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La madre protege al hijo, mientras que el padre lo hace capaz

4 de abril de 2017
La madre protege al hijo, mientras que el padre lo hace capaz

Aunque numerosos estudios han demostrado el papel insustituible del padre, cada vez más niños nacen fuera del matrimonio, lo que supone un escaso o inexistente contacto…

La divertida “caricatura” del estilo práctico del padre para enfrentar las situaciones cotidianas en la crianza de sus hijos no deja indiferentes a hombres ni a mujeres, pues en nuestro tiempo ese recelo natural que experimenta la madre al dejar a los hijos bajo el cuidado del padre se ha magnificado hasta el punto de que muchas mujeres optan por enfrentarse solas a la mater­nidad.

La experta en educación diferenciada María Calvo Charro asegura que el padre se ha convertido, “por intermediación materna, en el inoportuno, el no deseado, aquel que no tiene espacio entre madre e hijo”.  El fenómeno es consecuencia de la ideología de género, que ha negado la importancia de la alteridad sexual y ha optado por desprestigiar al padre.

Y en su intento ha encontrado el terreno allanado, pues hoy las mujeres lo tienen fácil para ser madres sin contar con el padre: muchas acuden a técnicas de reproducción asistida u ocultan al padre biológico el momento de su fecundidad pues, tal como explica Calvo, “consideran al niño como un bien propio y exclusivo”.

Un padre ¿muy madre?

La profesora Calvo, explica que “existe una tendencia generalizada a pensar que los padres no son necesarios para el correcto crecimiento y desarrollo personal de los hijos”, o se les acepta y valora solo si hacen las veces de “segunda madre”. Esta exigencia proviene de la sociedad, y también “de las propias mujeres, que les recriminan no ser capaces de cuidar, atender o entender a los niños exactamente como ellas lo hacen”.

“El padre te hace capaz”

Según datos del National Center for Fathering, muestran quelos niños que cuentan con un padre presente y activo en su vida académica, emocional y personal “tienen mayor coeficiente intelectual y mejor capacidad lingüística y cogni­ti­va, son más sociables, tienen mayor autocontrol, sufren menos dificultades de comportamiento en la adolescencia, sacan mejores notas, son más líderes, tienen una autoestima más elevada, no suelen tener problemas con drogas o alcohol, desarrollan más empatía y sentimientos de compasión y, cuando se casan, tienen matrimonios más estables”.

Entonces, ¿qué hace al padre tan determinante en la vida de un hijo? esto ocurre porque la madre vive al hijo como parte de sí, hasta el punto de “sentir” con acierto sus deseos, y de saber protegerlo y tranquilizarlo con una misteriosa y espléndida naturalidad. Sin embargo, esta fortaleza femenina –ya que el padre no cuenta con estos “sensores tan profundos”– es, a la vez, la mayor limitación de la madre, quien suele sentir una inexplicable voluntad de sustituir al hijo en su fatiga y en su dolor. En cambio, el padre, por estar  “menos identificado” con el hijo desde el principio, puede impulsarlo a hacerse fuerte para afrontar sin miedo las adversidades de la vida. Y, a través de este empuje, lo capacita para vivir  “a pesar del dolor que inevitablemente experimentará”.

El estilo masculino de educar

María Calvo Charro explica a Misión que el estilo masculino de educar es “difícil de comprender, tanto para las madres como para los hijos, porque no está exento del dolor y de la exigencia, del sentido de la prueba, de la aceptación de la culpa y del reconocimiento de la propia responsabilidad”. Sin embargo, la tendencia materna a adelantarse a las necesidades del hijo puede dar lugar a personalidades impulsivas, egoístas e insaciables. “Por ello –advierte Calvo–, la intervención del padre compensando esa tendencia femenino-maternal es fundamental. El padre tiene un papel decisivo en el desarrollo del autocontrol y la empatía del niño, dos elementos esenciales para la vida en sociedad, ya que la capacidad de controlar los impulsos es necesaria para que una persona pueda funcionar dentro de la ley”.

Y concluye que esta labor del padre de fijar límites exige enormes dosis de afecto y amor.

 

 

 

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