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La “Ascensión del Señor”, subió al cielo

1 de junio de 2025
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San Mateo, no dice una palabra sobre la Ascensión al cielo. Su Evangelio termina con una escena de despedida en una montaña de Galilea y la promesa del Señor de estar siempre con ellos hasta el fin del mundo.

San Marcos,16 “Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios”.

San Lucas, 24: Después lo sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo, Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo al cielo. Los Apóstoles con-templan y adoran a Jesús que sube a los cielos y fortalecidos con su bendición se sienten colmados del gozo del Espíritu Santo.

San Juan,16: Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre, y vosotros estáis tristes. Os conviene que yo me vaya para que recibáis el Espíritu Santo. Su tristeza se convertirá en alegría y nadie se las podrá quitar.

Los Hechos de los Apóstoles, 1: “Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube lo ocultó a sus ojos”. Una descripción que recuerda las teofanías o ma-nifestaciones de Dios que narra el libro del Éxodo.

Así como ha descendido, ahora Jesús Asciende. Así como ha sido desfigurado, Jesús se transfigura. Así como ha sido contado entre los malhechores, Jesús se sienta a la derecha del Padre.

Ascensión es el retorno al Padre, es la entrada en la gloria definitiva, es la consumación del sacerdocio de Cristo, es el triunfo universal de Cristo. Resu-rrección, exaltación, ascensión, sentarse a la derecha de Dios, expresan la misma realidad: Jesús vive ya en el misterio de Dios.

La Ascensión es el final de una etapa y el comienzo de otra. Se abre un tiempo nuevo, una hora nueva: la de la comunidad cristiana, la hora nuestra, la de la Iglesia, la del anuncio de la “Buena Nueva del Evangelio”, la de la predicación, la del testimonio de la fe en Jesucristo resucitado, la de la construcción del Reino de Dios en la tierra y en el tiempo. El Reino de Dios queda, por así decirlo, en nuestras manos.

Terminada la presencia histórica de Jesús, empezamos a vivir el tiempo del Espíritu. El Espíritu Santo nos dará la luz, el coraje, la sabiduría para continuar en el tiempo la obra de Jesús.

Para esta tarea necesitamos lucidez e inteligencia históricas. El Señor confía en nosotros, sus discípulos; pero esa confianza implica una tarea inmensa; ser testigos de la resurrección y verdaderos anunciadores de la Buena Nueva del Evangelio de

Jesucristo. El Espíritu Santo será quien ilumine y guíe a la Iglesia, y nos dé a todos la fuerza, la inteligencia, la intrepidez para dar testimonio de Jesucristo.

Pensemos en el cielo y en la verdadera felicidad, pensemos en contemplar el rostro de Dios y en ser semejantes a Él. Sí, pero no olvidemos que esa visión la alcanza-remos si mientras estamos en este mundo damos testimonio de la justicia de Dios y de su amor por nosotros.

Contemplar a Cristo glorioso da sentido pleno a nuestra vida y nos estimula a ser testigos con la fuerza que viene de lo alto, es decir, del Espíritu Santo. El poder de Dios se manifestó en Cristo resucitándolo y sentándolo a la derecha del Padre en el cielo.

P. Carlos Marín G.

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