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LITURGIA Agosto 9 El amor a la verdad como los balbuceos de la fe

5 de agosto de 2015
LITURGIA Agosto 9 El amor a la verdad como los balbuceos de la fe

En el evangelio de la Misa dominical seguimos con la lectura del capítulo seis del evangelio según San Juan, en este capítulo, mediante la imagen del alimento, se…

Hemos observado que el capítulo avanza narrativamente a través de la controversia entre Jesús y los galileos que se resisten a creer. En nuestro comentario al texto del domingo anterior destacamos la invitación de Jesús a los galileos (y a nosotros) para empeñar a fondo la vida en el trabajo de Dios: «El trabajo que Dios quiere es que crean en su Enviado» (v.29), y este trabajo que Dios quiere, el trabajo que Él desea realizar, consiste en constituirnos discípulos de Jesús. Para los galileos esta revelación de Jesús les resulta desafiante y manifiestan que la vida la han tenido garantizada por el cumplimiento de la Ley de Moisés.

El texto del evangelio de la Misa de este domingo (Juan 6, 41-51) se abre retomando la revelación con que concluyó en texto de hace ocho días: Jesús es el pan bajado del cielo. Ahora los galileos cuestionan el origen divino de Jesús, el misterio de Jesucristo. En el texto griego esta actitud crítica se expresa con el verbo ‘góggyzo’, que se suele traducir como murmurar. Es la misma acción de los israelitas en el desierto que escuchamos en la primera lectura del domingo pasado y que se repite en varias oportunidades.

En la Biblia murmurar principalmente se emplea para referirse a las ocasiones en las que alguien se niega a aceptar el plan de Dios porque este plan cuestiona lo conocido, porque este plan, a quien busca creer, lo desaloja de aquello que le ha dado seguridad. En el evangelio de hoy a los galileos les resulta desafiante asumir que Dios realice la salvación por medio de Jesús, a quien tiene bien conocido como un hombre. Ellos tienen suficiente información sobre el hijo de José y pero les resulta distante el misterio del Hijo de Dios; saben de la condición humana de Jesús e impugnan que sea capaz de dar la verdadera vida. Murmurar es la actitud de quien se resiste a abandonar su ‘área de confort’ ante el misterio.

Respondiendo a la murmuración de los galileos Jesús nos hace avanzar hacia el segundo tema del capítulo: la necesidad de apropiarnos del don de Dios en Jesús y ello mediante la metáfora de comer.

Comenzamos a introducirnos en este tema con la recordación de Jesús acerca del trabajo que quiere realizar el Padre; el domingo pasado dijo Jesús: «El trabajo que Dios quiere es que crean en su Enviado», ahora dice: «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió». El trabajo del Padre es atraernos hacia Jesús, llevarnos a configurarnos como discípulos de Jesús.

Este obrar del Padre pareciera coercitivo y marginaría la experiencia cristiana del ámbito de la libertad del hombre. En este contexto San Agustín comenta que el Padre atrae no por la fuerza sino con deleite: «Hay cierto placer del corazón, para el que es dulce el pan celeste. … hacia Cristo se atrae el hombre que se delita en la verdad, en la justicia» (Tratado sobre el evangelio de Juan, 26, 4).

El amor  la verdad lo podemos reconocer en la afirmación de Jesús: «Todo el que escucha al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí». Tenemos entonces que la revelación de Jesucristo viene a responder a las búsquedas íntimas del ser humano. Desde este deseo de tantos hombres hermanos nuestros por la justicia, por la verdad, por los derechos de los desheredados, podemos reconocer que Dios está atrayéndolos hacia Jesucristo para que en Él tengan vida.

El cambio de paradigma del que nos viene insistiendo el PlanE nos permite contemplar el trabajo del Padre del cielo atrayendo a la humanidad hacia Jesucristo y nos hace mirar con esperanza el desafío de evangelizar en una época poscristiana.

En este contexto de la invitación a entrar en comunión con Jesucristo pasamos de la afirmación ‘Yo soy el pan bajado del cielo’ a otra algo diferente: ‘Yo soy el pan que da la vida’. Jesucristo es el pan que viene de Dios y que no deja morir a quien lo come.

Termina el evangelio de hoy con la revelación abierta de Jesús, este pan que no deja morir es su ‘carne’. En el evangelio según san Juan el término ‘carne’ hace referencia a la condición del Verbo encarnado (véase Juan 1, 14). Terminamos reconociendo un nuevo anuncio de la Pascua de Jesús: Él se entregará a sí mismo para dar vida al mundo.

 

 

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