Jesús empieza a despedirse de sus discípulos y les habla con una ternura especial; Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Los discípulos son como niños pequeños, forman una comunidad que acaba de nacer: Jesús les hace un precioso regalo: un mandamiento nuevo: “amaos unos a otros como yo os he amado”, esa será la señal por la cual os reconocerán como discípulos míos.
El Señor Jesús ha explicado con hechos que el amor es servicio -lavatorio de los pies, - y que se extiende a todos, incluyendo al enemigo, -traición de Judas, - aún a costa de la propia vida; excluye así toda violencia y respeta la libertad humana; hace ver que el amor es más fuerte que el odio.
Y hace algo más: compendia en su único mandamiento, el del amor, todo lo dicho y explicado antes, como distintivo de quienes de verdad son seguidores suyos, ellos y también la comunidad.
El primer mandamiento de la ley antigua que se refería a Dios; en Deuteronomio 6.5 queda substituido por el mandamiento nuevo que da Jesús. Igual que yo os he amado, así también amaos los unos a los otros. Quiere decir que solo amando a los otros, a las personas, se ama a Jesús; que Dios es inseparable del ser humano. Por eso mismo San Juan en 1a. 4,20 nos dice: Quien dice amar a Dios y no ama a su hermano, es un mentiroso. El amor al prójimo es la prueba de nuestro amor a Dios.
Al encarnarse en el seno virginal de María Virgen, el hijo de Dios se ha hecho presente en el ser humano y se ha hecho uno con él; el Dios que habita en cada ser humano nos manda, no simplemente respetarlo, sino amarlo, y no de cualquiera manera, sino Igual que Él nos ha amado. Es el amor de Dios a la humanidad entera.
El amor fraterno es, pues, la prueba para verificar la autenticidad de quien, y de quienes como comunidad cristiana, como comunidad parroquial, queremos o esperamos ser reconocidos como discípulos de Jesús. No es la confesión de una doctrina, ni la observancia de unos ritos o de una disciplina, ni la aglomeración, ni los aplausos, sino el amor vivido con el espíritu de Jesús. En ese amor está su identidad como discípulos de Jesús
A nosotros hoy nos está haciendo mucha falta luchar contra todo lo que deshumaniza, empobrece, aisla, excluye y hace sufrir a tantos colombianos. Nos está haciendo falta que el amor por los enfermos, por los más pobres, por los que son víctimas de la violencia, de la corrupción y de la injusticia, sea la señal por la cual, en la Colombia de nuestros días, seamos reconocidos como discípulos de Jesús.
El Cristianismo no es un manojito de ideas o pensamientos bonitos, no es una filosofía y menos una ideología; es la revelación de un Dios Padre que nos ama, de su Hijo Jesucristo que murió por nosotros y resucitó al tercer día, y nos manda amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado.
Padre Carlos Marín G
Fuente Disminuir
Fuente