Liturgia Febrero22El programa del trabajo cuaresmal

Los sacerdotes, los religiosos y algunos laicos cada año dejan sus actividades corrientes y se ‘retiran’ durante algunos días para realizar los llamados retiros o …
La oración colecta de la Misa de este domingo, primero de Cuaresma, fija el objetivo de estos ejercicios de Cuaresma en estos términos: «conocer mejor el misterio de Cristo para vivir con mayor plenitud sus riquezas inagotables», de modo que las prácticas o ejercicios religiosos de estos días –oración, penitencia y obras de caridad– nos han de servir para adherirnos a la persona de Jesucristo y su proyecto del Reino.
Para conocer mejor el misterio de Cristo, las lecturas de la Misa de cada domingo de Cuaresma forman un bloque temático: la primera –tomada del Antiguo Testamento– anticipa en imagen o figura la realidad que nos trae Cristo; la segunda lectura –tomada de las cartas de los apóstoles– esclarece esta relación entre el anuncio o anticipo del texto del Antiguo Testamento y el cumplimiento en el episodio del evangelio.
En la primera lectura de este domingo (Génesis 9, 8-15) escuchamos la renovación de la alianza que Dios ofrece a Noé y a la ‘nueva’ humanidad después del castigo que representó el diluvio. Si nos quedamos con el acontecimiento del diluvio y nada más, podríamos pensar en Dios como vengador de la maldad, que, viendo el pecado del hombre se arrepiente de haberlo creado y destruye a los pecadores.
Sin embargo, después del diluvio Dios ofrece su alianza a Noé a su descendencia prometiendo que no exterminará la vida de ningún ser viviente, incluyendo la del ser humano, y ello lo ratifica una señal: «Pongo mi arco en las nubes». En tiempos primitivos el arco y la flecha fueron las armas del guerrero, de modo que ‘colgar el arco’ expresa el inicio de un tiempo de paz. Esta promesa de un Dios que rechaza la venganza alienta nuestro trabajo cuaresmal.
La segunda lectura (1Pedro 3, 18-22) con base en la relación figura/realidad nos sirve de puente entre el texto del Génesis y el episodio de las tentaciones. Veamos. Los versículos de la Primera carta de San Pedro nos anuncian, en primer lugar, el valor liberador de la muerte de Jesucristo para toda la humanidad, así, quienes perecieron por el diluvio en tiempos de Noé, son reconciliados con Dios por el único y definitivo sacrificio de Jesús.
En segundo lugar, el texto de la Primera carta de San Pedro afirma que el arca que construyó Noé es figura del bautismo cristiano, es figura que anunció y anticipó el bautismo, aunque el bautismo que celebra la Iglesia es superior, pues en virtud de la resurrección de Jesucristo este sacramento nos hace partícipes de su victoria pascual.
El texto del evangelio de la Misa empieza ligando el episodio de la tentación a Jesús en el desierto con el del bautismo: «Una vez bautizado Jesús, el Espíritu lo movió a ir al desierto. Allí estuvo cuarenta días.» Esta secuencia bautismo – desierto de alguna manera inspira nuestro trabajo cuaresmal. En la Escritura la cifra ‘cuarenta’ aparece varias veces vinculada con el desierto, quizá el vínculo más memorable sea la travesía del pueblo de Israel tras su salida de Egipto; la liberación de la esclavitud fue el inicio, pero es en la experiencia del desierto donde los liberados adquieren identidad de pueblo, de modo que el desierto es la ocasión de maduración de la fe; y también en el desierto apareció la tentación y algunos israelitas quisieron regresar a Egipto, donde sí había comida, pero allí igualmente el pueblo experimentó la cercanía de Dios.
De manera similar en el relato de Marcos, la identidad de Jesús revelada en el episodio del bautismo –«Tú eres mi Hijo muy querido»– es probada en el desierto; venciendo la tentación, Jesús se acredita como Hijo de Dios. Esta secuencia bautismo – desierto ilustra nuestro trabajo cuaresmal; en la Cuaresma tenemos la ocasión de madurar la fe recibida en el bautismo, la oportunidad para recabar en nuestra identidad de bautizados, de hijos de Dios.
Al final de los días de Cuaresma, en la Vigilia pascual, renovaremos los compromisos del santo Bautismo «con los que en otro tiempo renunciamos a Satanás y a sus obras y prometimos servir fielmente a Dios en la santa Iglesia católica.» El rito de nuestra renovación de los compromisos del Bautismo en la noche de Pascua puede ser auténtico en la misma medida en que sea sincero nuestro trabajo cuaresmal.
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