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La familia, el hospital más cercano para ayudar a sanar

10 de junio de 2015

El miércoles 10 de junio el papa Francisco en su catequesis dedicada a la familia, reflexionó sobre la enfermedad, experiencia de fragilidad humana que se vive…

Les compartimos algunas reflexiones y el texto completo del Papa.

 

Prioridad en el cuidado del enfermo y oración

Deteniéndose en el Evangelio de san Marcos que relata los encuentros de Jesucristo con los enfermos, quien “jamás miró hacia otro lado” ni puso “el tiempo entre medio”, es más, el cuidado del enfermo venía primero que la ley, (cfr Mc 3,1-6) y pensando asimismo en las grandes ciudades contemporáneas, el Papa se preguntó: “¿en dónde están las puertas (cfr 1, 32) ante las cuales llevar a los enfermos esperando que sean sanados?”.

 

«Los Evangelios nos narran muchos encuentros de Jesús con enfermos y su voluntad de sanarlos. Cristo lucha contra la enfermedad y cura al hombre de todos sus males. Ésta es también la misión que ha dado a su Iglesia: hacerse cargo de los enfermos, hasta sus últimas consecuencias, siguiendo su ejemplo. Por eso, la preocupación, la asistencia y la oración por los enfermos forman parte fundamental de la vida de la Iglesia y de todo cristiano».

Así, en la Iglesia, la oración por los enfermos jamás debe faltar: “debemos rezar aún más – dijo el Papa Francisco – sea personalmente que en comunidad”.

La educación a la sensibilidad y a la solidaridad

«En la familia es importante educar a los hijos desde pequeños para que sean sensibles y solidarios ante la enfermedad».

También porque el tiempo de la enfermedad refuerza los lazos familiares, la educación a la sensibilidad y a la solidaridad es importante, porque una educación que tiene “al amparo” de la sensibilidad por la enfermedad humana, aridece el corazón, haciendo así que los chicos se encuentren como “anestesiados” ante el sufrimiento del prójimo, lo que conlleva a la incapacidad de “confrontarse con el sufrimiento” y de vivir la experiencia del límite.

 

No sólo oración

«Asimismo, la comunidad cristiana tiene que acompañar a las familias para que vivan la enfermedad desde una perspectiva de fe, de oración y de cercanía afectuosa».

La comunidad cristiana sabe bien que la familia en la prueba de la enfermedad “no debe ser dejada sola”, señaló el Pontífice, y afirmó también que “esta cercanía cristiana es un verdadero tesoro de sabiduría para la parroquia”, que “ayuda a las familias en los momentos difíciles y hace comprender el Reino de Dios mejor que muchos discursos”.  

 

«Pidamos al Señor  - concluyó el Sucesor de Pedro  - para que con su gracia la enfermedad sea una ocasión de fortalecimiento de los vínculos familiares; y que las familias puedan vivir los momentos difíciles del dolor y del sufrimiento sostenidas por la cercanía y oración de la comunidad cristiana. Muchas gracias».

 

Catequesis del papa Francisco en la audiencia general del 10 de junio del 2015 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! 

Seguimos con la catequesis sobre la familia. En esta catequesis me gustaría tocar un aspecto muy común en la vida de nuestras familias, el de la enfermedad. Es una experiencia de nuestra fragilidad, que vivimos principalmente en la familia, desde niños, y luego sobre todo siendo ancianos. Cuando llegan los achaques. 

En el ámbito de los lazos familiares, la enfermedad de las personas que amamos es padecida con un “plus” de sufrimiento y angustia. Es el amor el que nos hace sentir este “plus”. Para un padre y una madre, muchas veces es más difícil de soportar el dolor de un hijo, una hija, que el suyo propio. La familia, podemos decir, siempre fue el “hospital” más cercano. Todavía hoy, en muchas partes del mundo, el hospital es un privilegio para unos pocos, y con frecuencia está lejos. Son la madre, el padre, los hermanos, las hermanas, las abuelas, los que garantizan el cuidado y ayudan a sanar. 

En los Evangelios, muchas páginas hablan de los encuentros de Jesús con los enfermos y su compromiso por sanarlos. Se presenta públicamente como un luchador contra la enfermedad y que ha venido para sanar al hombre de todo mal. El mal del espíritu y el mal del cuerpo. 

