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LITURGIA Diciembre 20El cumplimiento de las promesas de Dios

19 de diciembre de 2015
LITURGIA Diciembre 20El cumplimiento de las promesas de Dios

En los días transcurridos del Adviento, los diferentes textos de la liturgia han venido revelando la salvación como el proyecto que Dios viene realizando en la historia…

La colecta de la Misa de hoy es un texto conocido, toda vez que la piedad popular lo propone como conclusión del ángelus; esta oración colecta presenta el misterio de la Encarnación como el inicio de la salvación que halla su plenitud en la participación de la resurrección de Cristo, a partir de ello pide para los cristianos –quienes conocen que el hijo nacido de la Virgen María es el Hijo de Dios– que, siguiendo el camino que Cristo abrió, tengan parte en su Pascua, es decir, tengan la plenitud de vida en la resurrección.

Desde esta perspectiva, la fe cristiana implica acoger al Hijo de Dios, que por la Encarnación, viene al encuentro de toda la humanidad y acogiéndolo a Él acoger la vida que Dios ofrece a todo hombre. El texto de la primera lectura (Miqueas 5, 1-4a) anuncia el origen humilde de Salvador, no vendrá de la capital, Jerusalén, sino de una humilde aldea: Belén. Por el misterio de la Encarnación, el Salvador viene en la fragilidad de un ser humano; pero actúa con el poder de Dios y congregará a todos los hombres, hasta el confín de la tierra.

En esta línea de la Encarnación, el texto de la carta a los Hebreos que escuchamos en la segunda lectura anuncia una nueva forma en la relación de los hombres con Dios: «Tú [Dios] no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo». A partir de la Encarnación del Hijo de Dios, la fe se realiza y se expresa en la existencia orientada según el querer de Dios. Jesucristo, el Verbo encarnado, por su obediencia en todo al proyecto del Padre nos revela el camino de la salvación. Él nos revela que la vida se asegura precisamente entregándola: «por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección».

Esto tres textos –oración colecta, Miqueas y la carta a los Hebreos– avivan la fe cristiana para contemplar la escena de la Visitación de María que escuchamos en el evangelio (Lucas 1, 39-45). El episodio se abre con la obediencia de María: prontamente se levanta y se pone en camino; obediencia que es armonía entre la fe y la realización del proyecto de Dios. Por el anuncio del ángel María ha conocido el proyecto de Dios en ella y en Isabel, ahora es portadora del Evangelio a casa de Zacarías.

Esta primera parte del evangelio de hoy consiste en la descripción de un encuentro y en tres ocasiones se menciona la acción de saludar. El saludo ocurre en el contexto de un encuentro, la salvación que Dios ofrece se va realizando por encuentros entre las personas. En este texto, saludar es mucho más que expresar un buen deseo, el saludo de María está indicando el inicio de algo nuevo y así lo comprende Isabel.

La segunda parte de la escena del evangelio presenta las respuestas de Isabel y de su hijo, Juan Bautista. El niño, aún en el seno de su madre, se estremece de alegría; quien llegará a ser ‘la voz que clama en el desierto’ no puede aún articular palabra, pero su estremecimiento es signo de gozo. A su vez, Isabel se llena del Espíritu Santo y expresa una bendición a María. El niño y la madre profetizan la aurora de la salvación.

Isabel, movida por el Espíritu Santo, expresa una bienaventuranza para reconocer cómo se está cumpliendo el proyecto de Dios por la obediencia de María.

La bienaventuranza se dirige a María, la más bendecida entre todas las mujeres, pues ha sido elegida para ser la madre del Señor. En esta ocasión María es bendecida por el fruto de su vientre. El motivo de la bienaventuranza que expresa Isabel es la fe de María: «¡Dichosa eres tú, que creíste  que se cumpliría lo que el Señor te anunció!» En esta frase se expresa la fe de María como una realidad (‘tú, que creíste’) más que como un motivo (‘porque creíste’).

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