Decálogo de compromisos para la escuela católica en América
1. Cultiva la sensibilidad. Escucha, mira, ríe, siente…No permitas que la sensibilidad sea dominada por la razón funcional, haz que se establezca un equilibrio con ella. Es a través de la sensibilidad como sentimos el palpitar del corazón del otro. Por ella intuimos que también las montañas, las flores, los animales, el cielo y el propio Dios tienen corazón.
2. Ama con el corazón. Él es la sede del amor. Y el amor es el que produce la alegría del encuentro entre las personas que se quieren. Es el amor el que produce los milagros de la vida: educar un niño y un joven que se implique por un mundo mejor, cuidar con esmero, generar relaciones sociales incluyentes como filosofía personal, optar por las artes, la música, la creatividad y sobre todo desarrollar la capacidad de hacer pastoral que llegue al corazón.
3. Compadécete con el corazón que sabe salir de sí y ponerse en el lugar del otro para sufrir con él y cargar con la cruz de la vida. Que sabe romper con la indiferencia y se hace experto en la compasión que, como dice el Papa Francisco, es el lenguaje de Dios.
4. Abre el corazón a la caricia esencial. Caricia que se transforma en un modo de ser, que envuelve a toda la persona desde su yo más profundo y busca lo más íntimo y verdadero. Es suave como una pluma que viene del infinito y nos permite encontrarnos con el otro desde lo esencial. Percibir que somos hermanos y hermanas y que pertenecemos a una misma humanidad es una de las más grandes expresiones del cuidado.
5. Prepara el corazón para el cuidado que hace que el otro sea importante para ti. Ensancha tu mirada para descubrir las necesidades del otro, intuye sus dolores. Cura las heridas pasadas, aprende de las presentes, estate atento a las futuras. Quien ama, cuida y quien cuida, ama.
6. Amolda el corazón a la ternura. Si quieres perpetuar el amor, rodéalo de ternura y gentileza. La ternura es el cuidado sin obsesión. La ternura irrumpe cuando el sujeto se descentra de sí mismo, sale en dirección al otro, siente al otro como otro, participa de su existencia, se deja tocar por la historia que ha vivido.
7. Habla con el corazón. Entra con delicadeza en la atmósfera reinante y que tus palabras broten de la sintonía con el palpitar de tus interlocutores en la escuela. Al comunicar, no hables desde de la cabeza, sino desde el corazón. Es él el que siente, es el que genera la sinergia, la comunión. Solo es eficaz cuando la inteligencia intelectual se presenta amalgamada con la sensibilidad del corazón.
8. Busca siempre la justa medida. Importa buscar la justa medida entre mente y corazón. Se trata de encontrar el óptimo relativo, el equilibrio entre el más y el menos que no siempre es el punto medio. Recuerda: ‘la medida del amor es amar sin media’ y ‘el corazón tiene razones que la razón no entiende. Como dice el Salmo 119 (19), nos sentimos huéspedes en esta Tierra, huéspedes respetuosos del hospedero Tierra. Y dejamos la casa común siempre en orden para los otros huéspedes que vengan después de nosotros.
9. Educa con el corazón. No basta el conocimiento. Necesitamos una nueva forma de vivir con conciencia, una nueva mente y un nuevo corazón. Necesitamos también una nueva práctica. Urge reinventarnos como humanos, en el sentido de inaugurar una nueva forma de habitar el planeta con otro tipo de civilización llena de bondad y humanidad, comprometida con el crecimiento del que tengo al lado, con el cuidado de toda forma de vida. Una civilización consciente y coherente que planifique el corazón de todo. Como decía muy bien Hannah Arendt: «podemos informarnos la vida entera sin educarnos nunca». Hoy tenemos que desaprender y aprender de nuevo… reeducarnos para construir juntos.
