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Jesús repudia la piedad externa y legalista de los judíos 

1 de septiembre de 2024
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En hebreo la palabra fariseo significa separado. Surgieron unos dos siglos antes de Cristo durante la invasión griega de la Palestina. El rey griego Antíoco Epífanes quiso abolir la Ley de Moisés y obligar a los judíos a asumir las costumbres paganas de los griegos.

Los fariseos o separados, asumieron la resistencia al paganismo y la defensa de la fidelidad a la Ley de Moisés. Pero con el correr de  los años se corrompieron; desfiguraron la Ley de Moisés, distorsionaron la figura del Mesías, crearon un modo propio de vivir la religión israelita.

Jesús desenmascara tanto sus errores doctrinales como su falsa piedad, su falsa religiosidad. La caracterización que Jesús hace de ellos la expresa la palabra “hipocresía”. Reemplazar la Ley de Moisés por tradiciones meramente humanas, creadas por ellos mismos, es hipocresía.

Es hipocresía interpretar la Palabra de Dios según la carne, - lavarse las manos antes de comer, no tocar un leproso…  Ver Isaías. 1,16 : Lavaos… sed limpios - Esta era la atmósfera en la cual se movía Jesús.

El fariseísmo no es una secta, sino espíritu opuesto al Evangelio. Es un vicio espiritual. Es soberbia religiosa; es la corrupción más sutil y peligrosa de la verdad.  Es una simulación de santidad. Es olvidarse del corazón, de lo interior, de la misericordia y de la justicia. La religión se vuelve puramente externa, rutinaria y de oficio, o puro negocio, instrumento de poder y dominación. En una palabra: una religión vacía de Dios. 

Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está muy lejos de Mí. El culto que me dan está vacío porque la doctrina que enseñan  son preceptos humanos. Por eso propone un nuevo principio de pureza o de cercanía al Padre, principio muy distinto a las leyes pensadas e impuestas por los hombres.

Convirtamos ahora en preguntas estas enseñanzas de Jesús:  ¿Qué tan sincera es nuestra búsqueda de Dios? ¿Dónde está nuestro corazón? ¿Hay acaso hipocresía en nuestra vivencia del Evangelio? ¿Hay simulación? ¿Son nuestras celebraciones litúrgicas un encuentro sincero con Dios? Vivir de apariencias de fe religiosa, alabar a Dios solo con los labios mientras nuestro  corazón permanece lejos de Dios,  es  una religión vacía de Dios.

El Evangelio de este domingo nos impone, pues, a todos una tarea irreemplazable: trabajar por la pureza de nuestra fe en Cristo Jesús. No caer nunca en el legalismo ni en el ritualismo. El verdadero centro de la experiencia de fe en Cristo Jesús es el amor a Dios y el amor al prójimo. Es servir a los hermanos sin afanes o intereses personales. Es servir, es dar la vida, tal como lo hizo Jesús.

P. Carlos Marín G.

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