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LITURGIA Junio 9 El intérprete de la revelación de Jesús

6 de junio de 2019
LITURGIA Junio 9 El intérprete de la revelación de Jesús

Con la solemnidad de Pentecostés la Iglesia clausura el «gran día de Pascua», la cincuentena pascual. El obsequio del Resucitado a sus discípulos es el don del Espíritu…

Desde esta consideración se comprende también que la salvación que Dios ofrece se realiza en la historia del mundo y en la existencia de cada uno de nosotros por el envío del Hijo y el envío del Espíritu. Dicho de otra forma, para salvar al mundo el Padre envía al Hijo y al Espíritu Santo. La celebración de este último domingo de Pascua es ocasión para tomar consciencia de la misión del Espíritu en el cumplimiento del proyecto de Dios para los discípulos de Jesús y para el mundo.

Los diferentes textos de la celebración de hoy presentan la misión del Espíritu en relación estrecha con la misión de Jesucristo, el prefacio de la plegaria eucarística reza: «para llevar a plenitud el misterio pascual, enviaste hoy el Espíritu Santo sobre los que habías adoptado como hijos por su participación en Cristo». Las lecturas bíblicas de la misa destacan la misión del Espíritu como hermeneuta o intérprete de las palabras de Jesús: «El Paráclito, el Espíritu Santo, será quien se lo enseñe todo recordándoles todo cuanto les he dicho».

En la primera lectura de la misa de este domingo (Hechos 2, 1-11) la acogida del Espíritu se manifiesta al exterior de la comunidad cristiana a través de la glosolalia: «Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse»; sin embargo, la glosolalia serviría de poco si no fuera para expandir la misión de Jesús, y por eso es útil destacar el tiempo nuevo inaugurado por la presencia del Espíritu en el que «cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua».

El don del Espíritu habilita a los discípulos para hacer reconocible la salvación por todos los hombres, el Espíritu hace que la Iglesia en cada tiempo y lugar presente a los hombres de manera inteligible –y por ello creíble– el proyecto de Dios revelado en Jesucristo. La comunidad cristiana asistida por el Espíritu Santo es capaz anunciar el Evangelio de Jesucristo para revelar en cada persona cómo Dios está salvándola en su historia concreta.

El segundo texto (Romanos 8, 8-17) viene a decir que la misión del Espíritu es crear sentido. En estos versículos hay dos afirmaciones semejantes para expresar el dinamismo de la vida cristiana: «el Espíritu de Dios habita en ustedes», «Cristo está en ustedes».

La presencia de Cristo hace referencia al hecho de acoger el acontecimiento Jesucristo, Jesucristo se revela como el camino hacia la verdadera vida, Él manifiesta que el ser humano ‘está llamado a…’; por su parte la presencia del Espíritu en el discípulo le lleva a comprender que no está obligado al instinto porque, liberado por la Pascua de Jesús, el discípulo es capaz de orientarse hacia la verdadera vida. Así actúa el Espíritu: haciendo realidad la libertad del cristiano.

En el texto del evangelio (Juan 14, 15-16.23b-26) reconocemos tres partes, en la primera y en la segunda se presentan afirmaciones muy semejantes que dan pie a sendas promesas, la tercera parte viene a ser como la garantía para que el discípulo pueda acceder a las promesas anunciadas.

«Si me aman, guardarán mis mandamientos», «el que me ama, guardará mi palabra», estas son las dos afirmaciones en donde ‘mandamientos’ equivale a ‘palabra’. Hace tres domingos escuchamos también este binomio amor/palabra en boca de Jesús hablando del mandamiento nuevo. Es discípulo quien acoge la palabra de Jesús y esta obediencia de la fe al proyecto de Dios revelado por Jesús impulsa al discípulo a amar. Un hombre o mujer no es creyente auténtico si no es amador o amadora con el amor recibido de Dios.

La existencia del discípulo se da amando a partir del acontecimiento de acoger la palabra, dicho de otro modo: nace un discípulo cuando se actualiza la revelación en una persona. Y precisamente la

misión del Espíritu consiste en actualizar la revelación en el discípulo: «el Espíritu será quien se lo enseñe todo recordándoles todo cuanto les he dicho».

El Espíritu esclarece a los discípulos las palabras (mandamientos) de Jesús y su misión de enseñar la realiza recordando, pero aquí recordar más que superar ‘lagunas de memoria’ es tomar consciencia, comprender mejor. El Espíritu Santo actualiza de forma creativa la existencia de los discípulos a lo largo de todas las épocas de la historia de la Iglesia de manera que la experiencia cristiana no se quede en la añoranza por repetir cosas o costumbres del pasado. El Espíritu hace posible que los hombres y mujeres de cada generación sean fieles y acojan el proyecto de Dios desde su propia historia.

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