Pasar al contenido principal
#397dff

LITURGIA Enero 20 La Alianza de Jesús con la Iglesia

17 de enero de 2019
LITURGIA Enero 20 La Alianza de Jesús con la Iglesia

Dentro del calendario de la Iglesia, una vez concluidas las fiestas de Navidad se inicia el ‘Tiempo durante el año’ o tiempo ordinario; si en los días de Adviento,…

Este año los domingos en la misa estaremos siguiendo el relato del evangelio según San Lucas, de esta forma Lucas viene a ser como nuestro preceptor o guía para adentrarnos en el misterio de Jesucristo. Pero antes de iniciar la lectura continua la narración de Lucas, y a manera de puente entre la celebración de la Navidad y la vida pública de Jesús, en este domingo se nos propone una escena del relato del evangelio según San Juan: las bodas de Caná.

En el evangelio según San Juan, el episodio de las bodas de Caná viene a ser también el puente entre la presentación del Mesías que hace Juan el Bautista y la vida pública de Jesús. En la tradición litúrgica, junto con la adoración de los sabios de Oriente y el bautismo por Juan en el río Jordán, las bodas de Caná es un episodio de manifestación o epifanía de Jesús; vestigio de ello se encuentra en las antífonas a los cánticos evangélicos de la solemnidad de la Epifanía en la Liturgia de las Horas. En la distribución de las lecturas para la misa del domingo –leccionario dominical– las bodas de Caná quieren ser el prólogo de la historia de Jesús que narra el evangelio según San Lucas.

La Biblia acude en varias ocasiones a la imagen del matrimonio o de la relación íntima varón / mujer para expresar la revelación de la Alianza de Dios con el pueblo de Israel, de Dios con la humanidad o de Cristo con la Iglesia, que es el caso de las bodas de Caná. En la primera lectura de este domingo (Isaías 62, 1-5) la promesa de una nueva Alianza después del destierro a Babilonia se expone en lenguaje nupcial, la situación del pueblo de Israel está representada por la mujer, las acciones del varón evocan el amor de Dios por su pueblo: «el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá un esposo. Como un joven se desposa con una doncella, te desposan tus constructores. Como se regocija el marido con su esposa, se regocija tu Dios contigo». Este símil se extiende hasta la alegría conyugal.

Las acciones descritas nos llevan a entender que Dios prepara a su esposa, como lo expresará luego San Pablo para hablar de la Iglesia y de los discípulos, miembros de su cuerpo: «[Cristo] ha santificado y purificado [a la Iglesia] con el baño del agua y de la palabra. Quería llevar a su presencia una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada semejante» (Efesios 5, 26-27).

Dentro de esta tradición nupcial bíblica se incluye el episodio del evangelio de la misa de hoy (Juan 2, 1-11). Al inicio de la narración el evangelista conduce al lector a pensar en unas bodas, pero no solo omite los nombres de los contrayentes, sino que en el relato el novio aparece únicamente en un oscuro tercer plano; la novia ni se menciona. Al verse dentro del relato de unas bodas, el lector tiene que indagar a partir de la información suministrada quiénes son los contrayentes.

El relato, después de mencionar la celebración de una boda, precisa que Jesús y sus discípulos estaban invitados a la boda, y el mismo relato finaliza diciendo que los discípulos creyeron en Jesús. Aparece claro que el propósito de la narración es contar cómo los discípulos han llegado a creer en Jesús, desde esta perspectiva aparece ante nosotros que el establecimiento de la alianza entre Jesús y los discípulos es el sentido hondo de la narración. El evangelista quiere que el lector

concluya que las bodas a las que están invitados Jesús y sus discípulos es la alianza entre el Maestro y los discípulos.

Desde este punto de vista el interés de la escena se desplaza hacia el proceso del establecimiento de la Alianza entre Jesús y sus discípulos. Ellos se volvieron ‘creyentes’ por el hecho de ser testigos del «primero de los signos que realizó Jesús». Una traducción más literal del texto griego concluye afirmado que ‘Jesús realizó [este] el primer signo que manifestó su gloria y los discípulos vieron y creyeron en Él’. Es decir, los discípulos ‘vieron el signo y creyeron’. El binomio ‘ver y creer’ se encuentra en varios lugares del evangelio según San Juan, el más recordado en la manifestación del Resucitado a Tomás (20, 29).

El jefe del servicio fue testigo de primera línea de un vino nuevo, pero de él no se dice que creyó sino que, al no saber de dónde procedía el vino nuevo, se halló ante una irregularidad –todo el mundo / tú, en cambio–. Contrariamente, de los sirvientes el relato dice que sí sabían de la procedencia del vino nuevo y esto porque habían sido fieles a lo que Jesús les había dicho; esto es, por su obediencia a la palabra de Jesús. El relato da para pensar que estos sirvientes, por obedecer a la palabra, terminaron participando de la Alianza, es decir, llegaron a ser discípulos de Jesús.

Aumentar
Fuente
Disminuir
Fuente

Noticias relacionadas