos ofrece por medio de la Pascua de Jesucristo tiene alcance universal, la gracia liberadora de la muerte y resurrección de Jesucristo restituye a toda la creación la bondad con la que Dios hizo todas las cosas y esta renovación de la creación que comenzó y se manifestó en la resurrección de Jesucristo hoy en día se quiere manifestar en nuestro mundo a través de la comunidad de los discípulos de Cristo. En este sentido San Pablo escribió en la carta a los romanos: «Toda la creación está esperando ansiosamente la revelación de los hijos de Dios» (Romanos 8, 19).

El episodio del evangelio de la Misa de este domingo (Juan 19, 33b-37) nos ayuda a comprender cómo la obra de la salvación empieza a manifestarse aquí y ahora. Para ello distinguimos dos partes, en la primera, y como punto de arranque, encontramos a Jesús proponiendo un encuentro personal; en la segunda hallamos el origen y la realización de la obra salvadora de Cristo en el mundo.

Principia el texto de evangelio de hoy presentando a un hombre, el gobernador romano Pilato, frente a Jesús. El hombre aborda a Jesús con una pregunta sobre su identidad y su misión: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» En el contexto de la pasión de Jesús que narra San Juan, haber pretendido ser el Rey de los judíos es el motivo de la acusación esgrimida por las autoridades judías contra Jesús. A partir de la pregunta, Jesús busca propiciar en Pilato una opción personal: «¿Dices tú esto por tu propia cuenta, o porque otros te lo dijeron de mí?»

Los dirigentes del pueblo judío han manipulado a la masa para acusar a Jesús ante la autoridad romana, ¿habrá caído Pilato también en una manipulación? Notemos aquí, de una parte, la libertad del hombre como punto de partida para el encuentro personal que busca Jesús; y por otra parte, la indiferencia y hasta desprecio que se puede captar en la repuesta del gobernador romano: «¡Yo no soy judío!»; es tanto como decir ‘tu reinado no es asunto que me interese’.

En la segunda parte del evangelio de este domingo nos encontramos con el esclarecimiento del origen y la manera como se pone por obra la realeza de Cristo. Interrogado por Pilato sobre su actuar para llegar a ser presentado como Rey de los judíos, Jesús responde que no es el mundo el que lo ha constituido rey. Cuando leímos, en el capítulo seis del evangelio según San Juan, el episodio del pan repartido generosamente, quienes comieron hasta quedar satisfechos quisieron llevarse a la fuerza a Jesús para hacerlo rey (Juan 6, 15). Hoy Jesús aclara que el origen de su realeza no obedece a estrategias y componendas que suelen darse entre la gente. El origen de su realeza está en la voluntad de Aquel que lo envió al mundo.

Aquí es importante notar que aunque el origen de la realeza de Cristo no se explica según las estrategias de poder a las que estamos habituados, su realeza si se cumple entre nosotros, en el mundo. Comentando esta frase del evangelio, San Agustín explica que Jesús «no asevera: ‘Ahora en cambio, mi reino no está aquí’, sino: ‘No es de aquí.’» (Tratado 115 sobre el evangelio de San Juan, 2). La realeza de Cristo no es de aquí, pero está aquí.

Esta realeza la ejerce Cristo a través de su palabra, esto es, a través de la revelación del proyecto del Padre: «He venido al mundo para dar testimonio a favor de la verdad». Evidentemente que esta revelación es mucho más que develar un contenido teórico, se trata de la verdad que crea comunión con Dios: «todo el que está por la verdad, escucha mi voz». Escuchar, en el evangelio según San Juan es acoger con la obediencia de la fe la palabra (véase Juan 10, 27).

La realeza de Cristo se va manifestando en la situación de hombres y mujeres que desde una profunda libertad acogen su palabra y la van poniendo por obra, de modo que Cristo reina en nuestro mundo hoy por la fidelidad de los cristianos al proyecto del Evangelio.

 

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