Comienza a percibirse en los discípulos el efecto de la Pascua de Jesús

La oración colecta de la misa de este domingo describe la situación del pueblo cristiano que celebra la Pascua de Jesucristo con tres participios: renovado, rejuvenecido…
Antes del episodio del evangelio la asamblea escucha en la primera lectura (Hechos 5, 27b-32.40b-41) la comparecencia de los apóstoles ante el sanedrín, acusados de haber llenado a Jerusalén con su enseñanza. Este reclamo es ocasión para que los apóstoles anuncien el kerigma cristiano que en este caso contiene tres evidencias: en primer lugar que Dios resucitó a Jesús, inhabilitando de esta manera la sentencia que había dado del sanedrín; la segunda, que Cristo ha sido constituido por Dios como «Jefe y Salvador», abriendo un camino de salvación para el pueblo de Israel; y en tercer término que estas evidencias las testimonian los mismos apóstoles «y el Espíritu Santo que comunicó Dios a los que le obedecen».
Estas tres evidencias confirman la réplica inicial de los apóstoles: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres»; cuando el hombre se cierra en sí mismo su camino resulta divergente del camino de Dios, mas cuando alguien busca a Dios para ser conducido por Él, Dios le comunica su Espíritu que atestigua el camino abierto por la Pascua de Jesús.
En el texto de la segunda lectura (Apocalipsis 5, 11-14) se avanza en la lectura de apartes importantes del último libro de la Biblia. Luego del prólogo, este libro describe el establecimiento de una especie de sala de tribunal para un juicio. Los versículos de la lectura de hoy presentan un himno en honor de Jesucristo resucitado –Cordero inmolado–, ahora entronizado como Rey y Juez universal por haber sufrido la muerte violenta y de esta forma a por su entrega haber liberado Dios el mundo.
El evangelio de la misa de este domingo (Juan 21, 1-19) es un relato de aparición del Resucitado. Al final de cada uno de los cuatro evangelios se narran estas apariciones cuya estructura suele tener tres partes: se principia refiriendo la situación de dificultad de la fe de los discípulos, en la segunda parte el Resucitado se manifiesta recurriendo a la memoria (Escritura o gestos) y se concluye, en la tercera, con el envío misionero de los testigos.
La primera parte del relato de aparición del Resucitado sitúa la escena en el contexto de la misión de los apóstoles en Galilea acudiendo a la imagen de la pesca. La iniciativa –proyecto– de Simón Pedro, secundada por los demás discípulos no ha dado resultado. La segunda parte se introduce con el cambio de la noche al día; al amanecer Jesús aborda a los discípulos con pregunta como si tuviera hambre: «Muchachos, ¿tienen pescado?» (En el texto griego: ‘prosphagion’, ‘algo para comer’).
El resultado de seguir las indicaciones de Jesús es un signo de la abundancia, signo que permite reconocerlo, pero es «aquel discípulo que Jesús tanto amaba» quien ‘ve el signo’. Quizá el texto intente decir que el amor es la inteligencia primordial para descubrir a Jesús; de ser esta la intención, la triple pregunta a Simón Pedro, en la tercera parte, se la puede entender como la guía de Jesús para el verdadero aprendizaje antes de la misión.
En la tercera parte es útil comenzar por reconocer en el texto griego la diferencia de dos verbos que se suelen traducir por ‘amar’ en castellano: ‘agapáo’ y ‘philéo’. El Nuevo Testamento suele emplear ‘agapáo’ para referirse al amor de Dios, mientras que ‘philéo’ lo deja para decir del amor de amistad. ‘Agapáo’ tiene su origen el Dios (véase Juan 15, 9-11) y viene a ser como la expresión de la fe/fidelidad: «Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor». ‘Philéo’ es la vivencia de las relaciones humanas, que para un cristiano tienen su origen en Dios, quien mueve al hombre a vivir en armonía con los demás.
En la primera ocasión Jesús pregunta a Simón, hijo de Juan, «¿Me amas [agapás] más que ellos?» Esta formulación hace recordar la conclusión de la parábola de Lucas (7, 40-43): a quien más se le ha perdonado, más amor demuestra. En este aprendizaje se principia por reconocer que el ser humano es ‘un perdonado’ y cuanto mayor sea la esta toma de conciencia, mayor será la afirmación en el amor a Dios. La respuesta de Simón Pedro se expresa con el verbo ‘philéo’: «Sí Señor; tú sabes que te quiero».
En la tercera ocasión Jesús pregunta al discípulo con el verbo ‘philéo’: «¿me quieres?» Aquí la respuesta de Pedro, luego de dejar saber lo laborioso de este aprendizaje, reconoce que es Dios el origen del amor, es Dios quien mueve al hombre a amar: «Señor, tú lo sabes todo; tú te das cuenta de que te amo [‘philo se’]».
Antes, durante la última cena, Pedro afirmaba: «¡Aunque todos fallen, yo no!» (Marcos 14, 29), ahora, después de este aprendizaje, sabe que es Dios el origen del amor, quizá por ello el texto en la respuesta de Simón Pedro emplea ‘philéo’ y no ‘agapáo’. Cuando el discípulo ha comprendido que no es la iniciativa humana sino el amor de Dios quien mueve a la acción, está preparado para la misión.
Fuente Disminuir
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