LITURGIA Abril 17El Padre del cielo confía a cada ser humano a las manos de Jesús

Cambia la coloratura de los domingos de Pascua, pues en los tres primeros domingos la liturgia dominical ha venido invitando a reconocer la presencia del Resucitado en…
A partir de este domingo los textos de la liturgia se orientan a que la comunidad celebrante tome conciencia de los efectos que la Pascua de Jesús engendra en los discípulos y en el mundo.
Sobre la metáfora del pastor y el rebaño, la oración colecta de este domingo pide del Padre celestial la gracia para que a donde ya está glorificado el Pastor llegue también su rebaño y de esta forma entre a participar de la misma gloria. En el evangelio de la misa Jesús manifiesta que la unión entre Él –pastor– y sus discípulos –rebaño– no se quiebra porque el Padre lo ha revestido de poder para dar vida divina a los suyos.
Pero antes de ir al texto del evangelio en la primera lectura (Hechos 13, 14.43-52) la asamblea escucha de las dificultades para el establecimiento de la comunidad cristiana en la ciudad de Antioquia de Pisidia; allí han llegado Pablo y Bernabé para anunciar el evangelio, la comunidad cristiana se va constituyendo a partir de la aceptación de la palabra de Dios que predican los apóstoles; sin embargo los dirigentes judíos impulsan un rechazo a Pablo y Bernabé y terminan expulsándolos de la ciudad. La unidad de los discípulos se ve amenazada.
En el texto de la segunda lectura de estos domingos de Pascua se vienen presentando episodios importantes del libro del Apocalipsis, los versículos que se leen en la misa de hoy (Apocalipsis 7, 9.14b-17) dan cuenta de la victoria de los discípulos que habiendo padecido persecuciones por seguir el camino de Jesús permanecieron fieles en la comunión con el destino del Mesías. El texto admite que si bien la comunión de los discípulos con Jesús –la unidad del pastor y el rebaño– está amenazada, los discípulos que se dejan conducir por el pastor seguro llegarán a poseer la verdadera vida.
La amenaza que atenta contra la unidad pastor rebaño se concretiza en las presiones para silenciar las exigencias del Evangelio y buscar mejor una relación con un dios que se acomode a los caprichos de la persona, un dios que con milagros evite tener que «lavar y blanquear las túnicas en la sangre del Cordero». Es importante notar que entre los vencedores se menciona una multitud incontable que no se limita necesariamente a los cristianos, el texto permite incluir entre los que participan del destino del Mesías (el Cordero inmolado que está vivo) a quienes sufren las injusticias de poderes que hoy estarían causando la condena del Justo. Poderes antihumanos que atentan contra la verdad del hombre que revela el Evangelio.
En los versículos del evangelio según San Juan que se proclaman en la misa de este domingo (Juan 10, 27-30) Jesús manifiesta que la unidad que hay entre Él y el Padre es la garantía de la unidad entre Él y los discípulos, de manera que ninguna amenaza contra esta unidad tendrá éxito. Pero la responsabilidad de cada persona está en dejarse conducir por el Padre para llegar a hacer parte de la comunidad de discípulos, esta conducción se da por la obediencia a la Palabra.
En el relato del cuarte evangelio, estos versículos hacen parte de una controversia entre Jesús y las autoridades del judaísmo de su tiempo, de manera que la intención inicial de estas frases de Jesús es señalar quiénes forman parte de la comunidad de sus discípulos: los que obedecen cuando él llama, es decir, los que diferencian la llamada de Jesús de entre las demás voces y asumen el estilo de vida que propone el Evangelio.
Así que esta historia de comunión de vida principia en el silencio profundo de cada persona, allí donde cada uno reconoce la llamada del Padre del cielo para seguir a Jesús (véase Juan 6, 44-45). Tenemos entonces que el Padre, para que cada hombre o mujer tenga vida, lo pone en las manos de Jesús. Por la victoria pascual Jesús tiene poder que le da el Padre para no dejar que se pierda nadie que le ha sido confiado; para que nadie arrebate de sus manos aquellos que el Padre le ha encomendado.
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