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#397dff

Dimensión misionera de la fe

5 de febrero de 2023
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Comentario al Evangelio del domingo

“Vosotros sois sal de la tierra y luz del mundo”. Se los dijo Jesús a sus primeros discípulos y en ellos a todos nosotros, hombres y mujeres de nuestro tiempo.  

Lo enseñó Isaías, 58, 7-10. Lo repite el Salmo 111, y San Pablo le pidió a los cristianos de Corinto, 2, 1-5 que su fe se apoyara solo en el poder de Dios y no en sabidurías humanas.

Y si esa luz brilla, el mundo sabrá quiénes somos y por qué los hijos de Dios somos sal del mundo. Son las Bienaventuranzas hechas vida. Es la fuerza transformadora del Evangelio cuando es vivido con fidelidad. Es la dimensión misionera de la fe.

Todo aquel que tiene fe en Dios y en Su Hijo Jesucristo, tiene que sentirse enviado a ser luz del mundo y sal de la tierra, fermento de una humanidad nueva. El Cristianismo no es simplemente un régimen de conservación. Los cristianos, los discípulos de Jesús, somos misioneros, somos testigos vivos y valientes del Evangelio, somos signo y presencia del Reino de Dios en el hoy de Colombia y del mundo, o no somos nada.

Para Jesús sus discípulos debemos ser hombres y mujeres que ponemos sal en la vida, es decir, que purificamos, que damos sabor, (eso es lo que hace la sal). El Evangelio, como Buena Noticia que es, si es anunciado como el Señor Jesús nos lo pide, poner sabor en nuestra vida sin caer en la corrupción, esto es, nos enseña a vivir, a trabajar, a amar, a servir, a sufrir, de una manera nueva, y nos hace capaces de contagiar la alegría propia de los hijos de Dios. Es el simbolismo religioso de lo que hace la sal.   

Pero si ocultamos lo que somos, si disimulamos nuestra fe en Dios o no somos coherentes con ella, si no compartimos lo que tenemos, si nos falta coraje para defender la verdad y la justicia, quiere decir que no somos luz y que no sabemos ponerle sal a la vida; si no somos profecía, anuncio vivo de la Buena Noticia, si como miembros de la sociedad renegamos de nuestra identidad cristiana, somos seres inútiles para el Reino de Dios, es decir, “la sal se ha vuelto sosa”.

El Cristianismo, el Evangelio, no es simplemente una doctrina, es una vida, una vida nueva. Y ser luz del mundo para la salvación de todos, es una gracia, es un don que Dios nos concede si acogemos y vivimos el Evangelio con convicción y sentido de responsabilidad, si hacemos oración y  buscamos el  alimento de la vida sacramental de la iglesia; así, abiertos  a la acción de Dios, El transformará nuestras vidas, nos hará luz y sal de Colombia y del mundo entero.

Sólo así seremos Buena Noticia, seremos luz y sabremos ponerle sabor a la vida de los colombianos. Seremos la luz que nos está haciendo falta y la sal que estamos necesitando en el hoy y en la mañana de nuestra patria.

Padre Carlos Marín. 

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