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Formación

#397DFF

Dejemos a Dios ser el Dios bueno con todos

24 de septiembre de 2023
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La escena de los jornaleros era muy familiar para los aldeanos en tiempos de Jesús, pues reflejaba muy bien la situación de la Galilea. El propietario de una viña contrata unos jornaleros a primera hora de la mañana, a otros a lo largo del día, a otros finalmente, una hora antes del término de la jornada.

Surge la pregunta: ¿a estos últimos les pagará lo mismo que a los primeros? Jesús se muestra desconcertante, da una respuesta inesperada: Da a todos la misma paga, tanto a los primeros como a los últimos. No es justo piensan quienes lo oyen.

Aquí está el problema: Los primeros pensaban que recibirían más, se quejan ante el amo de la ventaja concedida a los últimos, se sienten discriminados, se muestran envidiosos, quieren defender la diferencia; no entienden por qué el amo es bueno con todos.

Poco o nada saben de un Dios Padre misericordioso; nada del anuncio de un Reino que es puro don, amor gratuito, salvación para todos.; nada saben de un Jesús que nos acoge a todos como hijos y nos llama a la convivencia fraternal, nada de la entrada de los paganos a la Iglesia, la que nos reúne a todos como hijos y hermanos.

No entienden la manera de obrar de Jesús ante el Reino que se abre a los paganos, a los justos y a los pecadores, a los obreros de última hora. Nunca han oído hablar de la solidaridad que debe unir a los obreros entre sí.

Por todo esto, tengamos mucho cuidado en empequeñecer a Dios, en convertirlo en un Dios a la medida de nuestra mezquindad, de nuestra torpeza, en no querer utilizar a Dios en nuestro propio provecho. Dejemos a Dios ser el Dios

bueno con todos. Su bondad misericordiosa, es decir, divina, desborda todos nuestros cálculos humanos.

Miremos y tratemos siempre a los demás como hermanos, no como rivales y mucho menos como enemigos. La envidia, el recelo, la desconfianza pueden convertirse en un muro infranqueable para descubrir el amor de Dios y para construir el Reino.

Es la lección que nos da el Evangelio que proclamamos este domingo; una lección llena de sabiduría divina y humana que los colombianos de hoy necesitamos y que sí la aprendemos nos hará mucho bien.

Padre Carlos Marín G.

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