10. Ora con el corazón. Creer es sentir a Dios a partir del corazón, es saber que Él está en nuestro corazón y sólo hemos de dejar que se manifieste. Que nuestra misión evangelizadora brote del encuentro con el Amor (en mayúsculas). Quien ama ha conocido a Dios. Entonces nos damos cuenta de que siempre estamos en la palma de su mano, y que Dios conduce los caminos de nuestra vida, de la Tierra y del Universo entero.
La esperanza nace de este compromiso de reinventarnos. La esperanza aquí debe ser pensada en la línea que nos enseñó el gran filósofo alemán Ernst Bloch, que formuló “el principio esperanza”, que quiere decir: la esperanza no es una virtud entre otras tantas. Ella es mucho más: es el motor de todas ellas, es la capacidad de pensar lo nuevo, todavía no ensayado; es el coraje de soñar otro mundo posible y necesario; es la osadía de proyectar utopías que nos hacen caminar y que nunca nos dejan parados en las conquistas alcanzadas, o que cuando nos sentimos derrotados, nos hacen levantarnos para retomar el camino. La esperanza se muestra en el hacer, en el compromiso de transformación, en la osadía de superar obstáculos, en amar lo que hacemos. Esa esperanza no puede morir nunca.
“El objetivo de este encuentro ha sido invitar a los educadores y pastoralistas a aprender a sentir, a unir la razón –fría y a veces calculadora– con el afecto – cálido y radiante–”, comentó el Secretario General de la Confederación Interamericana de Educación Católica (CIEC), Óscar Pérez Sayago, al finalizar la jornada.
“De esta amalgama nacerá, diríamos que espontáneamente, nuestra voluntad de cuidar de todo cuanto está vivo y es frágil e importante para la vida humana y para la vida de nuestra Casa Común”, concluyó.
Sobre el encuentro
La cita anual de los pastoralista y educadores católicos del continente se celebró el 2 y 3 de junio, en modalidad presencial. Contó con 800 participantes de 21 países, desde Argentina hasta Estados Unidos, incluyendo el Caribe –representado en Aruba, Puerto Rico y República Dominicana–, además de España. Las delegaciones más numerosas fueron de Panamá, Ecuador y Colombia.
Ser mejores seres humanos
Bajo el lema: “Cuando amaste a uno de ésos, fue a mí a quien lo hiciste” (Mt 25,40), los asistentes reflexionaron sobre “la dimensión que nos lleva a abordar la inteligencia cordial, sensible y afectiva, que nace desde el corazón y nos lleva a amar, querer, sentir, ser sensibles, compasivos y misericordiosos, porque podemos encontrar a Dios potenciando aquello que nos hace más humanos”, precisaron los organizadores.
En esta línea, el tema de esta séptima edición del encuentro interamericano de pastoral educativa de la CIEC fue, justamente, “reinventarnos como seres humanos”, sobre este asunto se desarrollaron las 11 conferencias y la mesa redonda propuestas para la jornada de formación y actualización de los educadores y directivos de las instituciones educativas católicas del continente.
La Confederación Interamericana de Educación Católica –CIEC-
Fue creada por el Primer Congreso de Educación Católica (1945). Es una institución de derecho civil, sin ánimo de lucro, al servicio de la Educación Católica de América, integrada en la actualidad por las Federaciones educacionales de los 23 países miembros, agrupados administrativamente en cinco regiones correspondientes a Norte, Caribe, Centroamérica, Andina y Sur.
La CIEC mantiene relaciones permanentes con organismos internacionales del área educativa y educativo-pastoral: SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, CELAM, DEC-CELAM, CLAR, UNESCO, OEA y UNICEF, entre otras.
La OIEC - Oficina internacional de Educación Católica -, con sede en Bruselas, ha designado a la CIEC como su Secretariado Regional para América, por lo que el Secretario General de la CIEC es miembro permanente del Consejo de la OIEC.
El actual secretario de la CIEC es Oscar Pérez Sayago, elegido por la asamblea general para el periodo 2020 – 2023.
Memorias del encuentro aquí
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