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LITURGIA Agosto 19 Jesucristo responde plenamente a los anhelos más profundos del ser humano

16 de agosto de 2018
LITURGIA Agosto 19 Jesucristo responde plenamente a los anhelos más profundos del ser humano

Desde tres domingos atrás venimos siguiendo en el evangelio de la misa la secuencia del capítulo seis del relato de san Juan, en este capítulo Jesús presenta la obra de…

En los versículos que leemos hoy (Juan 6, 51-58) se esclarece el significado de la metáfora: el alimento es la misma persona de Jesucristo y comer este alimento significa aceptar la vida que ofrece Jesús.

Hace ocho días terminaba el evangelio de la misa con la revelación de Jesús: «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo, El que coma de este pan vivirá eternamente. Y el pan que daré es mi carne por la vida del mundo»; ahora los judíos vuelven a manifestar su inconformidad con el proyecto por el que Dios ofrece la salvación, es decir, vuelven a murmurar. ¿Cuál es ahora el motivo esta murmuración?

En el desarrollo de la controversia, Jesús viene manifestando que el don del desierto, es decir, la Ley, presentada a través la metáfora del maná, resulta insuficiente para dar vida, pues los antepasados murieron; en su lugar el pan que Dios ofrece ahora sí es capaz de dar vida y suprimir para siempre la muerte.

En el evangelio de este domingo, Jesús pasa a identificar este pan que da vida con su propia persona: «mi carne». En el prólogo del evangelio según san Juan el término ‘carne’ hace referencia a la condición del Hijo de Dios hecho hombre: «Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros» (1, 14). El pan ‘bajado del cielo’ es el Verbo encarnado. En este contexto Jesús está anunciando que Él va a entregarse a sí mismo para que el mundo tenga vida.

El domingo pasado los judíos manifestaban conocer el origen humano de Jesús, pero estaban negados para penetrar en el misterio salvífico de Dios en Jesús, en continuidad con este impedimento ahora a los judíos les resulta escandaloso asumir que el ser humano se salve apersonándose del don que ofrece Jesús.

Desde la imagen metafórica del alimento, en que se viene presentando la salvación, la acción de ‘comer’ indica aceptar el don del pan y apersonarse del alimento. Este es el nuevo recelo de los judíos, cómo pretende Jesús ser el salvador del ser humano: «¿Cómo puede este hombre darnos a comer su carne?»

Entonces Jesús explica por qué y cómo quien lo acoge a Él llega, por esa acogida, a tener una vida que no muere; explica por qué y cómo comiendo la carne del Hijo del hombre hace que a quien lo coma y beba tener la plenitud de la vida.

En primer lugar tenemos el porqué: «Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida». En los escritos del Nuevo Testamento el binomio carne/sangre indica la condición humana (véase Mateo 16, 17). Según eso, en el evangelio de hoy Jesús está afirmando que su persona –el Verbo encarnado– sacia plena y suficientemente al hombre; en Jesucristo encuentra el ser humano la respuesta a sus más profundos anhelos y ansias de vida, pues Él es verdadero alimento.

En cuanto al ‘cómo’ Jesús afirma que quien lo acoge a Él entra a participar de la vida de comunión profunda que hay ente Él y el Padre del cielo; esta revelación se presenta en dos desarrollos, el primero indica que comer y beber lleva a quien lo realiza a permanecer en Jesús. Y aquí nos apartamos nuevamente de la metáfora del alimento, pues en el plano del alimento natural, éste se convierte en parte de quien lo come y se integra al organismo. ‘Somos lo que comemos’ dicen los nutricionistas.

En cambio, el ‘comer la carne del Hijo del hombre’ lleva a quien la come a permanecer en el Hijo del hombre y al mismo tiempo el Hijo del hombre permanecerá en quien lo come: «El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él». Este ‘habitar en’ es realidad de comunión profunda y vital entre Jesús y el discípulo y por esta comunión con Jesús el discípulo es introducido en la comunión del Padre que vive Jesús: «El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; de la misma manera, el que me come vivirá por mí».

En esto consiste la vida plena que Jesús anuncia y de la que quiere que participemos. La ‘vida’ de la que se viene hablando como salvación en este capítulo seis del evangelio según san Juan consiste en participar de la comunión de Jesús mismo con el Padre del cielo y esta comunión es la plenitud a la que Dios está llevando al hombre por medio de Jesucristo.

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