El Papa Francisco recibirá en audicencia a miembros de Comunión y Liberación
Mañana sábado 7 de marzo, el Papa Francisco recibirá en audiencia a integrantes del Movimiento Eclesial Comunión y Liberación, en la Plaza de San Pedro, en Roma, con…
El pasado domingo 1 de marzo, este movimiento en Bogotá, tuvo una Eucaristía en memoria de estas dos celebraciones, la cual fue celebrada por su Excelencia Ettore Balestrero, Nuncio Apostólico en Colombia.
Este próximo domingo 8 de marzo, el Movimiento de Comunión y Liberación en Colombia, invita para ver en diferido la audiencia concedida por el Papa Francisco “Deseo de aprender cómo ser cristianos en un mundo de constante transformación”, se realizará en el Gimnasio Alessandro Volta a las 10:00 a.m. (calle 119 N°4-79), para quien quiera conocer esta experiencia de acompañarse con adultos en la fe y educar su corazón reconociendo su Presencia en todo lo que acontece.
A continuación les compartimos la Homilía de su Excelencia Ettore Balestrero, Nuncio Apostólico en Colombia:
HOMILÍA
Con ocasión del 10º Aniversario del fallecimiento de Don Giussani y del 60º Aniversario del inicio de Comunión y Liberación
Queridos hermanos y hermanas.
Supone para mí una alegría singular la celebración de esta Santa Misa, que tiene como trasfondo un par de efemérides particularmente relevantes para Comunión y Liberación y, por supuesto, para la Iglesia: por una parte, el décimo aniversario del fallecimiento de Don Giussani y, por otra, el sexagésimo aniversario del inicio del Movimiento. Considero que el misterio de la Transfiguración, que ordinariamente se nos presenta el segundo Domingo de Cuaresma, resulta ciertamente iluminador para reflexionar sobre estos acontecimientos.
El evangelista nos ha narrado lo que aconteció cuando Jesús subió a un monte alto llevando consigo a tres de sus discípulos: Pedro, Santiago y Juan. Mientras estaban en lo alto del monte, ellos solos, el rostro de Jesús se volvió resplandeciente, al igual que sus vestidos. Es lo que llamamos “Transfiguración”: un misterio luminoso, confortante. ¿Cuál es su significado? La Transfiguración es una revelación de la persona de Jesús, de su realidad profunda. De hecho, los testigos oculares de ese acontecimiento, es decir, los tres Apóstoles, quedaron cubiertos por una nube, también ella luminosa —que en la Biblia anuncia siempre la presencia de Dios— y oyeron una voz que decía: “ Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo” (Mc 9,7). Con este acontecimiento los discípulos se preparan para el misterio pascual de Jesús: para superar la terrible prueba de la pasión y también para comprender bien el hecho luminoso de la resurrección.
El relato habla además de Moisés y Elías, que se aparecieron y conversaban con Jesús. Efectivamente, este episodio guarda relación con otras dos revelaciones divinas. Moisés había subido al monte Sinaí, y allí había tenido la revelación de Dios. Había pedido ver su gloria, pero Dios le había respondido que no lo vería cara a cara, sino sólo de espaldas (cf. Ex 33, 18-23). De modo análogo, también Elías tuvo una revelación de Dios en el monte: una manifestación más íntima, no con una tempestad, ni con un terremoto o con el fuego, sino con una brisa ligera (cf. 1 R 19, 11-13).
A diferencia de estos dos episodios, en la Transfiguración no es Jesús quien tiene la revelación de Dios, sino que es precisamente en él en quien Dios se revela y quien revela su rostro a los Apóstoles. Así pues, quien quiera conocer a Dios, debe contemplar el rostro de Jesús, su rostro transfigurado: Jesús es la perfecta revelación de la santidad y de la misericordia del Padre. Además, recordemos que en el monte Sinaí Moisés tuvo también la revelación de la voluntad de Dios: los diez Mandamientos. E igualmente en el monte Elías recibió de Dios la revelación divina de una misión por realizar. Jesús, en cambio, no recibe la revelación de lo que deberá realizar: ya lo conoce. Más bien son los Apóstoles quienes oyen, en la nube, la voz de Dios que ordena: “Escuchadlo”. La voluntad de Dios se revela plenamente en la persona de Jesús. Quien quiera vivir según la voluntad de Dios, debe seguir a Jesús, escucharlo, acoger sus palabras y, con la ayuda del Espíritu Santo, profundizarlas. Esta es la invitación central que nos hace el Evangelio de hoy: crecer en el conocimiento y en el amor a Cristo, como individuos y como comunidad; encontrarlo en la Eucaristía, en la escucha de su Palabra, en la oración, en la caridad.
