Pasar al contenido principal
#397dff

Dos actitudes bien diferentes en quien dice hacer oración

26 de octubre de 2025
er

Este domingo el Señor Jesús nos propone una parábola con la cual nos da una lección sobre la actitud que nosotros debemos asumir cada vez que hacemos oración. Una lección que necesitamos todos, y que nos hará mucho bien en nuestra vida espiritual: dos formas contrapuestas de creer y de relacionarse con Dios.

Un piadoso fariseo y un recaudador de impuestos suben al templo a orar. El fariseo se cree, se siente “justo”, muy seguro de sí mismo, hombre observante. De esa manera se presenta ante Dios. Así eran los fariseos en el tiempo de Jesús: se creían fieles cumplidores de lo mandado por la Ley de Dios.

El recaudador, en cambio, no tiene de qué vanagloriarse. Ni siquiera se atreve a levantar sus ojos al cielo; reconoce su condición de pecador y pide perdón; confía en la misericordia y en el amor de Dios. No se atribuye a sí mismo mérito alguno, sino que todo lo agradece a Dios.

San Lucas nos ofrece la clave para leer e interpretar esta parábola. Jesús está pensando en los que, convencidos de “ser justos” ante Dios, pasan la vida condenando a los demás, dando por seguro que su vida y su conducta son del agrado de Dios.

A juzgar por la forma como actúa, podemos afirmar que el fariseo no sabe lo que es hacer oración. Él no necesita a Dios, no le pide nada, se basta a sí mismo. El recaudador, en cambio, reconoce que es pecador; sin vanagloriarse y sin condenar a otros, pide a Dios que tenga compasión de él. En su oración hay humildad, hay verdad.

Esta parábola nos invita, nos urge, me atrevería a decir, a hacer un examen de conciencia: ¿Cuál es nuestra actitud ante Dios cada vez que hacemos oración?, ¿Oramos como el fariseo de la parábola o como el recaudador?, ¿Oramos con humildad pidiendo Dios mío, ten compasión de este pecador, sin dejar de reconocer nuestro pecado, buscando cada día vivir la experiencia gozosa del perdón de Dios?

Tomemos muy seriamente ese tema de la oración, es vital para el fortalecimiento de nuestra fe; es comunicación con Dios, con su Madre Santísima, con sus ángeles y todos los santos.

Si decimos que todos necesitamos aprender a orar, no estamos exagerando, y mucho menos ofendiendo a otros hermanos. Hablando de hacer oración, bien podemos afirmar que nadie nace aprendido. Ser hombre o mujer de oración es un don de Dios. Un don que tenemos que pedir, pero siempre con humildad, sin arrogancia. Y hacerlo todos los días.

Digamos todos los días: Señor, hemos pecado, ten piedad de todos nosotros.

Padre Carlos Marín G.

Aumentar
Fuente
Disminuir
Fuente

Otras noticias

#397dff
#2e81ff

Noticias relacionadas