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En últimas, ¿para qué es la religión?

23 de octubre de 2014
En últimas, ¿para qué es la religión?

Estamos leyendo en el evangelio de la Misa dominical la actividad de Jesús en Jerusalén los días previos a la última Cena, es así como venimos descubriendo una…

En el episodio que leemos hoy es un miembro del grupo fariseo y doctor de la Ley quien busca controvertir con Jesús a partir de una pregunta fundamental para los fariseos. Para la mejor comprensión de la escena es útil recordar que los fariseos buscaban llevar la práctica religiosa hasta las más triviales situaciones de la vida cotidiana y a fin de lograr este propósito habían elaborado un entramado de preceptos derivados de la interpretación de la Ley para los casos más cotidianos. Para los doctores de la Ley fariseos estas deducciones eran magisterio auténtico, expresión de la voluntad divina.

Prácticamente toda actividad estaba reglamentada por estas ramificaciones hasta el punto que un devoto fariseo debía estar pendiente de cumplir algo mandado –por 248 preceptos– o evitar algo censurado –por 365 prohibiciones–. Conocido este contexto podemos recabar en la importancia de la pregunta para el doctor de la Ley: en esta vorágine de normas es importante saber cuál es el mandamiento más importante.

Vengamos a la pregunta que nos refiere el evangelio de la Misa: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley?» El fariseo busca en Jesús la respuesta de un maestro, es decir, espera encontrar en las palabras de Jesús orientación básica para la relación con Dios, se trata de una consulta de tema religioso. Para un fariseo la Ley no es solamente la expresión de la relación con Dios, es fundamentalmente la misma relación. Quien controvierte con Jesús en el evangelio de la Misa de este domingo toca un tema vital para él, de modo que su pregunta la podemos entender como la pregunta sobre el objeto mismo de la religión.

La traducción colombiana del leccionario vierte como el mandamiento «más importante» lo que el texto griego dice ‘megále’, el más grande. En este sentido la pregunta del doctor de la Ley es ‘¿Cuál es el mandamiento mayor o más grande?’ En el fondo es como si una persona que se interesa por buscar a Dios –fariseo o católico– le preguntara a Jesús: en últimas, ¿para qué es la religión?

La respuesta de Jesús está constituida básicamente por dos citas del Antiguo Testamento –Deuteronomio 6, 5 y Levítico 19, 18–, dos frases que todo piadoso judío sabe de memoria. Lo central e importante de la respuesta es la relación que Jesús propone entre estas dos frases o preceptos de la Ley.

El amor a Dios, ‘con todo el corazón’ indica indivisibilidad; ‘con toda el alma’ indica estar dispuesto a llegar hasta el martirio; ‘con todo el espíritu’ indica las facultades intelectivas. Estos predicamentos del amor a Dios alejan el tema del campo de las evasiones sentimentales para situarlo en el terreno de la entrega íntegra de la persona; el amor a Dios en estos términos implica conocer y obedecer a Dios dentro del mundo; conocer y obedecer a Dios desde la realidad concreta de cada uno en cuanto ser humano.

La segunda cita se refiere ‘al prójimo’. Prójimo es todo semejante, el universo de todos los seres humanos. Y amar al prójimo indica un comportamiento práctico y solidario frente a toda la comunidad. Es algo del orden práctico y tan natural como el ‘amor a uno mismo’; el mandamiento nos invita a amar al prójimo como uno espontáneamente cuida de sí mismo.

Pero el punto está en la relación que Jesús establece entre estas dos frases. En primer lugar, Jesús afirma que el amor a Dios es el mandamiento más importante y primero, pero que hay otro ‘segundo que es semejante’, es decir, que es igualmente importante. A partir de esta introducción entendemos que el primero fundamenta y nutre al que es segundo, dicho de otra manera: conocer y obedecer a Dios dentro del mundo fundamenta y nutre el amor al prójimo.

En segundo lugar, al relacionar los dos mandamientos, Jesús dice que estos dos mandamientos son la base de la Ley y los profetas, o lo mismo, que el objeto de la religión está ordenado a estos dos mandamientos. Así llega Jesús a responder a la pregunta del fariseo doctor de la Ley: en últimas, ¿para qué es la religión?

La relación que Dios mismo ofrece a todos a través de la revelación –mandamiento– tiene un profundo sentido social; la búsqueda de Dios y la comunión con él implica para el creyente un comportamiento solidario con todos los seres humanos, pero a su vez, el comportamiento práctico y solidario con los semejantes nace y se alimenta de la relación de comunión con Dios. Par esto sirve la religión: para que el ser humano, enraizado profundamente en Dios, sea artífice de justicia en el mundo. La comunión con Dios nos ha de llevar a transformar nuestro mundo.

 

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