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Creer en Jesús, el pan de vida

4 de agosto de 2024
familia
Imagen:
Misioneros Redentoristas-Colombia
Sigamos saboreando el texto de San Juan 6, 22-40 que proclamamos este domingo

La gente necesita a Jesús y lo busca, hay algo en Él que los atrae. Pero...¿Lo buscan solo porque les dio de comer hasta saciarse sin esfuerzo alguno de su parte?  

Jesús les da una gran lección: No piensen en las obras que me ven hacer, crean en mí. Más allá de satisfacer el hambre física, una necesidad material, aspiren a la plenitud humana, a trabajar por el alimento que dura, el que da la vida sin término, el que les dará el Hijo el Hombre, enviado por el Padre.

La multitud le exige una prueba de dicha pretensión y le pide una señal parecida a la del maná en el desierto del Sinaí. Jesús les explica: No fue Moisés el que os dio pan del cielo. Es mi Padre el que os da el pan del cielo, el pan que da la vida al mundo. El verdadero pan del cielo no es el maná, que no libra de la muerte, sino Jesús mismo que se da en alimento.

Jesús es quien da la vida, y la da a todo aquel que se acerca a Él pues su Padre quiere que todos los que creemos en Él tengamos vida. El Pueblo de Israel comió el maná, nosotros podemos decir que hemos comido pan de ángeles, pues en la eucaristía tenemos la prenda segura de ser, como los ángeles, partícipes de la visión de Dios. Es el horizonte de la vida eterna.

La Eucaristía es un misterio que debemos creer y no dejar ni un solo día de celebrar. Jesús es el enviado por el Padre. Es el pan bajado del cielo. Es el misterio de nuestra fe. 

Toda la fuerza y la originalidad de la iglesia está en creer en Jesús, imitarlo y seguirlo: pensar, sentir, amar, trabajar, sufrir y vivir como Jesús. Creer en Jesús no es una experiencia teórica, ni un simple ejercicio mental: es una experiencia personal y comunitaria, es una fiesta preludio del cielo.

Es un misterio el cual tenemos que celebrar y vivir todos los días: Jesús se queda con nosotros y nos nutre con su cuerpo y con su sangre. Que nuestra plegaria sea: Jesús, danos siempre de ese pan.  

"Yo soy el pan de vida”. No es una metáfora. No es simplemente un rito sagrado. Es una vivencia de verdadera fraternidad. Somos alimentados con el mismo Pan para que aprendamos a vivir como hermanos. 

¿Tenemos fe en la presencia real del Señor Jesucristo en la Eucaristía…? ¿Por qué entonces seguimos hablando de ir a  misa y de oír misa…? Lo que hacemos es reunirnos con otros hermanos para comer el pan bajado del cielo y salir a amar y servir a los hermanos que se quedaron en casa o están  trabajando, pero sobretodo a los que no tienen ni casa ni trabajo y tienen hambre. La gente necesita a Jesús y lo busca, hay algo en Él que los atrae. Pero.. .¿Lo buscan solo porque les dio de comer hasta saciarse sin esfuerzo alguno de su parte?  

Jesús les da una gran lección: No piensen en las obras que me ven hacer, crean en mí. Más allá de satisfacer el hambre física, una necesidad material, aspiren a la plenitud humana, a trabajar por el alimento que dura, el que da la vida sin término, el que les dará el Hijo el Hombre, enviado por el Padre.

La multitud le exige una prueba de dicha pretensión y le pide una señal parecida a la del maná en el desierto del Sinaí. Jesús les explica: no fue Moisés el que os dio pan del cielo. Es mi Padre el que os da el pan del cielo, el pan que da la vida al mundo. Él verdadero pan del cielo no es el maná, que no libra de la muerte, sino Jesús mismo que se da en alimento.

Jesús es quien da la vida, y la da a todo aquel que se acerca a Él pues su Padre quiere que todos los que creemos en Él tengamos vida. El Pueblo de Israel comió el maná, nosotros podemos decir que hemos comido pan de ángeles, pues en la eucaristía tenemos la prenda segura de ser, como los ángeles, partícipes de la visión de Dios. Es el horizonte de la vida eterna.

La Eucaristía es un misterio que debemos creer y no dejar  ni un solo día de celebrar. Jesús es el enviado por el Padre. Es el pan bajado del cielo. Es el misterio de nuestra fe. 

Toda la fuerza y la originalidad de la iglesia está en creer en Jesús, imitarlo y seguirlo: Pensar, sentir, amar, trabajar, sufrir y vivir como Jesús. Creer en Jesús no es una experiencia teórica, ni un simple ejercicio mental: es una experiencia personal y comunitaria, es una fiesta preludio del cielo.

Es un misterio el cual tenemos que celebrar y vivir todos los días:  Jesús se queda con nosotros y nos nutre con su cuerpo y con su sangre.  Que nuestra plegaria sea: Jesús, danos siempre de ese pan.  

Yo soy el pan de vida”. No es una metáfora. No es simplemente un rito sagrado. Es una vivencia de verdadera fraternidad. Somos alimentados con el mismo Pan para que aprendamos a vivir como hermanos. 

¿Tenemos fe en la presencia real del Señor Jesucristo en la Eucaristía…? ¿Por qué entonces seguimos hablando de ir a  misa y de oír misa…? Lo que hacemos es reunirnos con otros hermanos para comer el pan bajado del cielo y salir a amar y servir a los hermanos que se quedaron en casa o están  trabajando,  pero sobretodo a los que no tienen ni casa ni trabajo y tienen hambre. 

Fuente:
Padre Carlos Marín G.- Arquidiócesis de Bogotá
Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
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