LITURGIA Diciembre 13La misión del Mesías

Una de los motivos que expresa el papa Francisco para entrar en el Año jubilar de la Misericordia es el quincuagésimo aniversario de la clausura del concilio Vaticano II…
En el capítulo 3 del relato del evangelio según San Lucas podemos identificar la presentación de dos maneras de anuncio, la de Juan Bautista y la de Jesús; precisamente de este capítulo están tomados los versículos del evangelio de la Misa de este domingo (Lucas 3, 10-18). Juan Bautista anuncia y presenta al Mesías como aquel que es «más fuerte» y que viene a realizar el juicio divino. La idea de ‘juicio’ suele inspirar temor, sin embargo la intención del texto del evangelio es inspirar confianza.
Por ello desde el inicio de la celebración de este domingo la liturgia comienza a ambientar la proclamación del evangelio recreando un contexto de alegría: «Hay que estar siempre alegres en el Señor», la antífona de entrada y el inicio de la segunda lectura (Filipenses 4, 4-7); «¡Canta dichosa, ciudad de Sión, grita de júbilo, Israel!», el inicio de la primera lectura (Sofonías 3, 14-18). La Iglesia lee el evangelio de este domingo en este entorno de alegría.
En el evangelio de hoy reconocemos dos partes, en la primera se nos refiere un resumen de la misión de Juan el Bautista, en la segunda tenemos el anuncio que Juan hace de la misión del Mesías.
Para ofrecer el resumen de la misión de Juan el Bautista, el texto inicia presentando la reacción de la gente ante de inminencia del anuncio del juicio que hacía Juan en los versículos anteriores: «¿Qué tenemos que hacer?» Esta pregunta se repite en tres oportunidades para que sea ocasión de exponer más detalladamente los frutos de la conversión.
Esta es la dinámica: el anuncio del juicio lleva a la conversión. La conversión es un proceso íntimo en cada persona, ahora el texto tiene la intención de indicar cómo se expresa externamente la conversión, de ahí la insistencia de una pregunta que se repite tres veces. La primera respuesta exige no quedarse con más de lo necesario: «El que tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene»; la segunda pide ser honrados: «No exijan más de lo que está mandado»; la tercera ordena no abusar de una situación dominante: «No exijan por la fuerza».
En resumen, el fruto externo de la conversión es el rechazo a la codicia, lo que se concretiza en compartir y en no exigir más de lo acordado.
En la segunda parte de evangelio de este domingo Juan el Bautista presenta la misión del Mesías el que realiza el juicio divino. Esta segunda parte la introduce el evangelista con una idea muy apreciada por la revelación bíblica: la propia identidad de la persona se aclara delante de Dios, de ahí que la gente se pregunte desde lo íntimo –‘en tais kardíais’, desde el corazón’, dice el texto griego–. En un ambiente de creciente expectativa creado por la misión de Juan, para encontrar su identidad, la gente se pregunta si él no sería el Mesías.
Juan Bautista responde tres cosas, primera, que el Mesías es alguien más fuerte; segunda, que ya viene y, tercera, que realizará el auténtico juicio. Para referir que el Mesías es más poderoso, Juan habla de dos bautismos, el uno con agua, el otro con fuego; en la Escritura el fuego es una imagen muy socorrida para referirse al juicio divino, se entiende entonces que el bautismo que instaurará el Mesías sí tiene eficacia para efectuar el juicio divino.
En segundo término, el bautista anuncia, con un verbo conjugado en presente, la llegada del Mesías: «viene». En tercer lugar, expresa la realidad del juicio por medio de una imagen de las labores agrarias: el segador corta las espigas maduras, luego en la era, mediante la trilla hace que la espiga expulse el grano, pero permanecen mezclados grano y paja; entonces el agricultor, mediante una especie de horqueta grande –el bieldo– avienta la mies trillada, el aire que circula arrastra la paja y el grano, por su propio peso, va cayendo.
En esta imagen se expresa el juicio como separación de lo fundamental (el grano) respecto de lo accesorio (la paja). Así, entonces, la misión del Mesías, permitir a los hombres quedarse y asegurar lo fundamental y desprenderse de aquello que no es propio del ser humano. El Mesías que viene tiene el poder, la fuerza, para realizar este juicio y con su gracia lo realiza en cada uno de nosotros. Es la misericordia de Dios la que nos va haciendo cada vez más semejantes al ideal del ser humano que nos revela el Hijo de Dios hecho hombre.
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