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LITURGIA Abril 9La solidaridad de Jesús con nuestra situación de pecadores

6 de abril de 2017
LITURGIA Abril 9La solidaridad de Jesús con nuestra situación de pecadores

Ingresamos al tercer tramo de la Cuaresma. Después de haber leído en el evangelio de la misa tres episodios del evangelio según San Juan con una orientación hacia el…

La liturgia de hoy nos invita a contemplar la pascua de Jesús como culminación de la Encarnación; la oración colecta de la Misa hace eco de la carta a los Hebreos: «Cristo, al venir al mundo, dijo: “No es el sacrificio o la oblación lo que te agrada, pero me formaste un cuerpo. Por eso yo he dicho: Aquí me tienes –como está prescrito de mí en el libro de la Ley– para hacer, oh Dios, tu voluntad» (Hebreo 10, 5.7).

Evocando el misterio de la Encarnación la colecta presenta la vida de Jesús como la búsqueda permanente de la realización del proyecto del Padre, esta forma de vivir en obediencia al proyecto del Padre condujo a Jesús a ser condenado a morir en la cruz. Con base en ello esta oración pide para nosotros la gracia de seguir este ejemplo de Cristo y así llegar a participar de la Pascua.

Como venimos proponiendo en nuestra reflexión, en los domingos de Cuaresma, el texto de la segunda lectura nos ofrece una clave importante para hallar el sentido litúrgico de las tres lecturas de la misa. En este domingo, el texto de la segunda lectura (Filipenses 2, 6-11) nos lleva a contemplar el itinerario de Jesús que reconocimos en la oración colecta: –encarnación –muerte en la cruz –exaltación (resurrección).

El concilio Vaticano II expresa que por el misterio de la encarnación «el Hijo de Dios se ha unido, en cierto modo, con todo hombre» (Gaudium et spes, 22). Por la encarnación el Hijo de Dios quedó expuesto como todo ser humano, llegando incluso a ser víctima inocente de las injusticias. La Pasión de Cristo continúa en hombres y mujeres víctimas inocentes.

En la primera lectura (Isaías 50, 4-7) escuchamos lo que los estudiosos de la Biblia llaman el ‘tercer cántico del siervo’. En el libro del profeta Isaías se reconocen cuatro cánticos del siervo, cada uno de ellos describe la situación de un hombre –el siervo– enviado por Dios al pueblo de Israel, pero la gente no lo recibe, al contrario y lo maltrata; en la tradición cristiana estos cánticos se han recibido como anuncio de lo que se cumplió en el ministerio de Jesús. Desde hoy domingo y hasta el miércoles santo leemos cada día uno de estos cánticos en la primera lectura de la misa estos cuatro textos.

En el cántico del siervo que leemos este domingo, el siervo se presenta como profeta: el Señor le ha dado «labios persuasivos para saber decir una palabra de aliento a los cansados» y le ha preparado el oído para recibir la revelación; la misión de llevar un mensaje de consuelo a los afligidos le ha granjeado sufrimiento. Esta presentación del siervo se corresponde con el destino de Jesús que escuchamos en la lectura de la pasión.

El himno de la carta a los Filipenses señala que, por la encarnación, el Hijo de Dios «se humilló haciéndose obediente hasta a la muerte, y una muerte en cruz»; esta puntualización sobre la forma de morir quiere poner de manifiesto que Jesús fue señalado como enemigo de la sociedad, pues la crucifixión era en aquel tiempo la manera de ejecutar a quienes se sublevaban contra el Imperio.

Desde la fe cristiana, la muerte de Jesús redime a toda la humanidad porque aquella muerte más que un acontecimiento puntual es la expresión sublime de una existencia en fidelidad al proyecto de Dios. El himno que de la carta a los Filipenses presenta a Jesucristo haciendo el camino inverso de Adán quien, ‘queriendo ser como Dios’, desobedeció (véase Génesis 3, 5); por el contrario,

Jesucristo «no se aferró a su igualdad con Dios», antes bien, «tomó la condición de esclavo», es decir, la condición humana sometida al pecado, llegando a ser ‘imagen y semejanza’ de todo ser humano y por su obediencia es exaltado. Por la encarnación, Jesús es solidario del mundo del pecado, y desde la encarnación es fiel al proyecto de Dios; esta fidelidad hizo que Dios lo encumbrara sobre todos y le concediera el nombre que sobrepasa todo nombre.

Para concluir, volvamos sobre el sentido de la oración colecta; luego de confesar que la Pascua es la culminación de la Encarnación del Hijo de Dios, esta oración pide para los cristianos que, participando de la celebración, recibamos de Dios la gracia de seguir el camino que nos abre Jesús, es decir, que llevemos una vida en obediencia al proyecto de Dios para que participemos de la gloria de la resurrección.

En esta línea de seguir al Cristo está también el texto alterno de la bendición al inicio de la procesión: «que quienes hoy alzamos los ramos en honor de Cristo victorioso, permanezcamos en Él dando fruto abundante de buenas obras».

Imagen: creaconciencia.weebly.com

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