El poder de las palabras con nuestros hijos
Las palabras que utilizamos para comunicarnos con nuestros hijos dejan una huella permanente que marcará su personalidad futura. A continuación algunos los consejos para fomentar una comunicación positiva y saludable dentro del núcleo familiar.
Cada día, nuestros hijos más pequeños son más independientes y sienten más curiosidad por explorar el mundo que les rodea. Esto nos obliga a protegerlos, blindarlos, ponerles límites y utilizar con frecuencia palabras como «no», «alto» y «no lo hagas»; sin embargo, no podemos perder de vista que hay formas sencillas de modificar nuestra forma de hablar para utilizar un lenguaje más positivo, de modo que podamos proporcionar un entorno seguro y divertido para que nuestros hijos aprendan y crezcan.
Recordemos que nuestras palabras tienen poder, y que un poco de lenguaje positivo puede llegar muy lejos. La forma en la que nos dirigimos a nuestros hijos es una especie de moldeador, un aspecto que, sumado a muchos más, va dándole forma a la personalidad que están desarrollando.
Siempre pensamos en las palabras como un conjunto de letras que simplemente sirven para comunicarnos con los demás. Pero es importante conocer y darles el poder y el peso que realmente tienen, ya que, aparte de condicionar la manera en la que nos relacionamos con las personas que nos rodean, las palabras también forman parte de nuestro diálogo interno.
Nuestras palabras pueden llegar a ser nuestro mejor aliado, o, por el contrario, nuestro peor enemigo, dependiendo siempre del grado de positividad o negatividad que lleven consigo. Si pensamos en la repercusión que esto tiene en nuestros hijos, para que tengan un buen desarrollo de su personalidad, es clave entender que la forma en la que nos comunicamos con ellos tendrá (independientemente de la carga emocional) un amplio vocabulario que ellos mismos adoptarán y harán suyo, no solo para comunicarse con los demás, teniendo un gran peso en cuanto al desarrollo de sus habilidades sociales, sino también para hablarse a sí mismos todo el tiempo.
Hagamos lo siguiente con nuestros hijos: utilicemos palabras nutrientes y evitemos las que dañan. Si creamos el hábito de descubrir lo positivo, siempre tendremos algo bueno que decir y compartir.
Las palabras agradables y buenas al inicio del día afectan la manera como vemos las cosas y hablamos.
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Por: Sandra B. Lindo Sominín | Semanario Alégrate
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