No digan que fue un accidente, que fue una casualidad, que el Hijo de Dios haya nacido en el seno de una familia; una familia formada por Jesús, José y María.
Una familia: comunidad de personas, reflejo e imagen de la comunión del Padre y el Hijo en el Espíritu Santo. Una sabia lección sobre la familia, proyecto de Dios; y sobre lo que debe ser la vida familiar: un reflejo de la obra creadora de Dios en toda su belleza. Una síntesis de lo que podemos llamar: la teología de la familia.
Así son las cosas de Dios, así es su querer, así es su lógica. Ese es su designio: cada uno de nosotros nace y crece en el seno de una familia. Voluntad y proyecto de Dios, no de poderes humanos. Por eso la Iglesia de Jesucristo es, y será siempre, defensora de la familia formada por un varón, una mujer y unos hijos, que son el fruto del amor fiel de los dos.
En los primeros siglos el núcleo central de la Iglesia estaba a menudo constituido por los que con toda su casa habían llegado a ser creyentes, (Hechos 16 y 18). Cuando se convertían deseaban que toda su casa se salvase. De allí nació la expresión: la Iglesia en las casas, es decir, formada por familias.
Las convertidas a la fe eran como islotes de vida cristiana en medio de un mundo no creyente. De allí la expresión iglesia doméstica, recuperada por el Concilio Vaticano II y aplicada a la familia según el proyecto de Dios.
Pero los tiempos han cambiado y la humanidad también. Está hoy en marcha una franca rebelión contra el querer de Dios sobre la familia. Me refiero a la ideología de género o enfoque de género.
Se trata de un manojo de ideas montado sobre una premisa totalmente falsa: que las personas tenemos género y no sexo, y que éste último no es otra cosa que una construcción sociocultural, y no una realidad biológica. En consecuencia, cada persona está en libertad de escoger lo que quiere ser, elegir entre uno u otra o ninguno de los dos, como si existiera algo intermedio. No se nace varón o mujer, sino que se hace varón o mujer. Así se niega la existencia de lo natural, de lo biológico, de lo fisiológico, de lo cromosómico.
El término género es solo un concepto lingüístico totalmente vacío. Las palabras tienen género y no sexo; los seres vivos, en cambio, tenemos sexo y no género. En consecuencia, hablar de equidad de género, o de violencia de género, o de género femenino y género masculino no tiene sentido.
Sobre esta premisa, los promotores de esta ideología pretenden destruir, deconstruir, es el verbo que usan, la familia tradicional y monógama, formada por un varón, una mujer y unos hijos, y quieren hacerlo con expresiones como esta: que la maternidad es una forma de esclavitud, que es opresión por parte del varón sobre la mujer, y que ella está en su derecho de liberarse de ella. Es el marxismo cultural, así algunos quieran suavizar la expresión diciendo que se trata de ingeniería social.
Hermanos: celebremos la familia de Nazaret como una lección y un llamado a afirmarnos en la defensa del proyecto de Dios.
Saludo y bendición para todos. P. Carlos Marín G.
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