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Liturgia Julio 24   Una oración verdaderamente cristiana

21 de julio de 2016
Liturgia Julio 24   Una oración verdaderamente cristiana

En el primer versículo del evangelio de hoy aparecen dos veces los términos ‘discípulos’ y ‘enseñar’ y hay igualmente dos referencias a la actividad de orar: «Estaba…

Evidentemente el texto tiene la intención de ofrecer una enseñanza sobre la oración al tiempo que la petición del discípulo deja entrever un distanciamiento respecto del grupo del grupo del Juan el Bautista; es como si la manera de orar ayudara al discípulo a encontrar su identidad. En este contexto es importante el adjetivo ‘cristiana’ calificando a la oración.

También la práctica del ayuno va caracterizando la identidad del discípulo de Jesús: «Los discípulos de Juan el Bautista ayunan con frecuencia y rezan oraciones, lo mismo que los discípulos de los fariseos, mientras que los tuyos no se preocupan de ayunar» (Lucas 5, 33).

Frente a la dispersión en la que se desarrolla la vida moderna se reconocía en el evangelio de hace ocho días a Jesús invitando a asegurar aquella única realidad necesaria y que nadie podrá arrebatar al discípulo; a continuación, en el episodio de este domingo, Jesús ofrece su enseñanza sobre la oración cristiana. Esta secuencia de episodios ¿no estará dando a entender que la oración cristiana es la manera como el discípulo accede a aquella realidad única que no puede perder?

El texto del evangelio de la misa de este domingo (Lucas 11, 1-13) tiene dos partes, en la primera Jesús ofrece una enseñanza sobre la oración, en la segunda complementa la enseñanza inicial exhortando a orar con confianza y sin desfallecimiento. En la primera parte la respuesta de Jesús deja a los discípulos una versión del Padrenuestro.

En la tradición cristiana han arribado, desde los tiempos de las primeras generaciones de cristianos, tres versiones de esta oración, una primera es la que llega a través del texto del evangelio de hoy, una segunda versión es la del sermón de la Montaña en el evangelio según San Mateo (6, 9-13) y la tercera en un escrito conocido como ‘La didajé’ (enseñanza). Al decir de los especialistas, la versión de Lucas se cultivó en ambientes de la catequesis, las otras dos en el ámbito de la liturgia. En el fondo tratan la misma realidad, adaptada a los ambientes en que se conservó.

El evangelio de la Misa de este domingo se inicia presentando a Jesús orando, cuando hubo terminado uno de sus discípulos le pide compartir ‘su’ experiencia de oración con ellos.

Es útil reconocer en este propósito una dificultad del lenguaje. El lenguaje es la manera como el ser humano se ‘apropia’ de la realidad, es la forma como el ser humano explica para sí y para los otros la realidad. Dentro de los límites del lenguaje humano Jesús comparte a sus discípulos su experiencia de relación con Dios y este vínculo lo expresa en términos de la relación de un hijo con su padre; en la pasión aparece también esta caracterización de la relación de Jesús con Dios (véase Lucas 22, 42; 23, 46). En el caso del lenguaje sobre Dios es mucho más lo que deja la palabra que lo que ella delimita.

La oración de Jesús se da dentro del vínculo que Él mantiene con Dios, de modo que enseñar la experiencia de orar implica adentrar al discípulo en esta relación. Pero al invocar a Dios como ‘Padre’, más que en el modelo humano de relación, se ha de pensar en Dios que ama incondicionalmente a cada individuo. Este amor ‘paternal’ de Dios a cada ser humano se despliega en el Reino, de ahí relación estrecha de este inicio con las cinco peticiones que siguen. Las dos primeras discurren sobre el Reino, las otras tres sobre la historia hoy.

En la Biblia el ‘nombre’ es mucho más que una especie de etiqueta para diferenciar personas o cosas, el nombre es la misma realidad que se nombra. Pedir al Padre del cielo que santifique (o haga santo) su nombre es pedir que Dios sea reconocido como Dios, es decir, salvando. La segunda petición demanda que el Reino se haga realidad en la historia, que el proyecto de Dios para el mundo se manifieste en la realidad de nuestra historia.

El término ‘pan’ engloba todo lo que el ser humano necesita para subsistir; la petición en el sentido de que Dios provea cada día al discípulo del ‘pan del mañana’ está demandando la gracia de la fidelidad cotidiana. La petición del perdón de los pecados (en plural) reconoce que el perdón es una gracia que viene de Dios para reconstruir la persona del pecador y que esta gracia habilita al mismo pecador para perdonar a los demás. La última petición desea para el discípulo la perseverancia en la fe, no confundir el mal con el bien para no caer en la tentación.

Las dos primeras peticiones se orientan hacia la consumación del Reino, las otras tres manifiestan qué implica que el Reino se vaya haciendo realidad den la vida del discípulo: vivir en fidelidad cada día, experimentar la realidad del perdón para ser artífice de reconciliación y no llegar confundir el mal con el bien. De esta forma no se pierde aquella realidad única y necesaria para hacer frente a la dispersión.

 

 

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