Hoy domingo volvamos al capítulo 6 de San Juan
En la sinagoga de Cafarnaúm, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que voy a daros es mi carne, para que el mundo viva”. V.51
Surgió entonces una discusión acalorada: ¿Cómo puede ser esto? El que la carne de Jesús sea verdadera comida y su sangre verdadera bebida, produce escándalo. Muchos de los discípulos que seguían teniendo en su cabeza la concepción del Mesías Rey, consideran inadmisible esa doctrina.
Al decirles Jesús: “Las palabras que os he dicho son espíritu y vida”, está ayudando a sus discípulos a entender la oposición que existe entre carne y espíritu, es decir, entre dos concepciones de la persona y de la misión de Jesús, que no es Mesías según la carne, el rey triunfante que ellos han querido, sino según el Espíritu, aquel que por voluntad del Padre se hace servidor hasta dar la vida por todos ellos.
Jesús infunde en quienes le siguen un espíritu nuevo, sus palabras comunican vida; sin embargo. algunos no creen. Ese es su problema. Ese puede ser nuestro problema: ¿Creemos o no creemos que Jesús tiene palabras de vida eterna? ¿Somos o no somos verdaderos seguidores de Jesús?
En la escena narrada por San Juan muchos no entendieron y se echaron atrás. Jesús no pierde la calma, solo pregunta: ¿Ustedes también quieren marcharse?
Pedro interviene con una respuesta que no deja dudas: ¿a quién iríamos, tú tienes palabras de vida eterna. Es la respuesta que todos los que perseveramos en la fe católica, debemos dar: Me quedo por Jesús. Solo por Jesús, por nadie más. Me comprometo con Él. Me juego la vida por Él, porque es el único que tiene palabras de vida eterna. Cada uno de nosotros, hombre o mujer debe confesarlo y celebrarlo: vivo de las palabras de vida de Jesús.
Una vez más: No es asistir a un rito religioso como un simple observador o como un periodista; es ir con un grupo de hermanos a comer el Cuerpo y beber la Sangre de Señor, para no morir para siempre. Es la carne, es la sangre de Jesús, comida y bebida para vivir eternamente con Él en el cielo, con María, la Virgen Madre, con los ángeles y todos los santos.
El que come mí carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él…el que me come vivirá por mí. Es Jesús quien lo dice. Es la Eucaristía, es habitar en Él, es vivir por Él, y que Él habite en mí.
Padre Carlos Marín G.
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