Liturgia Diciembre 21Acoger la gracia del misterio de la encarnación

Corre la cuarta semana de Adviento, ahora la Iglesia nos invita a prepararnos más directamente para la celebración de los días de Navidad y con ello a fijar nuestra…
La oración colecta de la Misa de este domingo propone la encarnación del Hijo de Dios como el inicio de un camino que conduce, por la entrega de la vida, a la plenitud de vida en la resurrección; nos invita este texto a ir más allá de las escenas que evoca el pesebre y fijarnos en la meta: nuestra salvación.
Las lecturas bíblicas de alguna forma contraponen la imposibilidad del ser humano para hallar la salvación y nos llevan a entender ésta como pura gracia, puro don gratuito de Dios. En la primera lectura David, con algo de remordimiento por una relativa prosperidad y por encontrarse viviendo en casa de cedro, manifiesta el deseo de construir una casa para Dios; a través del profeta Natán Dios le revela que el hombre no construirá ninguna casa para Dios, por el contrario, es Dios quien mantendrá la ‘casa de David’, pues siempre habrá un descendiente suyo: «Tu dinastía y tu reinado durarán por siempre en mi presencia, tu trono se mantendrá firme eternamente».
Los versículos de la carta a los Romanos que escuchamos en la segunda lectura presentan la salvación como el proyecto de Dios que ninguno conocía –misterio escondido– pero que él mismo lo vino revelando en las Escrituras y ahora precisamente realiza por Jesucristo. Este proyecto de salvación tiene alcance universal.
Delante del anuncio del ángel, María también expone la imposibilidad del hombre: «¿Cómo puede ser esto, siendo yo virgen?» A lo que el mensajero celestial responde que la gente decía que Isabel era estéril, pero ella ya ha concebido un hijo, «porque para Dios no hay nada imposible». Reconocemos en estos textos la libre y gratuita iniciativa de Dios para llevar al ser humano a participar de la vida divina.
El proyecto de la salvación universal lo realiza Dios en la historia de la humanidad merced al misterio de la encarnación, de manera que podemos entender la salvación como participar del misterio de la encarnación, es decir, entrar en la historia por la que Dios está acercándose a todo ser humano.
En el episodio de la anunciación del ángel a María Dios le revela a ella cómo se van cumpliendo las promesas hechas al pueblo de Israel y la forma de participación de la Virgen madre. Ella reconoce la imposibilidad humana de llevarse a cabo este proyecto, su interlocutor le manifiesta que es Dios quien obra y María concluye expresando su disponibilidad para hacer parte de la historia de salvación.
Tenemos así un ejemplo de lo que quiere decir participar del misterio de la encarnación. Primero acogemos la revelación que nos indica que la salvación es un proyecto que Dios está realizando en la historia de cada ser humano y en la historia de la humanidad, a partir de esta toma de conciencia descubrimos nuestra participación en este plan. Por el misterio de la encarnación la salvación llega a todo hombre y a toda mujer, pues «el mismo Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido en cierto modo con todo hombre» (Gaudium spes, 21).
Por el misterio de la encarnación la salvación preparada en la alianza de Dios con el pueblo de Israel llega a adquirir alcance universal, el ángel revela que el hijo que concebirá María es hijo de David y soberano del pueblo de Jacob, de esta forma se cumple la promesa hecha al rey y que escuchamos en la primera lectura. Pero hay más, este niño concebido sin participación de varón
alguno es salvador (se llama Jesús, ‘Yahvé salva’), se le conocerá como Hijo de Dios. La salvación que alcanzamos por Jesucristo no es obra humana, es gratuidad de Dios.
Prepararnos para participar en la celebración de la Navidad es disponernos para reconocer en nuestra propia existencia la vida que Dios ofrece a todo ser humano, vida divina, vida de hijos de Dios. Al referirse al misterio de la encarnación, San Agustín decía del ‘admirable intercambio que nos salva: el Hijo de Dios se hace Hijo del hombre, para que nosotros, que somos hijos de hombres, lleguemos a ser hijos de Dios.
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