LITURGIA Abril 5 La solidaridad de Jesús con nuestra situación de pecadores

Ingresamos al tercer tramo de la Cuaresma. Después de haber leído en la misa dominical tres episodios del evangelio según san Juan con una clara orientación hacia el…
La liturgia de hoy nos invita a contemplar la Pascua de Jesús como culminación de la encarnación; la oración colecta de la misa evoca la carta a los Hebreos cuando afirma que «al entrar Cristo en el mundo dice: “Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo. Entonces yo dije: He aquí que vengo ‒pues está escrito en el comienzo del libro acerca de mí‒ para hacer, ¡oh, Dios!, tu voluntad”.» (Hebreos 10, 5.7).
Asumiendo la realidad de la encarnación del Hijo de Dios, la colecta presenta la vida de Jesús como la búsqueda permanente de la realización del proyecto del Padre, esta forma de vivir en obediencia al proyecto del Padre condujo a Jesús a ser condenado a morir en la cruz. Con base en ello esta oración pide para nosotros la gracia de seguir este ejemplo de Cristo para llegar a participar de la Pascua.
Como venimos proponiendo en nuestra reflexión en los domingos de Cuaresma, el texto de la segunda lectura nos ofrece una clave importante para hallar el sentido litúrgico de las tres lecturas de la misa. En este domingo, el texto de la segunda lectura (Filipenses 2, 6-11) propone el itinerario de Jesús que reconocimos en la oración colecta: –encarnación –muerte en la cruz –exaltación (resurrección).
El concilio Vaticano II expresa que por el misterio de la encarnación «el Hijo de Dios se ha unido, en cierto modo, con todo hombre» (Gaudium et spes, 22). Por su encarnación, el Hijo de Dios quedó expuesto como todo ser humano, llegando incluso a ser víctima inocente de las injusticias. La Pasión de Cristo continúa en hombres y mujeres víctimas inocentes.
En la primera lectura (Isaías 50, 4-7) escuchamos el ‘tercer cántico del siervo’; aquí el siervo se presenta como profeta: el Señor le ha dado «una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento» y le ha preparado el oído para recibir la revelación. Esta misión del siervo para llevar un mensaje de consuelo a los afligidos le ha atraído sufrimiento. Esta presentación del siervo se corresponde con el destino de Jesús que escuchamos en la lectura de la pasión.
El himno de la carta a los Filipenses señala que, por la encarnación, el Hijo de Dios «se humilló haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte en cruz»; esta puntualización sobre la forma de morir quiere poner de manifiesto que Jesús fue señalado como enemigo de la sociedad, pues la crucifixión era en aquel tiempo la manera de ejecutar a quienes se sublevaban contra el Imperio.
Desde la fe cristiana, la muerte de Jesús redime a toda la humanidad porque aquella muerte más que un acontecimiento puntual es la expresión sublime de una existencia en fidelidad al proyecto de Dios. El himno de la carta a los Filipenses presenta a Jesucristo haciendo el camino inverso de Adán quien, ‘queriendo ser como Dios’, desobedeció (véase Génesis 3, 5); por el contrario, Jesucristo «no se aferró a su igualdad con Dios», antes bien, «tomó la condición de esclavo», es decir, la condición humana sometida al pecado, llegando a ser ‘imagen y semejanza’ de todo ser humano y por su obediencia es exaltado. Por la encarnación, Jesús es solidario con el mundo del pecado, y desde la encarnación es fiel al proyecto de Dios; esta fidelidad hizo que Dios lo encumbrara sobre todos y le concediera el nombre que sobrepasa todo nombre.
Volvamos a la oración colecta. Luego de confesar que la Pascua es la culminación de la encarnación del Hijo de Dios, esta oración pide para los cristianos que, participando de la celebración, recibamos
de Dios la gracia de seguir el camino que nos abre Jesús, es decir, que llevemos una vida en obediencia al proyecto de Dios para que participemos de la gloria de la resurrección.
En esta línea de seguir a Cristo está también el texto alterno de la bendición al inicio de la procesión: «que quienes hoy alzamos los ramos en honor de Cristo victorioso, permanezcamos en Él dando fruto abundante de buenas obras».
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