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Escogidos y enviados

14 de julio de 2024
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Jesús había ya escogido, elegido, a los doce discípulos… pero ¿para qué…? En el Evangelio de este domingo encontramos la respuesta: Para ser enviados, de dos en dos, en su lugar y con todos sus poderes, a continuar su misión, a anunciar la Buena Nueva, a predicar la conversión. 

Nace así la misión de los Apóstoles: prolongar y multiplicar la misión de Jesús, hacer lo que Él hizo, ungir, curar, perdonar. Ellos no lo harán a nombre propio, no se predicarán a sí mismos, solo anunciarán la Buena Nueva que es Jesús; su misión será la de abrir caminos al Reino de Dios con toda la confianza puesta en la fuerza y en la alegría del Evangelio.  

Y un detalle, o mejor, un estilo que habrá de ser inconfundible: andar ligeros de equipaje: un bastón y nada más, ni siquiera dos túnicas. Su ejemplo de vida y los poderes recibidos serán la prueba de la autenticidad de su palabra, de la misión a ellos confiada por Jesús. 

Y de dos en dos, no uno solo, sino en comunión con los enviados, los doce discípulos, para que su palabra y su testimonio comprometan, sacudan mentes y corazones, siembren vidas, hagan renacer la esperanza. Los discípulos no serán simples maestros que enseñan, como los de la ley antigua, sino testigos vivos de Jesús, Hijo de Dios, dador de vida.

Para esa misión, Jesús les da “su poder”, fuerza para “expulsar espíritus inmundos” para liberar, para sanar, para aliviar el sufrimiento, para enseñar a hombres y mujeres a vivir como seres humanos y como hijos de Dios, y que la fuente, el modelo, la inspiración de su acción evangelizadora sea siempre Él.

Para cumplir esta misión, el discípulo, el evangelizador, el sacerdote, el diácono, el bautizado, “mientras vamos por el camino, mientras nos marchamos de un lugar a otro, mientras salimos a predicar la conversión”, debemos vivir en permanente estado de examen de conciencia sobre nuestro ir por el camino llevando solo un bastón, sobre el irnos de un sitio, sobre el salir a predicar la conversión, sobre el ungir con aceite y curar a los enfermos; para eso fueron elegidos ellos, los doce,  fuimos  y enviados también nosotros.

Y ese examen de conciencia debe hacer surgir en cada uno de nosotros la necesidad de excluir de nuestra acción pastoral todo asomo de triunfalismo, toda expresión de satisfacción y falsa tranquilidad que nos lleve a quedarnos en la casa en la que siempre hemos estado.

Muchos de los nacidos en esta casa llamada Colombia, ya no cuentan con nosotros, los enviados por Jesús; ya no nos reciben ni nos escuchan, dicen que no nos necesitan, para nada cuentan con nosotros. Y no quieren darse cuenta de que consecuencia de su culpa, es la multiplicación de la corrupción y de la acción violenta de grupos armados que roban y matan.

Por eso es urgente que todos los elegidos, todos los enviados, - sin excluir a ninguno, - nos pongamos en marcha, salgamos a predicar la conversión, como lo hicieron los doce discípulos, los primeros evangelizadores, escogidos y envidos por el Señor Jesús. Salgamos a construir una casa nueva, una Colombia nueva.

Padre Carlos Marín G.

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