Es realmente conmovedora la escena evangélica apenas mencionada en el Evangelio de Marcos. Dice así: “Cuando llegó la noche, después de la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados”. Si pienso en las grandes ciudades contemporáneas, me pregunto dónde están las puertas ante las cuales llevar a los enfermos esperando que sean sanados. Jesús nunca se ha desentendido de su cuidado. Nunca pasó de largo, nunca ha vuelto la cara hacia otro lado. Y cuando un padre o una madre, o incluso simplemente gente amiga le llevaban delante de un enfermo, para que lo tocase y lo sanase, no ponía tiempo de por medio; la curación estaba antes que la ley, incluso de aquella tan sagrada como el descanso del sábado. Los doctores de la ley reprendían a Jesús, porque curaba en sábado. Hacía el bien el sábado. Pero el amor de Jesús era dar la salud, hacer el bien. Y eso está en el primer lugar siempre. 

Jesús envía a sus discípulos a hacer su misma obra y les da el poder de curar, o sea para acercarse a los enfermos y cuidarlos hasta el final. Debemos tener bien en cuenta lo que dijo a los discípulos en el episodio del ciego de nacimiento. Los discípulos -¡con el ciego delante!- Discutían sobre quién había pecado (¿por qué había nacido ciego?), él o sus padres, para causar su ceguera. El Señor dijo claramente: ni él, ni sus padres; es así para que se manifiesten en él las obras de Dios. Y lo sanó. ¡Esa es la gloria de Dios! ¡Esa es la tarea de la Iglesia! Ayudar a los enfermos, no perderse en chismorreos. Ayudar siempre, consolar, levantar, estar cerca de los enfermos. Y esa es la tarea. 

La Iglesia nos invita a orar continuamente por nuestros seres queridos afectados por el mal. La oración por los enfermos nunca debe faltar. Mejor dicho debemos orar más, tanto a nivel personal y en comunidad. Pensemos al episodio evangélico de la mujer cananea. Es una mujer pagana, no era del pueblo de Israel, era una pagana, que suplica a Jesús que sane a su hija. Jesús, para probar su fe, en primer lugar responde con dureza: “No puedo, debo pensar antes a las ovejas de Israel”. La mujer no retrocede -una madre, cuando pide ayuda para su criatura, ¡nunca se rinde! Todos lo sabemos esto. Las madres luchan por los hijos- y Jesús responde a esta mujer: “También a los perritos, cuando los dueños se han alimentado, se les da algo”. Como diciendo: 'pero por lo menos mírame como una perrita'. Y Jesús le dice: “Mujer, ¡grande es tu fe! Que se haga como deseas”. 

Frente a la enfermedad, también surgen dificultades en la familia, a causa de la debilidad humana. Pero, en general, el tiempo de la enfermedad refuerza los lazos familiares. Y pienso en lo importante que es educar a los hijos desde pequeños en la solidaridad en el tiempo de la enfermedad. Una educación que deja de lado la sensibilidad por la enfermedad humana, endurece el corazón. Y hace que los chicos estén “anestesiados” ante el sufrimiento de los demás, incapaces de confrontarse con el sufrimiento y de vivir la experiencia del límite. 

Pero cuántas veces vemos llegar al trabajo, y todos lo hemos visto, un hombre, una mujer, con la cara cansada, con la actitud cansada. 'Pero, ¿qué pasa?' 'He dormido solo dos horas, porque en casa nos turnamos', para estar cerca del niño, la niña, enfermo, del abuelo, de la abuela. Y la jornada continúa con el trabajo. Pero estas cosas son heroicas. ¡Son las heroicidades de las familias! Esas heroicidades escondidas, que se hacen cuando uno está enfermo, cuando el padre, la madre, el hijo, la hija están enfermos. Y se hacen con ternura y valentía. 

La debilidad y el sufrimiento de nuestros afectos más queridos y más sagrados, pueden ser, para nuestros hijos y nuestros nietos, una escuela de vida, -educar a los hijos y los nietos a entender esta cercanía en la enfermedad en la familia- y se convierten cuando los momentos de enfermedad están acompañados por la oración y la cercanía afectuosa y atenta de los familiares. La comunidad cristiana sabe bien que la familia, en la prueba de la enfermedad, no debe ser dejada sola. Y debemos agradecer al Señor por las hermosas experiencias de fraternidad eclesial que ayudan a las familias a atravesar el difícil momento del dolor y sufrimiento. Esta proximidad cristiana, de familia a familia, es un verdadero tesoro para la parroquia; un tesoro de sabiduría, que ayuda a las familias en los momentos difíciles y hace entender el Reino de Dios mejor que muchos discursos. Son caricias de Dios. ¡Gracias! 

Francisco

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