Liturgia: Comentario al Evangelio del domingo
La predicación de Juan el Bautista se centra en la urgencia de la conversión, y la razón es: porque está cerca el Reino de los cielos, palabras con las que san Mateo en 3,2 y en 4,7 resume la predicación de Jesús.
Juan, se presenta como el precursor que prepara el camino a uno más fuerte que él, el Mesías, el Señor. Juan bautiza con agua y anuncia que quien viene detrás bautizará con fuego y Espíritu Santo, y que nos sumergirá, no en las aguas del río Jordán, sino en el misterio mismo de Dios. Con ello reconoce la condición de Mesías de Aquel que ha de venir.
En la primera Lectura, el profeta Isaías, ocho siglos antes, anuncia que brotaría un retoño, penetrado en plenitud por el Espíritu, germen de vida y de salvación. Un rey justo que salvará a los inocentes oprimidos y castigará a los culpables. Con Él se inaugurará un tiempo nuevo, una nueva creación. El Salmo 71 reafirma la esperanza en el que ha de venir. Y San Pablo les dice a los cristianos de Roma que Cristo salvará a todos los hombres.
Conversión, arrepentimiento, enmienda, quiere decir un cambio radical, que nos lleve a vivir y a obrar de cara al Dios justo, y como Él, a obrar en verdad, justicia y amor. Juan predica lo que el Reino de Dios pide: la conversión; la que se manifiesta, ante todo en sus frutos, como expresión clara de un nuevo estilo de vida que no se limita a evitar el pecado, sino que hace el bien, que practica la justicia y el amor.
Ponernos en estado de conversión significa poner a Jesús en el centro de nuestra vida. El grito de Juan es también para nosotros, para toda la sociedad colombiana: preparad los caminos del Señor para que el viento y el fuego de Pentecostés (Hech.2) nos de la luz y la fuerza para luchar contra la corrupción, contra la mala fe, contra la injusticia. El grito de Juan a los colombianos de hoy está impregnado de dolor.
Escuchemos el mensaje de Juan que nos habla en nombre del que viene; dejémonos seducir e interpelar por la Palabra de Dios de modo que, ante la corrupción, la injusticia y la pobreza no sigamos guardando silencio, sino que actuemos como precursores y como profetas, a ejemplo de Juan el Bautista.
Esta será la mejor preparación de la celebración de la Navidad que podemos hacer.
Saludo y bendición. Padre Carlos Marín
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