LITURGIA Marzo 5Si de veras eres hijo de Dios…

La Iglesia instituyó la Cuaresma en los primeros siglos de cristianismo para la preparación final de los adultos que querían iniciar su vida cristiana vinculándose a la…
Hoy en día la Cuaresma se nos presenta como la acción del amor de Dios en nosotros para recuperar, mediante la penitencia, la gracia del bautismo. Por el bautismo el Padre de cielo nos ha configurado a la imagen de Jesucristo, pero en algunas ocasiones esta dignidad e identidad de hijos de Dios es negada cuando resultamos asumiendo valores, juicios, estilo de vida, que no son los de un cristiano; en la Cuaresma volvemos la mirada para contemplar el misterio de Cristo y, atraídos por el amor de Dios acudir a la penitencia para rechazar el pecado. Al final de la Cuaresma, en la noche de la Vigilia pascual, la Iglesia nos invita a la renovación los compromisos bautismales.
En la oración colecta de la Misa de este domingo podemos reconocer el sentido del ejercicio espiritual que representa la Cuaresma: unos días en los que la gracia de Dios nos va conduciendo hacia un conocimiento progresivo del misterio de Cristo para que vivamos con más plenitud nuestra vida cristiana. Iniciamos este conocimiento progresivo del misterio de Cristo en el I domingo de Cuaresma con el antagonismo que presenta San Pablo en el texto de la segunda lectura de la Misa: «por un hombre que desobedeció todos se hicieron pecadores, por otro que obedeció, podrán ser todos justos» (Romanos 5, 19).
En el texto de la segunda lectura (Romanos 5, 12-19) San Pablo contrapone la desobediencia de Adán a la obediencia de Cristo. Antes, en la primera lectura (Génesis 2, 7-9; 3, 1-7) hemos escuchado que Adán fue formado por Dios a partir del polvo del suelo y por el soplo del aliento de Dios mismo se convirtió en un «hombre con vida»; pero el hombre cedió ante el tentador que lo engañó presentándole el mal como un bien: «¡Seguro que no morirán! Lo que pasa es que Dios sabe que el día que coman del fruto que les prohibió comer se les abrirán los ojos y tendrán como Dios conocimiento del bien y del mal».
San Pablo contrapone a la desobediencia de Adán la fidelidad de Cristo para explicar que el primer Adán, formado a partir del polvo del suelo, da inicio a una generación de muerte; mientras que Jesucristo, el nuevo Adán, por su obediencia, trae para toda la humanidad la gracia y el perdón para que el ser humano viva para siempre.
El antagonismo Adán / Cristo presentado en la segunda lectura nos permite contraponer el texto del Génesis –primera lectura– con la escena del evangelio (Mateo 4, 1-11): las tentaciones del diablo a Jesús.
La forma como el leccionario introduce la escena del evangelio nos permite retomar el vínculo de la Cuaresma con el bautismo: «Una vez bautizado, Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado». La escena anterior del relato del evangelio según San Mateo (3, 13-17) es el bautismo de Jesús, episodio que se cierra con el testimonio del Padre del cielo: «Este es mi Hijo muy querido».
Al conectar el episodio de las tentaciones con el bautismo se destacan las tentaciones como el ardid del diablo para desmentir la identidad de Jesús, Hijo de Dios, revelada por el Padre en la escena del bautismo. Esta intención del evangelista se ve reforzada cuando en la narración por dos ocasiones el diablo lanza su ataque a Jesús retando su filiación divina: «Si de veras eres el Hijo de Dios…».
Los ataques del diablo lanzados contra la filiación de Jesús nos pueden traer este domingo a reconocer que nuestra identidad de bautizados –hijos Dios– igualmente es contradicha por el ambiente y así como el diablo dirige su ataque contra la fidelidad de Jesús al proyecto de Dios, también hoy podemos experimentar que el mal nos seduce muchas veces a asumir estilos de vida que no son los de un cristiano.
Jesús rechaza los ataques del tentador acudiendo a la Escritura. Aquí no estamos ante la erudición de un escriba o delante del recurso de autoridad de un apologista de la fe; en la citación de la Escritura hemos de reconocer la obediencia de Jesús al proyecto del Padre. Jesús quiere ante todo cumplir lo que el Padre ha dispuesto para él, vivir de «toda palabra que sale de la boca de Dios».
Imagen: quezaltecos
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