Esta centralidad de Cristo que nos ofrece el relato de la Transfiguración, se corresponde plenamente con la inspiración recibida hace 60 años por el instrumento empleado por Dios para formar lo que luego sería la Fraternidad de Comunión y Liberación. En efecto, en octubre de 1954, siendo joven sacerdote, Don Giussani renunció a una prometedora carrera de teólogo en el Seminario de Venegono y subió por primera vez la escalera de acceso al Liceo Berchet, en Milán. Entró en la escuela ‘con el corazón henchido por el pensamiento de que Cristo lo es todo para la vida del hombre, es el corazón mismo de la vida de cada hombre’.
Los suyos fueron los primeros pasos de un movimiento que nació precisamente en aquellas aulas, entre chicos atraídos por un reto lanzado desde la primera hora de clase: “No estoy aquí para que vosotros consideréis como vuestras las ideas que yo os doy, sino para enseñaros un método verdadero para juzgar las cosas que os voy a decir. Y las cosas que os voy a decir son una experiencia que es el resultado de un largo camino de dos mil años”. Un método, esto es, un camino. Un recorrido para descubrir “la pertinencia de la fe a las exigencias de la vida”, porque de lo contrario la fe resultaría inútil (cf. Editorial Revista Huellas, Octubre de 2014).
Ese método propuesto por Don Giussani se caracteriza por estar absolutamente ligado a la vida real del creyente. En ese sentido, dado que se trata de un método “vivo”, por decirlo de algún modo, las personas concretas y sus experiencias resultan definitivas. En particular, la persona del Papa, Sucesor de Pedro resulta fundamental para estar seguros de haber encontrado el rostro de Cristo transfigurado. En palabras de Don Giussani, “el rostro de aquel hombre [Jesús] es hoy la unidad de los creyentes, Cuerpo misterioso, llamado también “pueblo de Dios”, cuya guía y garantía es una persona viva, el Obispo de Roma”.
A mí personalmente me ha alegrado mucho saber que el próximo 7 de marzo, en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre Francisco recibirá en Audiencia a los miembros del Movimiento, con motivo de los mismos aniversarios que nos han reunido hoy para la celebración de esta Santa Misa. Seguramente todos ustedes, a estas alturas, estarán expectantes ante ese acontecimiento.
Quisiera hacer mías unas palabras del Presidente de la Fraternidad respecto a la figura del Papa, dirigidas a los miembros del Movimiento como preparación a la mencionada audiencia. Dice Don Julián Carrón: “Sin su figura, en la que se manifiesta de modo eminente la sucesión apostólica, nuestra fe estaría abocada a sucumbir entre tantas interpretaciones del hecho cristiano que nacen del hombre. ¡Qué sencillez hace falta para reconocer y aceptar que la vida de cada uno de nosotros depende del vínculo con un hombre, en el que Cristo testimonia su perenne verdad en el hoy de cada momento histórico! ¡Y qué desproporcionado parece que todo encuentre su consistencia en el nexo con la fragilidad de una persona singular, elegida para esta misión! Sin embargo, cada uno tiene en su experiencia la confirmación de que la vida florece en la medida en que lo sigue. Este es precisamente el mayor recurso para nuestra adhesión incondicional al Papa, que no puede más que expresarse en la petición sincera y humilde de seguirle con sencillez, precisamente porque estamos convencidos de que, siguiéndole a él, seguimos a Cristo” (Carta a los miembros de la Fraternidad de C y L, 28 de enero de 2015).
Termino invocando el auxilio de la Santa Virgen María, para que por su intercesión todos los miembros del Movimiento y quienes reciben su directo influjo, puedan vivir y comunicar de manera cada vez más plena esa pasión por Jesucristo descubierto en la experiencia de la vida y de la comunidad, que Don Giussani recibió como un carisma para la Iglesia. Así sea.
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