Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta

En los tres años de su vida pública, con sus palabras, hechos y actitudes, Jesús escandalizó muchísimas veces a la gente de su tiempo, aún a quienes aparentaban ser las más religiosas. Una de esas situaciones nos la narra San Lucas en el Evangelio que hoy domingo proclamamos.
Los fariseos y los hombres de letras no dejaron pasar ninguna circunstancia o enseñanza de Jesús para criticarlo y sentirse escandalizados. Por ejemplo, esto de acercarse y acoger a pecadores. Las parábolas que leemos al inicio del cap.15 encarnan, por decirlo así, una defensa incontrovertible del proceder de Jesús, y algo muy importante y oportuno, una clarísima revelación de cómo es el amor de Dios. Jesús obra de esa manera porque así es Dios.
Con la parábola de la oveja perdida Jesús hace un fiel retrato de su Padre Dios. Jesús lo compara con un pastor que deja las 99 y se va a buscar la oveja perdida. Más aún, al encontrarla se la carga en los hombros, porque la oveja es suya y Él la quiere. Por eso mismo invita a los vecinos a celebrar porque ha encontrado la oveja perdida. Lo mismo pasa en el cielo, hay alegría, es decir, fiesta, por un pecador que abandona el mal y vuelve al rebaño. Lo mismo tenemos que decir de la parábola de la moneda perdida. Es el amor de Dios.
En ambas parábolas hay también un implícito rechazo o, si se quiere, una condena del fariseísmo o hipocresía en el cumplimiento de la Ley y en la relación con Dios; hoy diríamos: en la vida cristiana.
Hay algo en este pasaje evangélico que nunca deberíamos olvidar. Si el pecado cometido nos deprime, nos entristece, para todos Jesús nos da una muy buena noticia: Dios, en su infinito amor busca hasta encontrar al que se siente perdido.
Invitemos en este domingo a todo nuestros fieles a contemplar a Jesús que nos revela el amor del Padre, que cada uno se identifique con la oveja perdida, y con el pecador que vuelve al rebaño.
Así es el Cristianismo. Esa la belleza del Cristianismo. Esa la originalidad del Cristianismo. ¿Lo tenemos claro? Que el Evangelio nos ayude a entenderlo y a vivirlo en toda su verdad, en toda su belleza.
P. Carlos Marín G.
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